Prólogo
[Dinastía Datong, Emperador Jing Zong. Quinto año de reinado]
La dinastía Datong ha comandado por 300 años. La mitad de estos 300 años han sido precedidos de paz y prosperidad, y en cada momento que el emperador de Datong Jing Zong comenzó su reinado a la edad de 20 años, la prosperidad económica había florecido mucho más que antes. Las personas viven en paz. La nación se podía ejemplificar a través de sus anímicas canciones y pacíficos bailes. Tanto así que el trabajo del emperador se había hecho menos engorroso por no decir que casi nulo.
Y por supuesto, el actual regidor tendría que ser del tipo que ama la diversión y los vicios, el que nunca se permitía estar atrapado en una jaula como lo era el palacio, así que una situación como la siguiente ocurría con frecuencia.
Xiao Guizi, un fiel y recto trabajador, entró a las habitaciones imperiales como es lo usual después de que las campanas resonaron a las 5:00 am para ayudar al emperador en la rutina de la mañana de cepillarse y lavarse.
Sin embargo, en el escritorio de madera de olivo, un pliego de papel permanecía abierto, con una enorme, garabateada y apresurada escritura:
"Yo, el emperador, debo viajar a las tierras de Jiangnan, y planeo regresar en al menos dos meses o como máximo en la mitad de un año. La corte y los eventos usuales estarán a cargo del duque Tongxin. Que así sea decretado"
- ¡Por todos los cielos! ¡El emperador ha huido otra vez!-
Xiao Guizi corrió desgarbadamente al salón de administración central, haciendo un alboroto en todo el camino. Inmediatamente, el entero palacio imperial resonó con sus quejidos y gritos de pánico.
- ¡Para de hacer de esto la gran cosa! ¡No es como si fuera la primera vez!- El administrador gritó irritado.
Este emperador, Jing Zong, ha reinado por cinco años completos y ha escapado un total de 10 veces, de acuerdo a las anotaciones. La única razón de porque el entero estado no ha colapsado hasta el momento es todo gracias al heroico genio y milagroso salvador, el duque Tongxin, quien ha servido con la mayor de las lealtades. Nadie en verdad sabe que estaba pensando el viejo emperador al darle el peso de una entera nación a un príncipe que lo único que quería era hundirse a sí mismo y sin ningún cuidado en el placer...
El administrador murmuro para sí mismo: -Ah, tengo tanto sueño-