Hoy cumplo un año más de vida. No lo digo para que me feliciten por ello, sino para compartir con mis amables lectores una profunda reflexión sobre este fenómeno.
La vida es como una funda llena de caramelos que se nos regala cuando nacemos. Al principio comemos caramelos como locos, regalamos o sencillamente tiramos los que no nos gustan, hasta que de repente miramos la funda y descubrimos que ya solo quedan en ella unos pocos.
Entonces hacemos un alto en el camino para reflexionar sobre esta realidad. Ya no derrocharemos los caramelos que quedan en la funda. Por el contrario, seremos más selectivos en el consumo de las golosinas restantes, procurando que valga la pena consumirlas antes de que lleguemos a la última.
Hoy comeré otro de los pocos caramelos que me quedan y echaré una mirada dentro de la funda para ver cuántos me quedan. Pero no se puede. Nadie puede saber cuántos caramelos quedan en su funda. En consecuencia, actuemos como si fueran los últimos y hagamos lo mejor que podamos en cada tarea que nos toque desempeñar.