°˖✧ Prólogo ✧˖°

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- ¿Y si solo olvidamos lo ocurrido? ¿Sería tan malo que Lee - san aún siga pensando en mí?

- Yo no he dejado de pensar en ti. - abandonó las palabras, con una mirada vacía y sollozante.

De alguna manera, inconscientemente esbocé una pequeña sonrisa.

- Entonces... ¿Lee - san estaría de acuerdo? - pregunté. - En... ya sabes... - jugueteé con mis dedos, encima de mi regazo. - ¿Nuestra familia? - sonreí, llevando mis manos a su rostro y acariciando sus mejillas con dulzura.

- ¿Nuestra familia? - soltó una carcajada sin gracia. - ¿No te parece que...

- Ya tenemos veinte años, Lee - san. - sonreí. - Y aunque me de una pena inmensa admitirlo... aún sigo amándote. Cómo y mucho más que la primera vez que nos vimos.

Su rostro se tiñó de un color extravagante rojo mientras besaba su mejilla derecha con ternura.

- Te amo, Lee - san. - musité, mordiendo mi labio inferior sutilmente.

Sus ojos negros se llenaron de lágrimas que, segundos después, no logró contener.

- Es una pena. - susurró.

Abrí mis ojos como si de platos se trataran.

- Lee - san se encuentra bien ¿Verdad? - pregunté, con una mirada de preocupación furtiva. - ¿A qué se refiere Lee - san con esas palabras? - ladeé mi cabeza, con confusión. - ¿Qué "Es una pena"?

- ¿Alguna vez has decidido entre hacer sufrir a una persona y protegerla ó amar a esa persona y dejar que la lastimen? - preguntó.

Negué con la cabeza, ligeramente.

- ¿Ese es el caso de Lee - san? - esbocé una sonrisa, limpiando sus lágrimas con mis pulgares. - Yo puedo ayudar, soy buena escuchan...

En menos de un minuto, me tenía acorralada entre sus brazos.

Rodeaba mi cuerpo, envolviéndonos en un cálido y duradero abrazo, que comenzó de parte del azabache.

- Si la vida privada se comentara a medio mundo, dejaría totalmente de ser privada. - afirmó.

Me quedé callada.

- Y si las personas pensaran hasta en los mínimos detalles de cada quién, no habrían secretos. - continuó. - La belleza no solo está en el interior, pero uno no puede buscarla solo en el exterior.

- No estoy entendiendo... - musité, luego de un largo silencio.

El pelinegro suspiró y dejó escapar de él, un pequeño movimiento de su cuerpo, acurrucándome entre su pecho.

Podía volver a sentir su aroma a vainilla, como si fuera la primera vez que siento uno de sus abrazos cálidos.

- No todo es lo que parece, ____________. Vaya que te amo. - afirmó.

De alguna manera, me sentí feliz.

- Pero eso es imposible. - se alejó de mí.

- ¿Q-Qué? - hablé inconscientemente. - Ah, Lee - san de nuevo está jugando conmigo. - deslice mis manos por mi nuca.

- Es imposible... porque sinceramente, te odio. - desarraigó totalmente, el contacto con mis ojos. - Odio que no pueda controlar mis impulsos por besarte, odio que todo esto esté ocurriendo, odio completamente la estupidez que cometí. Sin embargo... te odio, porque simplemente no eres, como dices, perfecta para mi amor.

- Estás lastimándome. Lo sabes... ¿Verdad, Lee - san? - agaché la mirada. - Antes de irme a Suna, de nuevo... - tomé aire. - Quiero decirte, que ya no soporto las mismas pesadillas que he tenido en estos últimos meses. Te veo, de entre algunos árboles que, la luna resplandeciente y la oscura noche, forma algunas sombras tenebrosas.

Me observó con atención.

- No puedo caminar... la fría brisa me hace retroceder repentinamente. Te alejas. - esbocé una sonrisa ligera. - Grito tu nombre, pero... no quieres regresar tu mirada hacia mis ojos. - niego con la cabeza. - Luego se oyen algunas voces, de las que puedo distinguir que dicen: "El odio y el rencor, alimentan al amor de alguna manera que, este cuento de hadas, el que ahora vivimos, solo será un cuento de hadas. Uno de esos, que terminan y las personas lo olvidan". - musité.

El azabache, posó sus manos en mis mejillas. Manos que, desarraigué de mí, totalmente.

- ¿Lee - san sabe lo que eso significa? - pregunté, con una extraña sonrisa que, se aparecía de entre mis labios. - Soy una mujer. Las mujeres podremos ser complicadas y... ebrias. - bromeé, recordando las palabras de Kankurō. - Pero eso, se concluye cuando te veo. Ó al menos... eso se concluía cuando te veo. - sonreí. - Ya no más, Lee - san. Ya no seguiré persiguiendo este "Cuento de Hadas".

El azabache retrocedió algunos pasos.

- Yo amo a Lee - san, pero... por ahora, solo será un "Yo amaba a Lee - san". - enuncié, posando las manos en mi pecho.

- ¿Por... ahora? - musitó este.

Asentí ligeramente con la cabeza mientras mis ojos se recargaban de lágrimas que luchaba por no dejar escapar.

- Por ahora. Ya que, Lee - san está odiándome, como él dice... - esbocé una sonrisa. - Sería tonto seguir amando a una persona que te odia ¿Verdad? - pregunté. - Nadie está a salvo de la tristeza... y como en estos últimos días, Lee - san me ha lastimado mucho, yo no pienso seguir así, intentando hacer que cambies de opinión sobre mí.

- ___________, pero...

- Adiós, Lee - san. - me despedí con las manos, intentando no tambalearme de un lado hacia el otro mientras me alejaba de su lado. - Por favor... - musité, llamando su atención y girando ligeramente mi cabeza hacia su lado. - ... despídeme de Yasushi y no le digas que Lee - san me ha lastimado. - esbocé una sonrisa. - Él no debe saber que su prácticamente "madre", está siendo aturdida por el rencor.

Una pequeña mueca de tristeza, se dejó percibir aún cuando mis cabellos cubrían mi rostro.

Caminaba como si frente a mi, hubiera una gran horca. Una de esas situaciones que se denominan: "Entre la espada y la pared", que solo el orgullo alimentaba.

Como Fuego y Agua •Rock Lee y Tú• ◀2▶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora