Tormenta

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-Incondicional-
Estuve dando vueltas, no sin rumbo, porque claramente había un destino que me movía, simplemente me solía encontrar con la incertidumbre que varios rumbos, varios caminos, varios significados me podían ofrecer.

La palabra incondicional sonando en mi cabeza, con una fuerza que sólo podía ser denominada como algo sobrenatural. Estaba claro, una corriente energética muy grande la atravesaba.

Me he pasado muchas horas meditándola. Luego las horas se volvieron días, pronto semanas enteras y finalmente se logró asentar en mi esencia.

Concluí entonces, que nuestro vínculo podía simplemente reducirse a "Incondicionales".

Pues de eso nos nutrimos, eso somos, eso fuimos y es que incondicionales siempre seremos.

Ésta, no es una historia como tantas otras; ésta, no es una historia de amor, de cuentos de hadas, príncipes y princesas.
Ésta, es una historia real, cruda, caótica, pero hermosa. Algo así como la euforia y felicidad que me provoca una tormenta de verano; la destrucción de todo, la fuerza del viento, el ruido ensordecedor de los relámpagos, acompañado por la potencia del agua y luego la calma. Así veo yo nuestro vínculo. Tan caótico, como hermoso, estremecedor y místico.

Es por eso, que en esta historia la tormenta no representa nuestros días malos, tristes o de bajón. Pues, tormenta es lo que sucede cuando nos encontramos.
Tormenta es lo que creamos con tocarnos. Tormenta es lo que ocurre cuando te veo y me ves.
Tormenta es lo que siento, y se me pone la piel de gallina, con imaginar lo fuerte que es el lazo que nos une. Tormenta es lo que pasa cuando nos escribimos.

Pero, a diferencia de otras historias, dónde la felicidad está luego de la tormenta, la nuestra se agota con la velocidad de lo que dura este fenómeno de la naturaleza.
Luego de la tormenta, sólo tenemos calma. Vidas ajenas.
Luego de la tormenta, nos separamos, nos vamos, nos alejamos, no nos miramos, pero no nos olvidamos. Pues sabemos, una tormenta pronto se avecina, y allí estamos de nuevo, juntos, conectados, fuera de todo, y dentro de nosotros.

Hubo un tiempo, en el que todos los días eran de tormenta, fuertes e inexplicables vientos que nos arrastraban a un mismo vórtice, donde nos chocábamos, y ahí nos quedábamos, los dos, siendo uno.
Mi tormenta y la tuya, chocando y mezclándose. Tu música, que se volvía la mía, mis fotos y escritos, que se adaptaban a tus gustos y a tus dibujos. Mi mundo, colisionando con el tuyo, generando destrucción, y también amor.

Esos días donde nuestras tormentas eran sólo una, fueron nuestros años dorados. Jóvenes adolescentes incursionando en el mundo de la realidad, experimentando, aprendiendo. Fue entonces, que nos tocó conocernos.

Aún sigo creyendo que nuestra poca experiencia en la vida, fue la que no nos permitió manejar la fuerza que dos tormentas significaba. Y por eso sólo preferimos la calma. Realmente no sé, me encuentro con mil teorías de lo que no fue y por qué, pero prefiero el consuelo de "todo pasa por algo".

Muchos años fueron los que vivimos en calma, con miedo de encontrarnos, colisionar y no poder recuperar (nos), entonces simplemente elegíamos tranquilidad.

Más tarde logramos concluir, la calma no era lo nuestro.

La calma significaba vidas monótonas, sin saber uno del otro, fingiendo olvido y felicidad.

Te recuerdo en aquellos malditos días de calma, diciéndome que te querías alejar, y no volver a caer en lo mismo, no volver a ser presa de nuestra relación. Yo, como un tonto accedí. Fue allí cuando la calma reinó. Se apoderó de nosotros. Nos obligó a tratar de olvidar, suprimir y seguir.

Vivimos.
Conocimos nuevas tormentas, nuevos vientos.
Por mi parte, me fue imposible encontrar un caos tan perfecto como el que ocurría con vos.
Me he cruzado con vientos muy débiles, que simplemente volaban por doquier, pero también con vientos doblemente más fuertes que el mío, que me azotaban constantemente.

Entendí entonces que el amor es, entre tantas cosas, un juego de energías, pero ninguna se compara a la tuya.

Tras divagar por varios terrenos, me tomé un tiempo para pensar, para romper la calma, dejar de fingir.

La calma funciona como un psicofármaco, capaz de dopar nuestros sentimientos y hacernos creer que lo que queremos es estar en paz.

Pero me di cuenta que estar en calma con vos, no es lo que quería. Para mi fortuna, te encuentro nuevamente, en un momento ruptura de tranquilidad, un momento en el que el destino nos empujó otra vez al hermoso choque.

Basta de calma, dijimos. Basta de fingir que las cosas pueden seguir siendo de una forma que no es la que queremos. Basta de máscaras que ocultaban todo lo que teníamos guardado. Basta, por favor basta.

Fue cuando entendimos, comprendimos, y aprendimos. Que tormenta es lo que queremos, que tormenta es lo que nos mueve, tormenta es lo que nos pasa, tormenta somos vos y yo, irrumpiendo en la horrible calma, donde pertenecen otras almas vagabundas.

No, no somos sedentarios. No, no estamos destinados a dormir. Estamos destinados a ser esto, tormenta todo el tiempo; pero a la vez sin abandonar la calma. Pues también logramos comprender que debemos aceptarla y llevarla con nosotros, como ritmo de vida tal vez.
Pero ambos sabemos, que cuando la calma presiona con fuerza, cuando nos molesta, aturde o nos lleva al punto de quiebre, podemos rápidamente invocar nuestra tormenta. Vos y yo, burlándonos de la monotonía y siendo nosotros.

Un "hasta mañana, te amo" es la despedida de la tormenta, lo cual significa volver a nuestros días de sol y tranquilidad, sabiendo que mañana o tal vez pasado, el cielo se pondrá gris, el viento comenzará a soplar con fuerza, y los relámpagos poco a poco comenzarán a hacerse oír.
Y entonces sucede...
"Hola, ¿cómo estás?", y la tormenta hace su magnífica llegada, haciéndonos vivir y amar nuevamente.

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2016 ⏰

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