Fuego.

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Al mes de conocernos, casi saliendo todos los días y platicando hasta las tres de la madrugada. Abel y yo decidimos comenzar como pareja. Era lindo, tenia detalles que no habían tenido conmigo, intentaba procurarme y dentro de todas sus experiencias y con la forma en la que había madurado trataba de darme una opinión certera para mis problemas. Era el mayor de tres hermanos, con 21 años seguía asistiendo todos los sábados a sus apostolados, su familia practicaba el catolicismo y por ende él le tenia una fe y confianza a Dios que hasta a mi, me inspiraba envidia. 

Casi no discutíamos, intentábamos llevarnos las cosas relajadas y despacio, pero conmigo, con la cantidad de años que me cargo de conciencia es básicamente imposible. Nos toco compartir las estaciones más frías del año, pero para año nuevo su familia decidió visitar a unos parientes en Puebla, regresando casi diez días después,  para esas fechas mi flotador (Paola) había viajado a Veracruz para pasar con su papá igual el fin de año. 

Normalmente, suelo tomar malas decisiones o bueno, me dejó llevar por mis impulsos y por realizar las cosas con la cabeza caliente, como si así fuese más sencillo y más delicioso. Alimentando la imprudencia. 

Mi situación con Ares desde que regrese de aquel viaje, era básicamente más complicada de lo normal. Mis malos tratos, mis malos modos, mi forma altanera e inclusive mi forma de mirarle con reproche, eran crudas, sin disimulo. Estaba molesta, había traicionado mi confianza y peor, con mi hermana. Él intentaba con desesperación recuperar la confianza, me pedía perdón  y trataba de explicarme cada vez que podía como habían sido las cosas, no lo habíamos platicado en persona, hasta el 30 de Diciembre, que paso por mi a la salida del trabajo y salio el tema. Nunca había reconocido la impotencia en sus ojos, mucho menos me había dicho que me quería, ni que quería estar solo conmigo con tanta claridad. Me quede callada, supongo que él esperaba un "Yo también" , pero yo no podía decirlo. No porque no lo sintiera, ni porque no quisiera lo mismo a pesar de todas las cosas,  sino porque mi orgullo no me lo permitía. 

-Bueno, supongo que algún karma estoy pagando, alguna deuda- Su voz era apenas audible, tenia la mirada perdida, no se digno a decirlo mirándome a los ojos. Solté un bufido. 

-Que lastima, porque me arrastraste en tu deuda y yo no debía nada- Me baje del auto azotando la puerta, camine sin volver la vista atrás, camine y camine. Hasta que en la lejanía reconocí el sonido del motor al encenderse. Se había marchado. Solo entonces decidí sentarme, encender un cigarrillo y acomodar mi cabello hacia atrás con desesperación. Se había terminado, o por lo menos eso creí. 

Dos días después, siendo el primer día del año, por razones bastantes obvias la ciudad se muere. Casi nadie trabaja, incluyéndonos a Ares y a mi.

-Hay que salir, por favor- Su voz sonaba un poco más tierna por teléfono que en persona. 

-¿Y a donde quieres ir?-.

-Salgamos de aquí, vamos a otro lugar.... vamos a pueblear. El clima esta rico- Solté un risita. 

-Nos vemos en una hora- Es que simplemente no me puedo resistir. 

El día transcurrió rápido, el sol, las nubes, las carreteras... Entre cervezas, canciones y besos en la mano. Hasta que termine cediendo, yo sólita fui. Caminábamos por el jardín tan característico de los pueblos pequeños rumbo al estacionamiento, relajados entre carcajada y carcajada, me abrazo depositando un beso en mi hombro, levante la vista para observar sus ojos, dejándome llevar por el momento deposite un pequeño beso en sus labios, separándome inmediatamente  a penas fui cociente del error que acababa de cometer, pero era demasiado tarde. Todo lo que había logrado evitar durante meses había regresado, volvía a sentirme así, volvía a estar dispuesta a decir que si. 

Sus ojos permanecieron fijos a los míos, sonrió con cautela y jamás le había creído tanto que me quisiera, como en ese instante. Volví a besarle, con el arrepentimiento resbalando lentamente de mi cuerpo. Las horas pasaron más rápido. Y yo quise seguir cometiendo el error, una y otra vez, una y otra vez. 

¿Sabes, Ares? Hay problemas cuando juntas dos signos de fuego. Si tú quemas, yo ardo. 

ÍgneosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora