13 ❧ Hilos del destino

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Las tenues risas y murmullos eran lo único que se podía escuchar en los vacíos pasillos de la escuela. Aquella pareja nuevamente se había saltado las clases, prefiriendo pasar su tiempo uno cerca al otro.

—Vamos, léelo. —pidió Rin por enésima vez, tendiéndole el libro que trajo en manos el día que llegó a la mansión.

—Qué mujer más molesta. —se quejó Shu. Sin embargo, cogió el libro con una mano. Cediendo ante la brillante mirada de su novia—. Uhm, latín. —apreció mientras abría el libro de cuero marrón justo en la página que ella le indicaba.

Y una sonrisa traviesa adornó el rostro de la chica de ojos dorados.

Rumoresque senum seueriorum. Omnes unius aestimemus assis. —pronunció con esa voz, que Rin catalogaba como «sensual».

—Si los sabios reprueban nuestros actos. Con excesivo escrúpulo, olvidémoslos. —tradujo Rin, acercándose poco a poco hacia sus largas piernas.

Y Shu, ya comenzando a entender sus intenciones, sonrió de lado. Le seguiría el juego.

Soles occidere et redire possunt.

—Los astros se sumergen en el oeste, para luego retornar. —siguió traduciendo, acomodándose sobre él a la vez que se acercaba.

Nobis, cum semel occidit breuis lux, nox est perpetua una dormienda.

—Pero nosotros, cuando se extinga la tenue luz de nuestras vidas, dormiremos una noche eterna. —cada palabra, mirándolo con sentimiento, y pronunciándolo como si viviera en ella.

Cuando por fin llegó a su objetivo, Shu tuvo que levantar un poco el libro, de lo cerca que ahora estaba.

Da mi basia mille, deinde centum. —él sonrió al leer esa parte, mirándola ansioso.

—Dadme mil besos, y después cien. —susurró ella acariciando su rostro, y sonriendo de la misma manera que Shu.

Dein mille altera, dein secunda centum.

—Mil besos más, y luego otros cien. —sus narices rozaron, provocándose.

Deinde usque altera mille, deinde centum.

—Comienza de nuevo y completa mil con cien más. —deslizó uno de sus dedos por su suave labio.

Dein, cum milia multa fecerimus, conturbabimus illa, ne sciamus, aut nequis malus inuidere possit, cum tantum sciat esse basiorum. —susurró el último párrafo, dejando el libro a un lado, y pasó sus manos por la cintura de Rin, atrayéndola.

—Cuando hayamos acumulado muchos miles, revolvamos todo y perdamos la cuenta, para que el malvado no pueda encantarnos, cuando sepa de los besos que compartimos. —sonrió un poco, antes de que se acercara por completo a Shu, besando sus labios lentamente. Sintiendo su calor como el fuego, quemando todo lo que tocaba, pero a la vez, llenándola de profunda felicidad.

—Una mujer así de obsena... No puedo negarlo, es realmente atractivo. —Rin mordió su labio inferior con fuerza, haciéndole soltar un quejido.

—Tú, tonto, deja de decir ese tipo de cosas —sus mejillas adquirieron un tono rosado. Divirtiendo al chico que la tenía agarrada con fuerza contra él, indirectamente, pensando que aún podría perderla.

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