Capítulo 1:Ira no es justicia

71 7 0
                                    

— No – repitió el viejo jedi mientras bajaba las escalas de piedra vigorosamente, casi como si quisiera escapar de la joven. Ella lo seguía con tenacidad, y no se callaba desde que habían empezado el descenso.

— ¿Por qué no? — preguntó Rey con voz algo entrecortada por la caminata. La vara y el morral que cargaba embarazaban un poco sus movimientos en aquel terreno irregular, por lo que tendía a rezagarse.

Ambas figuras descendían vacilantes por la ladera de un cerro. El viento marino desordenaba los cabellos de ambos, y la soledad del paraje isleño era imponente, palpable casi como un personaje más cuya extensión llenara todo. Mirando la escena desde la distancia, el hábito oscuro del Luke Skywalker tendía a confundirse en las sombras de las grandes rocas esparcidas como escombros por toda la montaña, mientras la ropa más clara de Rey contrastaba claramente con el verdor de la abundante hierba, que se extendía por las peñas de forma muy similar al musgo. Todo allí era agreste y fresco, ventoso y marino, y la única señal de vida no vegetal eran los senderos y ruinas de piedra gris que aparecían aquí y allá a distintas alturas, y en distintos estados de conservación, sin orden ni concierto.

Llegaron a un camino horizontal, y el viejo Skywalker torció hacia la derecha, apresurando el paso. Ella lo seguía de cerca, ya con más facilidad.

— Maestro, dígame por qué no. ¿No soy lo suficientemente buena? ¿Por qué no se detiene un momento y habla conmigo? Me pidió que le contara todo, y lo he hecho. Pero usted simplemente me vuelve la espalda y no me explica nada. Yo necesito saber.

Esta última frase sonó levemente temblorosa, denotando algo de desesperación. Quizá fue esto lo que hizo que Luke se detuviera por un instante, y girándose apenas hacia ella, le dijo:

— Agradezco que me hayas traído el sable, y que me hayas contado tu historia en detalle. Pero no pienso enseñarte ni decirte nada. — Y reanudó la marcha sin más.

Rey sentía ira mezclada con cierta impotencia, pero trataba de no dejarlo traslucir. Se había comportado así toda su vida: en Jakku, si dejaba escapar sus emociones sin control, salvo cuando era atacada, casi siempre ocurría algo malo. Como mínimo, todos se reían de ella, y algunas veces había cometido errores como descuidar los pequeños montones de chatarra que había recolectado con gran esfuerzo bajo soles inclementes durante toda una jornada de dolor, hambre y cansancio. En esos casos, después de dejar de pelearse furiosamente con alguien, volvía al trabajo sólo para descubrir que le habían robado todo y que se había tratado de una vil distracción. El hambre era muy fuerte en esos días en que no había chatarra para intercambiar por porciones.

— ¿Es porque soy mujer? — preguntó, aunque conocía la respuesta a esa pregunta. — ¿Es porque soy muy vieja para ser padawan? ¿Soy mala?

El jedi no respondió. Al doblar un recodo, apareció ante ellos una pequeña choza, construida parcialmente en sólida piedra, pero techada en parte con brea y ramas. El hombre desapareció agachándose un poco para cruzar la estrecha y baja abertura que servía de puerta a la precaria construcción. Rey llegó frente a la choza también, pero se detuvo antes de entrar.

Miró al cielo buscando algo de paciencia. Por un instante la distrajo el hecho de que allí no se veían tantas estrellas como en Jakku, donde eran visibles incluso cuando la luz solar no había desaparecido por completo. Acá el ambiente era más húmedo, por lo que las nubes propiciaban la oscuridad. Descargó la vara de su hombro y la arrojó al piso con hastío. Empezaba a sentir frío.

Dio un hondo suspiro y se acercó a la oscura entrada, desde la cual emanaba, claramente perceptible para ella, la vibración de La Fuerza, aunque de un modo extraño.

— ¿Maestro Skywalker? — llamó, tratando de distinguir algo en la oscuridad del interior. Parecía haber una tenue luz en la casa, pero sus ojos no se habían acostumbrado. Este podía ser el hogar del jedi, y un sentido de respeto hizo que la joven no se decidiera a cruzar el umbral.

El sol declinaba rápido en el lejano extremo del mar, y el aire se volvía más gélido y más turbio. Habría casi tanto silencio como en las tardes de Jakku si no fuera por el lejano rumor de las olas y el sonido de la brisa. Ninguna otra criatura viviente parecía haberse establecido por allí.

Se echó hacia atrás los mechones de cabello que habían escapado a su peinado lo mejor que pudo, y volvió a inclinarse para llamar unas cuantas veces. Pero no hubo respuesta.

Se sintió desanimada, clavada frente a la puerta. Dudaba si debía ingresar o no al recinto que se abría frente a ella. Al cabo de unos instantes, hizo un gesto de desesperación con las manos y dio la media vuelta para recoger el báculo y largarse.

En ese momento, la voz de Luke casi la sobresaltó, resonando desde la oscuridad:

— Hay mucha soledad y mucho enojo en ti. Estás llena de ira justiciera. Odias las injusticias, pero debes entender que la justicia no puede hacerse a punta de golpes, controlando todo por la fuerza. Venganza y justicia no son sinónimos. Perseverar es bueno, encarnizarse es malo. Ser valiente es bueno, ser precipitado es malo. Ordenar las cosas y dominarlas son misiones totalmente diferentes, pero muy fáciles de confundir. Ese es uno de los caminos al abismo del Lado Oscuro.

Rey se volvió otra vez hacia la puerta, y vio que el jedi se aproximaba con una pequeña lámpara en la mano de metal, pasando de ser una mera sombra a ser una figura tenuemente iluminada. La expresión de su rostro barbado era impasible. Luke se encorvó para salir de la casa, y se paro frente a ella mirándola a los ojos.

— No voy a perder a ninguno más – prosiguió – Ya han sido demasiados.

Hubo un silencio en que las sombras se alargaron hasta cubrir casi todo y la soledad se volvió más amenazante. Las tonalidades rojizas del crepúsculo habían terminado de derramarse sobre los cerros, sobre la grama y sobre las peñas, y pronto todo desaparecería en la negrura de la noche. Rey lo miraba directo a los ojos, sin vacilar, con toda la fuerza y determinación que le eran características, pero sin saber exactamente qué responder. Sentía que la acusación de estar llena de resentimiento era exagerada e injusta. Lo de la soledad, eso sí, lo reconoció de inmediato, pero, ¿cómo podía ser culpada por eso? No obstante, rastreaba su interior, y a su pesar reconocía que debía haber algo de cierto en las palabras del viejo jedi. Ella no podía soportar las injusticias, sobre todo la violencia y los latrocinios hacia los débiles. Con ese espíritu había defendido a BB-8, había atacado precipitadamente a Finn y había regresado al establecimiento de Maz Kanata bajo el ataque de la Primera Orden, disparando a todo lo que se movía, cuando quizá lo correcto en ese momento hubiera sido actuar con cautela.

« Puedo mejorar» murmuró finalmente, sin dejar de mirar directamente a los ojos azules del viejo.

Luke esbozó una sonrisa casi imperceptible. Sentía La Fuerza en ella, viva, vibrante, como una onda de fortaleza, valor y sinceridad que pocas veces percibió en otros, pero también percibía la impaciencia y el conflicto con la injusticia nacido de las heridas del pasado de Rey. Los ojos del hombre, que revelaban el paso de los años, no expresaban enojo o impaciencia, sino más bien una especie de compasión, como si estuviera contemplando a una persona que se encaminaba hacia una prueba terrible, hacia dolores que él hubiera preferido ahorrarle. Y Rey lo percibió así, tal cual, y sintió una leve punzada de temor, pero sólo por un instante.

— Al menos no entraste a mi casa sin ser invitada – dijo después de una pausa que pareció eterna – Y esperaste bastante tiempo en silencio frente a mi umbral. Has moderado tu ímpetu juvenil y has tenido un poco de paciencia. Eso ya es algo.

Hizo un gesto con la mano invitando a la joven a seguirlo al interior. Rey sonrió radiante y se agachó para recoger su vara. Cuando ya se inclinaba para atravesar el umbral , el jedi la tomó suavemente del brazo con su mano izquierda, la cálida y humana. Cuando ella se volvió, Luke levantó un dedo ante su rostro en gesto admonitorio, y dijo:

— Aún no lo he decidido. Lo estoy pensando

— Ya me habían dicho eso antes – respondió Rey, con los ojos brillantes de entusiasmo.

Siempre hay dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora