Sólo había sido una noche, una noche para saberlo. Que la vida y el tiempo son el mejor regalo que puedes recibir, y regalar un minuto de tu tiempo para alguien es mucho si sabe valorarlo. Que hay que querer, para ser querido, y que a veces dar por dar no tiene precio. Que el corazón le pertenece a aquel que lo haga latir con fuerza. Que cuando menos te lo esperas, eres la persona más feliz. Y que su sonrisa, era lo más maravilloso del mundo.
Esa noche, se entregaron a todo, como si nada en la vida pudiera lastimarlos, como si nada doliera, como si nada importara. Fueron dos almas libres en dos mundos simultáneos y paralelos, solo por una eterna y a su vez fugaz noche.
Afronto el riesgo de enamorase de ella, asumió que en el juego del amor todo se podría transformar en sufrimiento en un segundo, enamorase de ella era una completa locura. Ver su sonrisa a cada rato y jamás cansarse. Verla sonreír, con esa sonrisa característica de ella, y pensar en la maldita suerte que tuvo de encontrar alguien así. Y su mirada, oh maldita sea, su mirada, era cautivadora, esos ojos oscuros que te dejan sin aliento, esa mirada que te puede decir mil palabras a la vez mientras que un suspiro que llega casi involuntariamente te eriza la piel y te advierte sobre su manera tan frágil de ser.
Aún recuerda el día que la conoció. A mitad de julio, ese invierno tan frío, ella le invito un café, mientras lo miraba fijamente con esa típica sonrisa segura y tierna, de esas que dicen tener el mundo a sus pies.
Tan sólo quisiera volver tiempo atrás y cambiar todo. Si tan sólo no la hubiera conocido, nada hubiera pasado jamás. Pero no había arrepentimiento, sin ella no sabría lo que es vivir, qué es el riesgo, que es querer. Si tan sólo nunca hubiera esperado nada.
Las miles de madrugadas amaneciendo tomaba su mano, y suspiraba al saber que le estaba entregando parte de su vida a un ser que le transmitía tanta paz y tanto amor, los pequeños detalles; como un abrazo, o una caricia en el cabello. Los paseos a las 5 de la madrugada, las carcajadas en medio de una calle abandonada, las peleas de almohada antes de dormir, esas caminatas duraderas por la playa, las subidas en bicicleta hasta llegar a la montaña, o gritar hacia el vacío que se querían. Eso no lo cambiaba por nada, de eso jamás se arrepentiría. No se arrepentía de amarla. Pero todo principio tiene su final y hay que aprender a vivir con eso.
Es que al fin y al cabo de eso se trata la vida... ¿No?
Sabía que ella en algún momento se tendría que ir. Y lo hizo. Se marchó, como si nada, como si nunca hubiera amado, se marchó desenlazando dos almas celestes que fluían en simultáneo por un mundo en tinieblas, que gracias a ese amor que parecía no acabar se iluminaba de nuevo como un sendero viejo que guía hacia un lugar desconocido con un montón de faroles que se pierden en la inmensa nada, esa misma noche ella se marchó.
Ya no habían miradas, sonrisas, abrazos, ni siquiera un adiós. Se había olvidado de las eternas madrugadas de invierno que paso a su lado.
Ella odiaba las despedidas, lo sabía, pero el odiaba saber que jamás volvería, esa ilusión se le esfumo como un cometa que pasa una vez en cientos de años, ese amor se le fue y no sabía si volvería, Quizá solo había sido un hasta pronto. Había la mínima esperanza de que en un futuro, se reencontraran. Pero ninguno de los dos podía vivir de recuerdos. Cada uno tenía su mundo. Pero ella lo destruyo por completo. Y si, algún día, el destino y el universo se complotaban otra vez, esa alma dividida en dos cuerpos se encontrarían de nuevo; en un café, en un bar, en un invierno; nadie lo sabía, hasta entonces sólo estarían viendo la misma luna, enorme brillante y solitaria.
Pero tenía la certeza, de que cuando se encontraran, ella nuevamente le sonreiría como invitándolo a compartir el mundo, con una inocencia similar a la de un niño al mirar a su madre y decirle te amo. Una vez más...
El sonreiría, una vez más, y aunque le duela y esa respuesta lo destroce y no le permita amar nunca más, rechazaría ese mundo. Porque, cariño, ya tendría su propio universo.
Autor/a: Lucia González y Christian irrazabal
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El amor no necesita ser perfecto, solo necesita ser tu otra mitad.
RomanceEs una novela corta, en la cual identificamos el cliché de la etapas que sufren las parejas modernas. SEGUINOS!!!!!! En nuestras redes sociales ↓ ↓ ↓↓ ↓ ↓↓ ↓ ↓ *Facebook: https://www.facebook.com/christian.irrazabalpalacio * *Facebook: https://www.f...