Despertó de golpe después de una horrible pesadilla, porque había sido solo eso y suspiró aliviado al ver a Arthur dormido a su lado, desnudo, tranquilo y sin nada que se pudiese usar para matarlo. Levantó la mano de su cadera para tumbarse boca arriba y llevarse las dos a su cara, frotándola, bufando, aún sin creer que lo había dicho de verdad. Volvió a mirarlo de reojo, no pudiendo evitar sonreír.
Oh, joder, ¿se había enamorado de él? Pero, ¿cómo? Si Arthur era malditamente bipolar, si lo único que ellos compartían era el deseo por el otro. Y a veces ni siquiera eso.
Apretó los ojos, moviendo la cabeza. No podía negar que había sentido mariposas en su estómago mientras lo llevaba a dormir, ni que le parecía adorable todo lo que el otro hacía. También había hablado con Soojae para quedar con él en el aeropuerto y este no se había cortado un pelo en insinuarle que se estaba volviendo realmente loco por Arthy. No, no podía negarlo. Pero de ahí a decírselo... ¡Arthur podía matarlo!
Su hermanastro podía ser adorable, débil y sumiso solo el diez por ciento del tiempo. El otro noventa era un enano enfadadizo que lo ponía nervioso con cada uno de sus actos. Solo de pensar en la noche anterior, su estómago se revolvía en una mezcla de sentimientos; el sexo había terminado bien, muy, muy bien, pero la impaciencia de Arthur había estado a punto de cortarle el rollo. Sin embargo, solo con verlo con su camisa, con pensar en todo lo que podía hacerle y más a ese cuerpo, se había recuperado del todo.
Además, él siempre llevaba un condón en el bolsillo. Nunca se sabía cuándo podía presentarse la oportunidad y no estaba dispuesto a hacerlo a pelo a no ser que los dos estuvieran seguros. Dada la reacción de Arthur, San tenía claro que éste no estaba nada seguro. Luego estaba el hecho de que no había podido esperar, ni había tenido ganas para subir a por el lubricante, claro que eso tampoco había sido la primera vez que le pasaba. La saliva eran incluso mejor que los botes que vendían en las farmacias.
Se mordió el labio, no podía dejar de recordar, de sentirse orgulloso y bien, genial, con miedo de saber cómo reaccionaria Arthur al despertar. Volvió a mirarlo, lo oyó suspirar en sueños y se tumbó de lado otra vez. Quizás Arthur no estaba enamorado de él «todavía», pero eso no quería decir que no lo deseada o que no le gustara, es decir, no todo el mundo echaba a los criados y dejaba la casa vacía para tener sexo con alguien que odiaba. Arthur podía fingir si quería, pero Sam sabía que le gustaba mucho más de lo que era capaz de aceptar.
Vio sus propios dedos bajando por la espalda ajena, trazando dibujos sin forma en la piel de Arthur, llegando hasta la manta en su cadera para subir de la misma manera, llegó al hombro y siguió el recorrido por su brazo hasta el codo, que se doblaba cómodamente. Volvió a subir hasta el hombro y su cuerpo se movió solo hacia delante, pegándose al de Arthur, le acarició la mejilla con lentitud, hundiendo la cabeza en su cuello para besarlo. Le gustaba tanto hacer eso.
-Sam... -sonrió en el recorrido hasta su hombro y lo mordió despacio, pasando los dedos por el pecho plano. Era raro hacer eso con un hombre. Bueno, era raro simplemente hacerlo, ya que aunque no era la primera vez que dormía en la cama con alguien después de hacerlo, sí que era la primera que despertaba primero y aceptaba, es más, quería, abrazarse a la otra persona, besarla, acariciarla y pasarse todo el día en la cama con ella... Con él.
-Buenos días, Arthy. -subió hasta su mejilla y la besó, sin dejar de bajar su mano por su torso, topándose en el camino con el brazo de Arthur que terminaba con la mano bajo su cabeza. Le acarició con cuidado el abdomen, dejando otro beso en su mandíbula. Arthur parecía en el limbo entre el sueño y la realidad, sonrojado, pero sin moverse, frunciendo el ceño, pero sin quejarse.
-Sam... -repitió, suspirando, y a él le hacía sentir tan orgulloso que supiera quién era a pesar de estar a su espalda y verlo con los ojos apretados.
ESTÁS LEYENDO
Hasta que el cuerpo aguante
Teen FictionArthur es un chico normal, con diecinueve años y estudiando en la universidad más barata de Londres, su único sueño es triunfar en la música. Pero su vida cambia cuando su madre se casa con el padre de Sam Lee, un arrogante cantante al que todos cre...