Inventarse verdades

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Karen se había despertado de mal humor. Era uno de esos días en los que uno se levanta con la extraña sensación de que algo malo va a ocurrir. Había pedido desayunar en su habitación solo, con nada más que la compañía de un libro, y se había pasado toda la mañana encerrado ahí, firmando papeles y repasando estrategias.

James no fue a visitarle, lo cual le extrañó, desde que no se hablaba con Jenna su amigo le buscaba por toda la mansión cada día, ya fuese para escapar de su prometida agobiante o solo por hacerle un poco de compañía, pero hoy no había aparecido. Aún así Karen no se preocupó, estaría ocupado con algún tema de la boda, por las quejas del castaño sabía que hoy era el día de las pruebas de vestuario (James le había rogado que buscase algún trabajo para él que le sirviese de excusa para atrasarlo e ir otro día él solo sin Milena) así que debía estar demasiado ocupado para hacerle compañía.

También ordenó que le sirviesen la comida en su habitación, no quería tener que soportar una comida tensa y llena de palabras de reproche por parte de Jenna, aunque en el fondo sintió algo de arrepentimiento por no haber visto a Daniel todavía. Gracias a Milena sabía que el muchacho había tenido una charla intensa con su hermano el día anterior y que había decidido quedarse en la ciudad un par de días. Al igual que James era un mejor amigo y como un hermano para él a Dan también le consideraba como su hermano pequeño, un hermano al que disfrutas tomando el pelo de vez en cuando, pero al que se le tiene mucho cariño y por el que harías cualquier cosa.

Alrededor de las 3 de la tarde fue cuando todo empezó a torcerse. Cuando escuchó como la puerta de su sala de trabajo se abría bruscamente supuso que vería entrar a James farfullando blasfemias contra todos los modistas del mundo, pero se quedó mudo al ver que quién entraba era Jenna. La chica tenía un rostro serio, pero no hostil como era habitual en ella. Por un momento pensó que venía a hacer las paces, pero desechó la idea tan rápido como había aparecido en su mente. Jenna nunca se disculpaba ante nadie.

La mujer anduvo hasta él con rapidez, algo decía a Karen que estaba nerviosa. Se paró justo cuando llegó a su altura y se mordió el labio dudando, un gesto que asombró al rey, nunca había visto a Jenna dudar. Por fin la chica habló.

—Necesito tu ayuda —La expresión de Karen se endureció y por un momento volvió la vista a los papeles que sostenía con gesto indiferente.

—¿A sí?— Habló con tono monotono, aunque interiormente se estaba llamando imbécil por pensar que la muchacha se acercaría a él por alguna otra razón que no fuese pedirle ayuda—. Que novedad.

El tono insensible pareció cabrearla, porque frunció el entrecejo en una expresión mucho más acorde a ella. Aun así pareció morderse la lengua para decir alguna grosería y continuó. No tenía tiempo de peleas.

— Tienes que buscar una coartada a James— Aquello pareció llamar la atención a Karen, que volvió a mirarla.

—¿Eh?

—Ahora, cuando te vengan a preguntar dónde se ha metido. Tienes que inventarte algo —Ahora a quién le tocaba fruncir el ceño era a Karen.

—¿Qué demonios habéis hecho?

—Es una historia larga, y no te va a gustar. Tú limítate a inventarte algo —Dijo con brusquedad. Desde luego que la chica no sabía como pedir favores. Karen la miró con rabia.

—No te tengo porque ayudar si no sé toda la historia —Aquello pareció enfurecer más a la chica

—¿En serio? ¡No te comportes como un crío! —Karen no contestó y se limitó a ignorarla. Esta se mantuvo firme en su sitio observando, aunque parecía ponerse más nerviosa por minutos. Al final acabó por estallar— ¡Vale! ¡Lo siento! ¿Eso es lo que querías escuchar? ¡Siento lo que dije hace cuatro días!

Sin rumbo (BL) (Rumbo a la guillotina 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora