Capítulo 7:Tentación

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Fue cuestión de pocos minutos en el veloz speeder. Al llegar al pie del cerro Octus, tuvo que dejarlo y proseguir la marcha trepando y gateando, subiendo penosamente. El día era gris y el bosque sombrío, fresco y oloroso, pero había suficiente luminosidad para avanzar entre los matorrales, las piedras y los troncos. Al llegar a un terreno horizontal, Rey sintió la presencia del Lado Oscuro; le pareció que toda la montaña retumbaba y gemía con alaridos de dolor, como si estuviera llena de gente que estaba siendo torturada, y de pronto hizo más frío. Descolgó el sable de Skywalker del cinturón, y lo encendió: los enemigos pronto se mostrarían. Al mirar en derredor, tuvo una vista privilegiada de la abandonada base de la Resistencia, con sus hangares y cuarteles que ya sólo cobijaban soledad, en la distancia. Vio en la losa de aterrizaje al Halcón Milenario brillar como un punto, como una estrella solitaria.

Zana apareció frente a ella, por detrás de unos troncos muertos. Rey vio a una jovencita de baja estatura vestida de negro que empuñaba un sable rojo: sus ojos rasgados eran penetrantes, y su sonrisa se torcía en una mueca desagradable, dejando sus afilados colmillos al descubierto. Avanzó hasta quedar a unos pocos metros. Rey la estudiaba con el sable por delante, inmóvil. No supo distinguir a qué especie pertenecía: era casi humana.

— ¿Cómo te llamas? — preguntó Zana, con los ojos clavados en los de la padawan.

— Soy Rey — respondió ella después de un instante.

— Rey — repitió Zana, asintiendo — me han hablado tanto de ti que tenía deseos de conocerte...me gusta tu ropa de padawan, y... tu trenza.

La tarde estaba perdiendo luminosidad; si Rey hubiera estado en una disposición de ánimo normal, le hubiera sorprendido que ningún ave o animal hiciera ruido. La chica de negro la miraba como si estuviera a punto de iniciar un juego divertido y curioso con una contrincante odiada de la escuela que deseaba ardientemente vencer. La discípula de Luke apuntó con su sable en dirección a la base abandonada y preguntó:

— ¿Tu hiciste eso? ¿Tu asesinaste a todas esas personas?—

Zana sonrió.

— Supongo que yo contribuí con algunas muertes —

La padawan se sentía furiosa, pero también algo perpleja. No tenía ante sí a un guerrero amenazante: era más bien una adolescente. Deseaba que ella iniciara los ataques, así que dio un paso hacia atrás, se puso en guardia con ambas manos sobre la empuñadura y esperó.

— Ah, si — prosiguió Zana, con un tono irónico — y también estaba pensando hacerme un collar...con estos — y entonces levantó algo que hasta el momento había mantenido oculto detrás de sí: era una mano. Una mano de piel oscura.

Entonces Rey no soportó más. Se lanzó contra la chica con el sable por encima de la cabeza. Zana dejó caer lo que parecía ser la mano de Finn, algo sorprendida, para defenderse. Los sables se cruzaron con un chasquido. Rey, con los dientes apretados, sentía la fuerza de su adversaria, y supo que podía vencerla. Se sintió repentinamente poderosa.

La muchacha de negro retrocedió dando estocadas, pero Rey avanzó decididamente, siempre al ataque, golpeando con furia. Percibía que el miedo de su oponente aumentaba.

— Tenían razón sobre ti — dijo Zana cuando logró alejarse un poco, jadeando — quizá eres la elegida, la que viene a cumplir la Profecía del Equilibrio de la Fuerza.

Rey se lanzó sobre ella nuevamente. La joven aprendiz del Lado Oscuro trató de alejarla de sí con un empujón a distancia, pero fue un error: la padawan de Skywalker ya sabía superar eso. Atravesó la energía de su adversaria y le dio un rodillazo en la boca del estómago. Zana se dobló y cayó con una rodilla en tierra. Trató de levantarse, pero quedó por un instante de espaldas a su rival; Rey le dio una estocada de arriba a abajo en el hombro, y el brazo de la joven, con buena parte del hombro e incluso algo de la espalda, cayó cercenado con la mano aún sosteniendo el sable apagado. Zana dio un alarido espantoso y y cayó gimiendo. La herida era terrible, y de inmediato Rey empezó a sentir como la vida se debilitaba en aquel pequeño cuerpo.

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