El Príncipe Del Inframundo

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Príncipe Del Inframundo

Introducción

Definitivamente había algo más que hacer el trabajo heredado de mi familia, quería ver lo que me ofrecía el mundo allá afuera, pero no era tan sencillo como alguna vez me lo había planteado

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Definitivamente había algo más que hacer el trabajo heredado de mi familia, quería ver lo que me ofrecía el mundo allá afuera, pero no era tan sencillo como alguna vez me lo había planteado.

Hijo único, heredero del trono al inframundo, amado entre los convalecientes, odiado por los familiares de estos y temido por todos en algún momento de su vida, ese soy yo, el príncipe Ankou Mortuus.

Y aunque mi nombre recuerde a algún dios o rey que haya existiendo en un tiempo, no, definitivamente no soy él, sólo que en honor a ellos mis padres me nombraron así, después de todo también son mis ancestros.

Como era costumbre en mi familia, mis padres me concibieron para tener un heredero y seguir el legado del arduo trabajo que hace muchos años han cargado sobre sus hombros, es un trabajo que aunque no es común entre los empleos más solicitados, es un trabajo que absorbe toda mi existencia, pero yo no lo elegí, creo que jamás lo hubiera deseado siquiera, pero ya estaba en esto, tenía que atravesar la línea que nos dividía entre la vida y la muerte cada día de mi eterna responsabilidad y así regresar con algunas almas.

Mi padre es un ser muy conocido entre los humanos, su nombre varía según las costumbres, países y culturas, pero siempre hablan de él, aunque muchas veces también mencionan a mi madre sin saberlo, pero que más da, ellos hacen...hacían lo mismo que yo, porque ahora es mi responsabilidad hacer ese trabajo, según ellos para que sepa como manejar el negocio familiar.

Aún no soy el rey del inframundo, pero desde hace unos dos mil años mis abuelos aconsejaron a mis padres que debía empezar a interactuar con las muertes de los humanos. Sabía que tenían razón, pero no esperaba que fuera tan pronto, ya que sólo tengo siete mil quinientos años, soy muy joven para tener una responsabilidad así, yo quería antes conocer la vida, quería estrechar su mano y hablar con ella sobre su trabajo en la tierra, quería compartir temores y experiencias, pero según mi padre eso jamás se había hecho en mi familia, y definitivamente yo no sería la excepción.

Así que de nuevo me encontraba observando a los humanos, siempre me presentaban esos rostros tristes, no sabía si así eran sus rasgos característicos cuando vivían o se debía a mi inoportuna visita.

Caminé entre la multitud, algunas personas charlaban sobre el que era el motivo de esta reunión, otros se mantenían en silencio sumidos en sus pensamientos sobre cómo seguir a su ser amado al más allá.

También estaban las mascotas; un ser pequeño con abundante pelo color blanco se encontraba cerca de su amado dueño, echado ahí debajo del féretro, con su mirada entristecida, comprendiendo que aquel hombre que tanto tiempo lo amo, protegió y alimentó, ya jamás volvería a casa, que jamás las largas horas de espera en la puerta para recibir una caricia, volverían a suceder, pues él, su dueño, había muerto y a pesar de que no era de su sangre, lo amaba aún más que a su propia vida, inclusive lo amaba más que cualquiera de los hijos de este hombre.

Me acerqué con paso lento hacia el centro del salón, había sólo unas cuantas personas cerca, los ojos del canino se levantaron observando directo hacia mí, ladeó su cabeza como tratando de comprender, como tratando de reconocer, pero sobretodo temiendo de que llegara por su amado dueño, quiso emitir un gruñido, pero enseguida lo callaron acariciando su lomo.

—Tranquilo, Terri— le dijo su dueño. Este se posaba en cuclillas junto al peludo can, esperando mi llegada sin temor en su mirada, pero con una tristeza interior  que dejaban sus facciones al descubierto.

—Es curioso— le dije observando a Terri, él en cambio sonrió con aflicción, después se levantó dando una última caricia a su amada mascota.

—Lo extrañare, lo extrañare mucho— dijo el hombre con lágrimas acumulandose en sus ojos, resistiéndose a caer desbordadas por sus mejillas aún con su ceño contraído aguantando el llanto.

Lo miré incómodo, no sabía que decir; mi padre algunas vez me aconsejo qué hacer o decir en estos momentos, pero siempre se me complicaba articular alguna palabra de consuelo, ya que no podía ser capaz de entender su tristeza, no sabía por qué hacer un drama de esta situación, ya que yo no veía lo malo de la muerte.

—¿Lo volveré a ver?— me preguntó el humano sin dejar de observar a su amigo peludo con orejas largas que caían pesadamente a los costados de su cráneo.

—Todos morirán— le dije y él asintió con una sonrisa forzada entendiendo el significado de mis simples palabras.

Di media vuelta mientras escuchaba un "te estaré esperando", después me siguió entre los pasillos de la casa, podía casi sentir como les daba una última mirada a sus familiares. Le otorgué un poco más de tiempo, yo por lo tanto salí al jardín, observaba el verde y húmedo pasto que rebelaba una llovizna reciente. Bajé los dos escalones que se encontraban en la entrada, arrastré mi larga y obscura túnica entre el asfalto, después dirigí mis descalzos pies hacia el jardín, casi enseguida pude sentir la frescura de él, siempre que llegaba por alguna alma aprovechaba para deleitarme con las cosas curiosas que abundaban por aquí.

Arrastré mis pies, sentía como me picaba la punta del césped, después se metía entre mis dedos, sonreí interiormente, sabía que algo así no era gran cosa para los humanos, pero yo no tenía la fortuna de poseer algo así en mi mundo.

—Estoy listo— dijo el hombre por el cual había venido.

Me sacó de mi ensoñación y giré a verlo, levanté mi mano y él se acercó, cuando ya estaba frente a mí toqué su hombro, él cerró sus ojos ante mi tacto, pero antes de que pudiera trasladarnos al inframundo unos ojos se posaron en nosotros, fruncí mi entrecejo ante tal extraña mirada, sólo se trataba de una pequeña humana, esta se encontraba oculta detrás de un árbol, demostraba miedo y asombro, pero no se atrevió a decir palabra.

Alguna vez había escuchado de las personas que eran capaces de vernos, jamás había conocido a una con tales cualidades, y aunque no era una amenaza me asombraba que existiera alguien así.

Seguí con mi trabajo, desaparecimos ante su presencia, pero una curiosidad me acompañó a mi hogar, muy dentro mí me decidí a conocerla, quería hablar con un humano, quería conocer como era su vida antes de la muerte. Pero no sería hasta dentro de diecisiete años cuando la volvería a ver.

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04/03/2016

Recuerdos de unos ojos.

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