Ana.
Salí del baño con la mano sobre la barriga y ganas de morirme. Eso era el karma por haberle echado a María leche en la cabeza, lo sabía. Me estaba atacando de la forma más rastrera y sucia posible.
No, no había fresas, así que había decidido hacer un batido de chocolate. Yo, preparando un batido.
¿Por qué nadie me frenó en el intento?
Blas me había estresado mucho en la cocina y había acabado midiendo mal las proporciones de ingredientes para echar. Aunque no es que las hubiera medido, porque eso eran matemáticas y yo no hacía matemáticas fuera del instituto.
Y nadie, en toda la jodida casa, tenía una maldita calculadora para hacer la proporción.
O sea, tenían un billar y un proyector más grande que la nevera, pero no una calculadora.
Así que, prácticamente era culpa suya el que yo estuviera ahora a punto de morir del empacho.
Había puesto demasiado azúcar, demasiado chocolate, y muy poca leche. Salieron unos tres litros y medio de batido. Y como era mi batido y tenía que demostrar que estaba orgullosa de ello, me bebí cuatro vasos con sirope de chocolate extra por encima.
¿Quién me mandaba a mí hacerme la chula?
Arrastré los pies por el pasillo solamente con ganas de llegar a la habitación y tirarme boca abajo en la cama y sufrir el empacho ahogando los gritos en la almohada. Y sufrir. Sufrir porque el chocolate, el único al que consideraba mi verdadero amigo, me había traicionado.
Me retiré el pelo de la cara y abrí la puerta de la habitación entre gruñidos y alguna que otra patada de frustración al suelo. Blas estaba medio tirado en el puff leyendo un libro y me miró con el ceño divertido al verme entrar con la cara de enfermedad que tenía. Rodé los ojos ignorándole y seguí mi plan de tirarme boca abajo en la cama.
–¿Qué te pasa?– preguntó Blas. Escuché cómo cerraba el libro y cómo se levantaba con dificultad del puff.
–Nada. Déjame. Y vete a comprar una calculadora.– gruñí reptando por la cama hasta acabar aplastando la cara en la primera almohada que pillé.
Blas se sentó en el otro lado de la cama y volví a mis tiempos de maldecirle por todo y querer matarlo a sangre fría sin piedad ni rencor. Se tumbó también boca abajo para quedar en paralelo a mí.
¿Desde cuando utilizaba yo términos matemáticos como en paralelo? Joder, María me estaba corrompiendo.
Él apoyó un moflete en la almohada para girar su cabeza y mirarme perecer pestañeando de forma rítimica. Recordé aquel día en el que se sentó encima de mí, el primer día que le escuché recitar. Negué con la cabeza apretándome más contra el colchón pensando en lo bonito que sería coger la batidora y meter su cabeza ahí dentro y ver cómo se deshacía en cachitos.
Sí...
–Te dije que te ayudaba a hacerlo. Pero me echaste.– dijo él con voz de niño pequeño.
–Porque me estorbabas. Y me ha salido riquísimo.– dije intentando convencerme a mí misma.– Mañana desayunaré batido, y merendaré.
–Y acabarás vomitando todo lo que tienes dentro.– rió Blas.– No nos vamos a enfadar si lo tiras, es más, será una buena decisión. Créeme.
–No lo voy a tirar porque es lo mejor que he probado en mi vida. Deberías tomar un poco, tus sentidos se eclipsarán.–dije girando yo también la cabeza para mirarle y parecer segura de lo que decía.
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Otra historia / Spin Off SDE / (Pausada)
Fiksi Penggemar"-Pero esta es tu noche. Y lo demás... Lo demás es otra historia." Spin Off de Síndorme de Estocolmo.