Capitulo 21
Esta vez no fueron los primeros rayos de sol los que me despertaron, más bien fue el sonido de los motores de los autos los que me cortaron el descanso. Al parecer aquí el día comienza temprano ya que cuando los motores y las bocinas comenzaron a sonar, aun los primeros rayos de sol no iluminaban el lugar. La gente comenzaba a caminar alrededor de nosotros, al parecer estábamos en la laza principal de la cuidad, no nos miraban extraño, solo pasaban al lado de nosotros como si no existiéramos. Raimundo todavía dormía, se notaba cansado, en la cara tenía algunos cortes (seguramente por la última pelea que tuvieron con Alfonso) especialmente en el labio y en la ceja, su pelo estaba despeinado y una barba incipiente brotaba en sus mejillas y en el mentón. Decidí quedarme unos minutos más con Raimundo quien me tenía fuertemente abrazada.
El tiempo pasó rápido y las luces de los faroles se apagaron para que la luz radiante y calurosa del sol los remplazara. La cantidad de gente aumentaba con el paso de los minutos. Como era lunes seguramente muchos caminaban a sus trabajos. Los negocios de alrededor comenzaron a levantar sus cortinas de metal para dar la señal de que estaban abiertos y llamar a la gente a que compren en ellos.
Esta cuidad era muy distinta a la isla en donde vivía, caminabas libremente, la gente no moría de hambre, sed o frio, la gente no era tan pobre como la de la isla, habían muchos ancianos y gente mayor, eso en la isla era que se desconocía, y, mucha gente se vestía con colores llamativos, seguramente ellos tenían más de tres pantalones y poleras. Se notaba que la gente de esta ciudad era feliz y libre.
Raimundo lentamente comenzó a moverse y a refregarse los ojos tratando de ahuyentar el sueño, bostezó una que otra vez y finalmente al verme sonrió. Inconscientemente yo hice lo mismo.
-¿Cómo dormiste?-pregunté.
-Mal-hizo una pauso-la verdad es que dormí pésimo-me sorprendí.
-¿Por qué?
-El suelo es muy duro y me duele la espalda-intentó moverse pero no pudo por el dolor de du espalda.
-Lo siento-dije.
-Tú no tienes la culpa-me dijo-hace calor.
-Lo sé ¿Podemos ir a la playa?-pregunté emocionada.
-Sí, podríamos-dijo mirando el cielo que estaba muy celeste, no había ninguna nueve.
-Pero…-dije mas desganada.
-Pero tienes que convencerme-dijo mirándome y sonriendo de medio lado.
Por un par de minutos pensé en cómo podría convencerlo. Sabía a lo que él se refería: un beso o una caricia, pero no estaba dispuesta a hacerlo. Cuando Raimundo dijo el tal “convénceme”, el ha sido el que ha tomado el mando del juego y tenía que buscar la forma de revertir eso pero ¿Cómo? El sabía jugar sus cartas muy bien y yo tenía que hacer lo mismo para asegurarme de que el no vuelva a controlar el juego.
-Raimundo-dije con voz triste y acercándome a él-la verdad es que tengo muchas ganar de ir a la playa.
-No me convence-dijo serio pero sin rechazar la proximidad que le había entregado.
-Bien, si no vas conmigo iré sola-dije levantándome. Sabía que el no me dejaría ir sola a ningún lado y si decía eso él me iba a acompañar quiera a no.
-No irás sola-dijo tomando mi brazo justo en el momento preciso.
-Iré me acompañes o no-dije segura.
-Muy bien-suspiró-iré contigo-volvía a recuperar el mando del juego.
-Vamos-dije.
-No, aun no. Hay que comer algo, tengo mucha hambre-dijo colocando su mano en su abdomen.
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En un lugar muy lejano.
Teen FictionBelén Calvet es una chica de 15 años, próxima a cumplir 16. Se ve envuelta en muchos problemas son pobres, su hermana está muy enferma y su madre es asmática. Su mejor amigo, Raimundo la ayuda en casi todo pero el igual es pobre, no sabe como consol...