Year 845

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Aquel día, la raza humana recordó... El terror de estar dominados bajo aquellas criaturas... Y la humillación de estar atrapados dentro de una jaula.

La única tierra donde los seres humanos podían vivir en paz, se hallaba rodeado por tres muros, esos muros separaban dos territorios.

El de la raza humana y el de los titanes.
Seres que atacan, matan y devoran a los humanos y estos convertidos en presas de caza, se apiñan encogidos por el miedo.

[Año 845]

Caminé por las calles del distrito se Shiganshina. Llevaba un saquito con unas pocas monedas que me había dado mi madre y cada vez que alguien pasaba cerca de mí apretaba el agarre de la bolsita.

Trate de llegar lo más pronto que pude hasta un pequeño mercado en el centro de la plaza del distrito.

-Buenas.-Salude al dependiente mientras abría la bolsita y deje caer sobre mi mano izquierda cuatro monedas, mire al dependiente y el alternaba la mirada entre las monedas y yo. Luego hacia algunas barras de pan.

-Bien pequeña, creo que esto es todo lo que puedes comprar...- Él dependiente me ofreció una barra del día anterior y un pequeño recipiente con unos pequeños trozos de queso.

-Gracias... Señor.- Agarre la compra y empecé a correr hacía casa.

Recorrí las calles de la ciudad esquivando a las personas que paseaban. Mi respiración estaba agitada y estaba empezando a entrarme flato.

Divise mi casa a unos cuantos metros, una casita de madera, con una valla algo baja y roída. Corrí más rápido y cuando llegue abrí la puerta de golpe.

Fui hasta la cocina donde vi a mi padre leyendo el periódico del día anterior y a mama, lavando unas patatas en un cubo.

-Mama traigo las cosas.- Dije mientras las dejaba sobre la mesa, mama se acerco a mí y acaricio suavemente mi cabeza, mire de reojo a papa, que estaba sonriendo, pero trataba de taparse la cara, inútilmente, con el periódico.

Corrí hasta donde él estaba y me senté en sus piernas.

-¡Oye (T/n), que pesas!- Hice un puchero y me baje, pero no podía evitar sonreír ante lo que mi padre dijo.

-Iré fuera, ¿Si?- me gire para ver a mi madre, que estaba poniendo mala cara. A lo que yo le conteste poniendo ojitos de cachorro.

-Está bien... Pero no estés mucho rato.- Tras oír esa frase afirmativa, corrí fuera de la casa hasta llegar a un descampado, en el que se alzaba un árbol.

Mi casa era de las más cercanas a la muralla, por lo cual no había ni mucha gente, ni muchas casas por los alrededores. Solo unas tres o cuatro.

Estaba llegando cuando vi a dos personas bajo el árbol, empecé a caminar más lento. Eran un chico y una chica, al parecer debían de haber estado recogiendo leña.

Cuando los dos chicos se empezaron a ir, fui hasta el árbol y me apoye en el tronco, para luego dejarme caer en el suelo.

Abrí un cuaderno, era pequeño y daba la impresión de ser viejo. Las hojas estaban amarillas por la humedad, dobladas por la mitad y atadas con una cuerda. La cubierta era de un tipo de piel, seguramente de algún animal.

Levante la vista hacia el cielo, era de un color azul precioso, con apenas una o dos nubes que parecían manchitas. Alce la mano en un ademan de tocarlo, hasta que un pequeño pájaro paso por mi línea de visión.

Vi como aleteaba varias veces tratando de ganar altura. Seguí cada movimiento del ave, hasta que alzo el vuelo para sobrepasar la muralla y no pude seguir viéndolo.

Dreams of freedomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora