Narra Gonzalo:
Después de dar mil vueltas en la cama finalmente renuncio a la idea de intentar dormir. Me levanto y voy a la cocina.
- ¿Vos tampoco pudiste dormir? - le pregunto a un Pablo despeinado y ojeroso.
- No - me responde y luego bebe un sorbo de café - en la cafetera hay más, todavía está caliente.
Me sirvo una taza de café y me siento a su lado. Pasaron exactamente 15 días desde que secuestraron a Alai y cada vez dormimos menos, cuando lo hago tengo horribles pesadillas y sé que Pablo también porque lo escucho gritar cada noche. Nos estamos volviendo locos.
No tuvimos más amenazas, ni mensajes, ni llamadas. Estamos parados en la nada misma y cada día que pasa es peor.
- Hoy vamos a volver a interrogar al tipo al que le disparé - me comenta Pablo.
- Ya lo interrogamos tres veces en los últimos cinco días - le suelto sin demasiadas ganas de empezar una conversación.
- Si, pero esta vez va a ser distinto.
Lo miro confundido - ¿Por qué lo decís?
- Porque mañana se lo llevan al penal y si él no habla no va a tener la protección que quiere - me dice forzando una sonrisa.
Suspiro - Ojalá tengas razón Pablo, ojalá. - El tipo se niega a hablar, dice que no conoce al Tuerto personalmente y que no sabe donde lo podemos encontrar. Es obvio que miente pero ya probamos de todo y no suelta una sola palabra de más.
- La vamos a encontrar, aunque se me vaya la vida en eso.
Quiero creerle, quiero decirle que confío en lo que está diciendo y que sé que tiene razón pero no es cierto. Lo único de lo que estoy seguro es que todos los días me levanto rogando que Alai no aparezca muerta.
- ¿Necesitás otra orden? - le pregunto.
No alcanza a responderme porque el timbre del departamento suena, nos miramos confundidos, son las seis de la mañana.
Abrimos la puerta y solo encontramos un sobre, Pablo sale del departamento corriendo, supongo que buscando a la persona que dejó el paquete. Tomo el sobre y lo abro, contiene dos fotos y una nota.
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Dime quién soy yo, sin ti a mi lado.
Romance"A veces me pregunto si alguna vez le rompí el corazón a alguien, si alguna vez fui capaz de estrujarlo con cada una de mis palabras hasta reducirlo a un montón de vidrios rotos. A veces me pregunto si alguien arrojó cosas maldiciendo mi nombre, si...