ANNELISSE

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"Después de la tormenta viene la calma, la paz. Si a Cristo, tú de rodillas, se lo pides."

PILATIO, COLOMBIA. DICIEMBRE DE 2039.

Desperté al escuchar los estruendosos gritos del viento que nacían al chocar contra aquella pequeña apertura que siempre se encontraba sellada con plásticos en lo alto de la mohosa pared; aquella apertura, que era lo único que podía bendecir mis ojos con la poca belleza que quedaba en mi mundo; contra aquel simple hueco, que era capaz de brindarme el más masoquista recuerdo de un mundo que ya está muerto.

Me incorporé sobre la cama y escuché rugir uno a uno los resortes oxidados que se ocultaban en el colchón casi inexistente que la señora Ellie, muy amablemente, me había regalado hace siete noches, después de que me encontrara en aquel burdel, el cual recuerdo como el mismo infierno

-¡Despierten, holgazanes! -gritaba el ser más horroroso, mientras pasaba bruscamente su bolillo por cada uno de los barrotes que nos privaban de la vida- ¡No los tenemos aquí para atenderlos, señoritos, levanten sus mugrosos cuerpos de la cama y diríjanse a las duchas!

Rodé mis ojos y liberé un suspiro, rendida. Tomé algunas cosas para poder lavarme, después de todo sí tenía un cuerpo mugroso, ¿pero cómo no estarlo si los baños son cada tres días? La guerra también trae desgracias mucho peores al pueblo, como la sequía. Caminé hasta encontrarme al frente de los barrotes, esperando a que mi puerta fuera abierta, y yo por fin pudiera salir. A lo lejos, vi como aquella anciana abría una a una las puertas y liberaba a todas esas almas inocentes.

-Buenos días, cielo -decía la señora Ellie, con su voz desgastada y cansada, y al mismo tiempo, la voz más amable y dulce que conocía, mientras buscaba la llave que era el único objeto que me traía desgracias cuando la luna empezaba a nacer, y alegrías, cuando moría-. ¿Amaneciste bien? La brisa cada vez es más devastadora, Dios debe de estar enojado con su pueblo otra vez.

-Buenos días, señora -incliné un poco mi cabeza, saludándola-. No pude -arrugué la nariz y cuando en mis oídos retumbó ese tan amado crack que gritaba la cerradura, avisándome de mi libertad momentánea, salí de mi encierro sabiendo que volveré a él dentro de poco-. ¿Y usted?

-Lo de siempre, cariño, esa cama provoca en mi espalda millones de pesares.

Despidiéndome de aquella dulce anciana, me dispuse a ir a las duchas. En el camino, mis ojos vislumbraron a una cabellera de oro zigzaguear entre una multitud de adolescentes incomprendidos, como yo. Esquivando personas y haciendo malabares con mis cosas cada vez que mis hombros chocaban con los de otros, trate de alcanzar a ese montón de cabellos rubios. Pensar en las miles formas existentes y por existir de insultarlo, me daban fuerzas para poder alcanzarlo, podría jurar eso. De un momento a otro, todo lo que llevaba se encontraba disperso en el suelo y las personas pasaban sobre ellas sin importarles si se partían o acababan con su patética existencia. Flexioné mis piernas y traté de reunirlas una a una, rogando a Dios para que ningún analfabeta pase sobre mí y lastime más mi cuerpo de lo que ya lo habían hecho en aquellos oscuros lugares, en los que castigan a todo aquel que se rebele contra la forma de gobierno, exigiendo paz. En los murmullos, un grito retumbaba entre los alrededores, uno ya muy conocido para mí- ¿Qué está pasando allá? Muévanse -dijo al observar la cólera que yo estaba creando al estar en el suelo, haciendo que varios seres tuvieran que ingeniársela para pasar a mi lado, sin caerse entre la multitud-. Tú, niña, levántate. -y alzó su mano contra mí, instantáneamente, estrujé fuertemente mis ojos y me preparé para lo peor. Al no sentir dolor, y en cambio, escuchar un sonido seco retumbar en las paredes de este infinito corredor, opté por abrirlos, encontrándome con una cabellera de oro al frente mío, aquella cabellera dueña de mis cóleras y alegrías. Detrás de él, ese hombre, del cual hasta su nombre me da asco pronunciar, estaba tendido en el suelo sujetándose aquel gran bulto en su cara llamado nariz que sangraba a más no poder.

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