Capítulo 1: Igual Pero Diferente

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Esos momentos, en los que sueñas que eres diferente, que eres especial, que podrás hacer grandes cosas pero, cuando abres los ojos, ves que no es así, que eres igual que los demás, que acabarás como todos, haciendo lo mismo.
Yo me sentía así normalmente, pero en especial ese día. Cierto que era como cualquier otro: había ido al colegio, después a comer a mi casa y había leído un rato, pero ahí acababa todo.
Me había ido a dar una vuelta en bici, para escapar de la locura de mi padre con su trabajo.
Sí, mi padre únicamente, mi madre murió cuando era pequeña, tampoco es que me doliera mucho, no tenia más que cinco años, creí que se había ido de viaje y que volvería en unos días, así fue hasta que me hice mayor y comprendí que no volvería, que el viaje que había emprendido no tenía camino de vuelta. Ahora la echo de menos, me arrepiento todos los días de no haber aprovechando cada segundo que estuve con ella. Mi padre me dice que me parezco mucho a mi madre, tez pálida, ojos verdes, labios rojo intenso y pelo negro azabache. Pero no soy ni de lejos tan guapa, esa sonrisa que tenía, la magia de su mirada, pero bueno, no debo dejarme llevar por el pasado.
Me fui a mi lugar favorito, un campo que hay saliendo de la pequeña ciudad en la que vivo. No hay gente, porque para llegar hay que tomar un pequeño camino de tierra desde la carretera que casi nadie conoce. Me fui a la sombra de mi árbol y cogí el libro que me había llevado. Me Tumbé en la cama de fresca hierba, hacía un día precioso, se oían los cantares de los pájaros.
Pasó el tiempo, mas yo, aún absorta en el libro, no me di cuenta de que, poco a poco, habían empezando a llegar negras nubes de tormenta y lo único que se alcanzó a oír fue el eco amortiguado de una bandada que huía, hasta quedar únicamente el sonido del roce del viento en la hierba y las gotas de lluvia que ya empezaban a caer. Guardé el libro rápidamente para que no se mojara y ya disponía a marcharme cuando ví, a unos metros, la silueta de un hombre inmóvil. Cerré un segundo los ojos para asegurarme de que no me lo estaba inventando, pero cuando los volví a abrir, le distinguí por un breve momento, antes de que desapareciera en una nube de cenizas negras.
Me quedé paralizada unos segundos, pero la razón pudo con el miedo, me monté en mi bicicleta y me fui corriendo a mi casa. Sabía que solo había sido una sombra, pero intuía que era algo malo y que si me descuidaba, volvería a aparecer.
Llegué a mi casa agotada pero no paré hasta haber cerrado la puerta detrás de mi.
— Hazel, ¿eres tú?— preguntó mi padre desde su despacho.
Fui corriendo allí para explicarle lo sucedido.
—Papá, antes, cuando he ido a dar una vuelta, he visto una sombra oscura que se disipaba en una nube de ceniza y de verdad que no me lo invento, era oscura y...—noté cómo a mi padre se le iba cambiando la cara por momentos hasta adoptar una mueca de terror.
—Ya han llegado — murmuraba mientras se levantaba de su silla y cerraba todas las ventanas y la puerta con llave — Creí que tardarían más, es muy pequeña, todavía no, no. — le temblaba la voz.
—¿Quién, papá, quién ha llegado?— mi padre reparó en que seguía ahí. Se puso en frente mío.
—Oye, lo siento, no es momento de contestarte, pero me debes hacer caso. Te quiero y tu madre también te quiere —dijo cogiéndome por los hombros —ahora estás en peligro, debes huir, hay una trampilla en el sótano, te llevará a un lugar seguro.
—Pero, papá, ¡no entiendo nada! ¿Quién viene? ¿Qué pasa?—dije tartamudeando.
Nada más terminar la frase, vi una sombra como la que había visto antes, acercarse a mi padre y, sin darme tiempo a reaccionar, le puso el dedo índice y el pulgar a los lados de la nuca. Grité intentando avisarle pero mi boca no acataba mis órdenes. Notaba la sangre palpitándome el los oídos y me sudaban las palmas de las manos, pero me había quedado paralizada, no conseguía moverme. Lo único que dijo mi padre antes de caer al suelo inerte, fue un tímido susurro, que sólo entendí leyéndole los labios, <<corre>>, me había dicho, pero no podía irme y dejarle ahí, tendido en el suelo, con un charco de sangre que iba creciendo lentamente.
—¡Papá! ¡Papá!—silencio —¡Papá, vuelve a mi lado!
—No va a volver, no lo intentes. —me dijo el hombre que había matado a mi padre, tenía una voz profunda y oscura, acorde con él.
Volví a la realidad, sabiendo que era cierto, pero, la muerte de mi padre no iba a ser en vano. Si venía a por mí, escaparía antes de que pudiera tocarme. Empecé a correr hacia las escaleras para bajar al sótano, pero tras haber dado unos pasos, mis pies volvieron hacia atrás en contra de mi voluntad hasta situarme cara a él. Lo último que vi fue su malvada sonrisa, después, todo se volvió borroso y perdí el conocimiento.

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