Capítulo 8: Misterios ocultos

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La mañana siguiente al reencuentro fue, quizá, la mañana más difícil para mí. Despertar y levantarme de la cama se me hizo casi imposible cuando mi madre me despertó desde el otro lado de la puerta de la alcoba, a sabiendas de que acabaría quedándome dormido y que llegaría tarde a incluirme en los entrenamientos matinales. Puse el mayor esfuerzo posible en vestirme y salir, y, sin querer pararme a desayunar sabiendo que luego me sería más difícil incorporarme, me dirigí hacia el palacio. Esperaba poder hablar con Hatik pronto y contarle lo que habíamos hablado la noche anterior con Artrio, deseando que cambiara de opinión respecto a lo que había sucedido con el tema de su traición y de que había sido visto peleando contra nosotros. Pero el día pasó sin que pudiera verle.

Karter me notó algo inquieto durante los entrenamientos y me preguntó qué me pasaba. Al contarle lo que quería hacer, me propuso que hablase con el capitán para que me concediera una audiencia con el emperador, pero dudaba que él tuviera suficiente poder para hacer aquello. Necesitaba buscar la forma de poder hablar con aquel caballero que nos entregó la misión y no se me ocurría cómo.

Durante los días siguientes tampoco pude encontrar la forma de contactar con Hatik, así que decidí hablarlo con Trent durante uno de mis descansos. Al principio no supo responderme nada, solo una promesa de que intentaría encontrar toda la información posible acerca de ese sujeto y que trataría de ayudarme. Siempre he supuesto que hablaría con los demás eruditos de la biblioteca para ver si alguien sabía algo de él.

Y, por suerte, al anochecer siguiente, me sorprendió con su nuevo descubrimiento, deteniéndome en mitad del camino de regreso a casa y llevándome casi a rastras hasta la biblioteca sin darme una sola explicación y sin siquiera abrir la boca a pesar de la cantidad de preguntas que le hacía. Esta era la primera vez que accedía al interior del edificio, aunque en más de una ocasión había contemplado la arquitectura de sus muros de piedra alzándose sobre el suelo tras los cinco escalones de mármol que conducían a su entrada. Una vez dentro, me llevó hasta una cámara en el segundo piso donde pudiéramos hablar con tranquilidad.

-He estado todo el día intentando descubrir algo sobre Hatik, y he visto que es uno de los personajes más misteriosos del imperio. Si bien es cierto que poco se sabe del círculo cercano a su Alteza, indagando mucho se puede acabar encontrando algo de información acerca de sus hombres de confianza. Desde arriba saben ocultar muy bien las cosas, y parece que guardan más secretos de los que podamos imaginarnos. Y parece que quieres contactar con la segunda persona más importante, detrás del emperador, y quien más secretos esconde.

-¿Quieres decirme que no tengo forma de encontrar a Hatik salvo que él quiera encontrarme?-pregunté nervioso.

-No del todo. Aunque sea la mano derecha del emperador y solo salga de los muros del palacio junto a su presencia para los actos más importantes, Hatik tiene algunos contactos por la ciudad que podrían serte de ayuda si les caes bien. Uno de ellos es el maestre Varig. Tiene permiso para entrar y salir a su antojo del palacio, y quizá pueda convencerle de que te conceda una audiencia. Pero... ¿por qué tienes tanto interés en hablar con Hatik?-su última pregunta deseaba que jamás la hubiese formulado. No quería comentarle acerca de la misión, no podía hacerlo bajo ninguna circunstancia. Además, tampoco quería que cambiase su opinión con respecto a Artrio.

-El día del nombramiento me llamó para comentarme algo importante.

-Debe ser de vital importancia para que él tome la iniciativa-apuntó, haciéndome temer que me obligara a contarle todo.

-Creo que quería hablar de un asunto de manera extraoficial conmigo-mentí a medias-. Quizá haya visto potencial en mí y quiera ayudarme a progresar-terminé de mentir, más descaradamente. Pero parecía que Trent estaba conforme con aquella respuesta.

El precio de la libertad: Sueños de grandezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora