11►Potter

365 32 93
                                    

María.

Odio a mi escritora. Es una guarra.

Me ha obligado a saltarme mi versión del día del batido porque "iba a quedar demasiado denso para el público que lee", pero me la pela bastante, así que os voy a contar de todas formas lo que pasó después de que Ana hiciera el peor batido de su vida.

¡Y es que fue demasiado épico!

Vale, el contexto es que me lavé el pelo después de que Ana me tirase una botella de leche en la cabeza, y al salir de la ducha (ya vestida, para evitar volver a tener percances con Carlos), el rubio no estaba.

Pensé seriamente que se había ido a otro baño a hacerse una paja, pero le di el beneficio de la duda y bajé al salón como una persona normal.

Estaba allí, junto con Carla y David. Miré el panorama mientras bajaba trotando las escaleras y no pude evitar fijarme en Carlos, que estaba medio tirado en el sofá con una pierna cruzada encima de la rodilla contraria, jugando a la DS ajeno del mundo. Tuve que frenar mi descenso y mentalizarme de no necesitar ninguna otra ducha fría.

Joder, ¿por qué me pasaba esto a mí? No habría chicos altos, morenos, medianamente guapos, que me tenía que poner nerviosa esa poca cosa rubia y bajita.

Pasé desapercibida mientras me sentaba al lado de Carla en el sofá intentando entablar conversación con ella. Le di un par de codazos en el costado, pero me ignoró olímpicamente porque estaba demasiado ocupada haciendo zapping en la tele. Vi de reojo los vasos de batido que había terminado haciendo Ana y decidí que, mejor que ver cómo me ignoraba mi amiga, me levanté para ir a por algo de comer a la cocina.

Y entonces, pasó algo realmente precioso.

Carla paró en el canal TNT, y abrí los ojos como platos al reconocer la voz de los personajes que estaban hablando en la televisión. Me giré avanzando a grandes zancadas el pequeño camino que había recorrido y salté la pierna de Carlos para sentarme en el extremo del sofá más cercano a la televisión.

–¡Por Dios, qué pequeños!– grité con la voz cargada de emoción y ternura.

Entonces Carlos alzó ligeramente la mirada para dignarse a ver que yo estaba en el salón y cuál era la causa de mis gritos. Lo bonito fue que él ahogó un pequeño grito y se enderezó en el asiento para mirar por completo la pantalla.

–¿¡Desde cuándo echan Harry Potter en TNT?– preguntó entusiasmado.– ¡Que es la primera, siempre suelen poner la tercera!

La parte de mi cerebro a la que se le daba bien hacer amigos se giró a mirarle de forma extraña. Me devolvió la mirada de la misma forma y saltaron chispas. Chispas de entendimiento por un bien común. Chispas frikis.

–¿Te... te gusta Harry Potter?–pregunté dubitativa.

Él simplemente asintió con la cabeza comenzando a ladear una pequeña sonrisa.

–¿No pensaréis ver esto, verdad?– preguntó Carla, agitando el mando de la televisión.

–Pues sí.– respondimos Carlos y yo al unísono.

La cosita esta que me ponía nerviosa por las escaleras antes se fugó completamente, dejando ese espacio vacío para rellenarlo con las interminables charlas que pensaba mantener con él sobre el hallazgo que acababa de hacer.

David rodó los ojos y se levantó alzando las manos al aire.

–Me niego a ver esto otra vez. Y menos si Carlos va a estar presente.– dijo, encaminándose a las escaleras.

Otra historia / Spin Off SDE / (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora