Ellie. #6

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Tú. Chico ambivalente de la lluvia. ¿Cuándo piensas liberar mi alma de tu maldición?...

Olvídalo, no soy buena para la poesía. Lo que quiero decir es... ¿recuerdas cómo nos conocimos por segunda vez? Tú estabas allí, frente al paradero, tan sólo sosteniendo un paraguas; mientras que yo, al otro lado de la calle, estaba empapada e incapaz  de alejar mi mirada de ti.

Sin pensarlo dos veces, me lancé hasta el medio de la calle. Quería saber si en realidad eras tú porque creía que no podía ser posible. Es decir, ¿qué clase de coincidencia era que tú estuvieras allí, en la misma ciudad, a la misma hora, en el mismo puesto?

Creo que lo mejor de todo fue que no me reconocieras en absoluto. Fuiste amable conmigo porque, supongo, creíste que estaba perdida. Y lo estaba, pero no como tú pensabas: sabía exactamente en dónde estaba y a dónde iba. Pero desde el momento en que te ví, me perdí. Nada más y nada menos que en ti. De alguna manera, me maldijiste y tomaste mi alma cuando me propusiste compartir tu paraguas.

Dijiste que nunca habías visto a una chica tan impulsiva en medio de la lluvia, en la madrugada, pero yo no podía contestar a eso.

No había sido impulsiva, había seguido a mi corazón de forma bastante adecuada.

PD: Vuelve a casa.

Ellie.


Cerré la laptop, la escondí debajo de la cama y salí hacia el pasillo. Lo primero que había frente a mí era, irónicamente, un espejo.

Supongo que lo había colocado allí desde el primer día para ver cómo empeoraba. Y si no había sido así, pues ahora lo era.

Mis ojos estaban más hundidos, mi cabello lucía débil y sin brillo, mis labios estaban pálidos y resecos, y las condiciones de mi cuerpo eran cada día peores. Más consumido. Más deshidratado.

Suspiré, y sin quererlo, ya estaba sumergida en la autocompasión.

Apreté fuertemente mis puños, enojada conmigo misma.

Solía ser tan fuerte, tan inteligente, tan independiente. ¿A dónde se había ido la chica que tenía tantas ganas de vivir ardiendo en su pecho? ¿En dónde podría encontrarla?

De pronto, escuché el timbre. Dos veces.

Me encaminé por el pasillo, el cual llevaba hasta la sala, la cocina y la entrada principal, y me acerqué rápidamente a la puerta. Cuando la abrí, una gran sonrisa brotó de mis labios. Impulsivamente, me lancé hacia él y lo envolví en un abrazo.

Estaba emocionada porque estaba allí, porque había vuelto. Sin embargo, pronto me di cuenta de que algo andaba mal.

Me separé lo suficiente de él como para verlo a la cara y noté que sus ojos estaban acuosos.

—Elliot —murmuré con la voz cargada de preocupación—. ¿Qué pasó? ¿Qué va mal, cariño?

Él tragó saliva y entreabrió los labios, pero luego los cerró. Se introdujo en la casa, haciéndome echar para atrás, y cerró la puerta a sus espaldas para luego recostarse en ella.

—Perdí a Sassy —dijo luego de un rato de expectante y torturante silencio. Mi corazón se detuvo en ese momento, y lo único que fui capaz de hacer fue acercarme a él y regresarlo a mis brazos. Elliot comenzó a sollozar sobre mi hombro, haciendo que se me rompiera el corazón.

Sassy era su perrita de toda la vida. Tanto así, que creo que Elliot vio a Sassy antes que a su propia madre al nacer.

—¿Cómo? —susurré.

—No lo sé —pausó—. Estaba a mi lado; me volteé un segundo para comprar una botella de agua, y cuando me volví... ya no estaba —me apretó más entre sus brazos antes de murmurar—: Quiero que vuelva, Ellie.

Entonces me pregunté cuánto le dolería verme partir. Cuánto dolor podría sentir al ver que me iba porque, para ser sincera, yo jamás había experimentado el sentimiento. Es decir, sí, sentí un vacío en mí en cuanto se marchó a casa de su madre, pero tenía asegurado que volvería.

No obstante... la que siempre se iba sin mirar atrás, la que abandonaba los lugares, la que era de poca relevancia para todos... era yo.

Si algún día me dejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora