-Y esa finca ¿es tuya? –Ángel miro a Caliope con interés
-Algo así –Ella suspiro, realmente no sabia que era suyo y que no –Sebastián ya debería estar aquí
-No puede venir –Damian salio de la sala con el telefono en la mano –Acaba de llamar y me pidió que os llevara
-¿Tu? –Caliope frunció el ceño –No es necesario, podemos ir en mi coche
-No sabes llegar –Damian sonrió y cogio las maletas –Vamos, que yo os acerco
-Esta bien –ella suspiro y miro a Ángel y Alejandro -¿Lo tenéis todo?
-Si –Ángel asintió con una sonrisa y tomando a su hermano de la mano lo llevo hasta la salida siguiendo a Damian
Caliope cogio a Alina en sus brazos y suspiro ¿Por qué Sebastián no la había llamado ahora? ¿Cuánto tardarían en llegar a la finca? No pensaba que pasar un viaje con el y los niños fuera buena idea. Si al menos su prima la acompañara, pero su vuelo de regreso a Londres salía esta mañana temprano.
Una vez en el coche todos se quedaron en silencio mientras Damian conducía pensativo.
-¿La hechas de menos? –miro de reojo a Caliope –A tu prima
-Si –ella miro por la ventanilla –Me hace mucha falta
-Pero ahora nos tienes a nosotros –Alejandro se incorporo hacia delante tirando del cinturón –Nosotros cuidaremos de ti
-Claro –Caliope rió y se giro para mirarle –Estoy segura de que me cuidareis muy bien, ahora pega la espalda al sillón
-¿Sabéis montar a caballo? –Damian miro por el retrovisor a los niños
-¡Caballos! –Alejandro sonrió ampliamente -¡¿Podemos montar?!
-Yo si se –Ángel asintió –Mi padre me enseño, Alejandro no tuvo tiempo de aprender
-¿Y tu? –Damian sonrió a Caliope
-No –Ella frunció el ceño –Nunca me he fiado mucho de esos animales, mi madre les tenia pánico
-Yo montare con vosotros –Damian miro fugazmente a los niños y volvió la vista a la carretera –Estoy seguro de que aprenderás pronto Caliope
-¿Aprender? ¿Yo? –Su voz sonaba alarmada ¿el quería enseñarle? ¿Se iba a quedar? No, eso no podía ser –Pero tu te vas ¿no? Es decir, tienes cosas que hacer
-No me importa quedarme –El la miro y sonrió –Es viernes, puedo tomármelo libre
Caliope observo maravillada la verja ante la que el auto se paro, una inmensa verja de hierro negro con la D, en el centro. Una vez abierta se deleito con aquellos inmensos jardines, la maleza, los árboles, paso frente a lo que parecían ser los establos y el vallado donde varios hombres adiestraban caballos ¿Todo esto permanecían a los Durtzed? Cuando el auto se paro frente a la casa, sus ojos se abrieron con sorpresa, un maravillas cortijo en blanco, con rasgos griegos.
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Pasión Griega
RomansaUna llamada, un billete de avión y una cita con un abogado. Eso era lo único que Caliope esperaba encontrar al regresar a Grecia. Siete años llevaba ya fuera de casa, ¿Por qué? Por ella, por lo que era, por quien era. Con tan solo dieciséis años...