Samuel y Guillermo habían estado hablando durante unos siete minutos.
No una amena charla entre amigos, pero si intercambiaron palabras, no ofensivas, durante ese tiempo, lo cual les pareció raro a ambos.
—¿Sabes que puede aparecer la enfermera y dar la alerta de que te ha visto aquí, no? —dijo el menor, con la esperanza de meterle miedo y sacarlo de allí.
—La mataré si intenta algo. —El castaño sabía lo que el chico pretendía, y estaba claro que no iba a asustarlo. En todo caso, sería él quién lo aterrorizaría.
El rostro del joven se puso pálido. ¿Cómo podía decir algo semejante con tanta sangre fría?
—Pero no te preocupes, no es lo que tengo previsto hacer —Samuel lo miró con disimulo. Aún estaba en esa posición en la que parecía debatirse entre salir corriendo o esperar, no tan pacientemente, a que alguien viera allí al chico de brazos impotentes—. Puedes tumbarte con tranquilidad, no pienso hacerte daño.
El chaval, que quería hacer caso del contrario para evitar más problemas, se movía con extrema lentitud. Ambos se observaban en ese proceso. Guillermo, con desconfianza y terror, y Samuel sin expresión alguna en su rostro, como si nada para él fuera importante. Aunque, suponía que ya hacía mucho tiempo desde que algo le había importado realmente.
Se encogió de brazos, ante aquel terrible pensamiento.
Cuando notó que el más pequeño empezaba a relajar su cuerpo, reunió la fuerza necesaria para comenzar a hablar.
—Realmente no quise golpearte así —dijo—. Si es cierto que siempre he deseado pegarte, pero no hasta tal punto... Al menos no tan pronto.
En cierto modo, el castaño quería disculparse, pero no del todo, era una sensación rara y difícil de describir. También intentaba calmarlo con lo que dijo, pero no había conseguido más que alterar de nuevo al joven. Él no era nada bueno en eso. Siempre se le había dado mejor ser un bruto. Un salvaje, un bestia.
Y, aunque Guillermo no podía ver aquello con claridad, lo percibió, pero no se daría cuenta hasta más tarde, de lo que quería transmitirle el chico.
Al más joven seguía sin salirle las palabras. Era bastante impotente tener a Samuel tan cerca de él, después de todo lo que había pasado.
—Espero que no te hagas ideas raras de lo que te acabo de decir. No soy tu amigo y no me das lástima. No sentiría nada quitándote la vida, y quiero que eso te quede del todo claro.
Díaz tragó en seco, sin esperarse aquellas dirás palabras que se clavaron en su cabeza, y asintió casi inconscientemente.
—Si aceptas obedecer mis órdenes todo te irá mejor. Incluso serías protegido por mí, en caso de que tuvieras problemas con algún otro prisionero.
El chaval desvió la mirada hacia cualquier lado, pensándose lo que le había propuesto.
Aunque, claro, no es que hubiese mucho que pensarse. Necesitaría a alguien que pudiera protegerlo. Ahora sí. No es sólo por su situación física actual, sino psicológica. De Luque le había creado un trauma. Y durante los próximos días, este se aparecería en sus sueños para recordárselo, como si fuese algo que pudiera olvidar...
—No hace falta que me respondas ahora. Te visitaré diariamente, así que podrás pensártelo con calma. Eso sí, tendrás que darme una respuesta antes de que salgas de este sitio —dijo Samuel, mirando a su alrededor. Se dio cuenta de que aquello podía interpretarse de varias maneras, así que decidió dejarlo más claro—. Y me refiero a la enfermería, no a esta maldita prisión. Es evidente que de aquí no saldremos.
El chaval que seguía acostado sobre la camilla ignoró las últimas palabras del contrario y respondió a lo que importaba.
—No hace falta que lo piense —dijo. Samuel arqueó las cejas, demostrando sorpresa—. Acepto tu propuesta.
El mayor no pudo evitar dibujar una siniestra sonrisa en sus labios, algo que provocó que al menor le recorriera un escalofríos por todo su cuerpo.
—¿Estás seguro? —le preguntó— ¿No quieres algunos días para pensarlo?
Y, a pesar de que no lo estaba, quiso mantenerse firme a su palabra. No quería demostrarle más miedo del que ya le tenía.
—Estoy seguro. Y no me echaré atrás en esta decisión.
El castaño volvió a sonreír y asintió con la cabeza, como aprobando lo que había decidido el más joven. Acababa de cometer una locura, pero tal vez el chaval no le quedaran demasiadas opciones...
—Debemos irnos —Una cabeza se asomó por la entrada. Era Miguel, quién venía a recoger a Samuel para llevárselo de vuelta a su celda. Ya había pasado el tiempo que le había prometido, y era hora de volver—. Levántate y ven hacia aquí.
De Luque, quién ahora miraba al carcelero, desvió la vista hacia el chico, que los observaba boquiabierto.
Así que uno de los que quiso que lo golpeara, había traído hasta allí su más terrible pesadilla.
Ahora se preguntaba más asustado, ¿Habré hecho bien al decirle que lo obedecería en todo? ¿Y si todo esto es un plan maquiavélico de los jefes, y pensaron en traer a Samuel, porque a mí me aterra él?
El esposado se puso en pie y caminó en la dirección correcta. Se giró para mirar, una vez más, al chico y, sonriendo, dijo: Puede que te arrepientas de tu decisión, pero ya no hay vuelta atrás... Al menos, puedo asegurarte que nadie, más que Tomás, Percy y yo, te pondrá la mano encima. Hasta pronto, Willy...
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¿He tardado mucho en subir? Siento si es así, ahora tendré más tiempo (espero) para escribir, así que supongo que actualizaré más a menudo. ^^
Espero que hayáis disfrutado del capítulo y muchas gracias por todo. <3
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Prisioneros [Wigetta]
FanfictionSamuel y Guillermo son dos prisioneros que empiezan su relación con mal pie. Uno hará lo posible para encarar al otro, quien, en vez de rendirse y dejar de molestarlo, se hará cada vez más pesado. ¿Qué pasará entre estos dos chicos? ¿Decidirán, alg...