Capítulo 11: "Ángel"

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Limpié unas pequeñas lágrimas en mis mejillas con el dorso de mi mano, de repente me puse a pensar en todo.

El pasado estaba allí, mi pasado estaba en mi presente pero sin duda no era el mismo. Volví a ser porrista, pero ahora tengo dos maravillosas personas a las que puedo llamar amigas y a cuatro más que si bien no soy de agrado para todas, somos un equipo.

Tampoco dejaba de pensar que Alex se convertía en papá, siempre lejos y sin importar que sucediera con Kate y conmigo. Antes veíamos películas, comíamos, salíamos a pasear, jugábamos, siempre juntos ¿Dónde quedó todo eso?

Y Kate... ella también tenía esa parte de mamá, siempre de compras, rodeada de lujos, le encanta vivir así. La imagen, la clase, el maldito glamour para captar miradas, aunque son muy parecidas, no son iguales. ¿Contradictorio? Demasiado, pues si bien son mujeres encaprichadas y a la moda, mamá es egocéntrica y no le importa absolutamente nadie, sólo ella. En cambio Kate, ella es un amor de persona, siempre piensa en todos y no le duele el brazo a la hora de dar la mano a quien lo necesita.

A pesar de contar con muy pocas personas que me aprecian, a veces es imposible no sentirse solo. Estas rodeado de miles de personas al día, sin embargo hay una soledad en tu interior que nadie es capaz de llenar.

Me pongo de pie dispuesta a dejar de pensar en todo ello. Dejo mi camiseta, pero cambio el jean negro por unos leggins del mismo tono, calzo unos zapatos deportivos y bajo con el celular en las manos.

— ¿Desea almorzar? —cuestiona Antonieta.

—No, odio comer sola. Iré al gimnasio —respondo fría.

—Señorita, no es bueno que haga ejercicios con el estómago vacío, usted no se alimenta bien y pasa mucho tiempo en esas máquinas.

—No me regañes ¿si? Te he repetido mil veces que si a mis padres no les importa, a ti tampoco debería.

—No, no debería. Sin embargo si me preocupa, señorita.

—Pues déjalo así, no almorzaré y tranquila, estaré bien —hablo con un tono más suave tratando de tranquilizarla.

Llego al gimnasio de casa, es un lugar muy amplio y equipado como un gimnasio profesional, con todo tipo de máquinas, para todo tipo de ejercicios.

Decido empezar con unos minutos en la caminadora, pongo la música en mi celular y empiezo a caminar, para luego trotar y después correr. Paso a la siguiente máquina de abdominales y después hago un poco de bicicleta.

Paso dos horas y media allí en diferentes ejercicios y subo a mi habitación, antes de meterme a la ducha veo mi reloj y este marca las cuatro de la tarde, sin más que hacer le escribo a Jay pero este me responde que está trabajando. Busco entre mis contactos uno que me sea útil y encuentro a Bruno.

"¿Puedo llamarte?"

Le envío ese mensaje por Whatsapp y espero su respuesta.

"Eso sería un honor."

No respondo más y le marco.

—Hola, Bruni —saludo burlona recordando los incómodos momentos de anoche.

—Oh no, ¿tú también? —responde él sonriente, lo sé por el tono de su voz.

—Tranquilo, al menos yo no intentaré seducirte.

—Eso es una pena, pues me encantaría que lo hagas.

—Te quedarás con las ganas, ese no es mi estilo.

Infiltrada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora