Capitulo 22

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Capitulo 22.

Los días pasaron rápido. Yo y Mia nos hicimos muy buenas amigas, salíamos a comprar ropa juntas, ella no compraba ropa que no haya sido utilizada, íbamos a la playa, comíamos chocolates, ella me enseñó a hacer esculturas con la arena (en lo cual soy un desastre), con Federico y Raimundo salíamos a pub y nos la pasábamos muy bien todos juntos.

Ellos hacían que la ausencia de mi familia no se evidenciara tanto, me hacían sentir en casa. Federico y Mia viven con lo justo y necesario; como en casa, nunca han pasado hambre ni frio pero su estilo de vida es único. Mia tiene mucho dinero gracias a su padre, pero no lo utiliza solo para ella y Federico, también va a hogares de niños a darles comida y comprar cosas necesarios como frazadas, colchones y calcetines. Mientras que Federico es un hombre relajado al que no lo altera absolutamente nada, él ve la vida de una manera distinta: mas simple y sencilla “Si el problema tiene arreglo ¿Para qué te preocupas? Y si no lo tiene…¿Para qué te preocupas?” Me dijo un día y, en el fondo, es cierto. Durante el día nos preocupamos de muchas cosas insignificantes, armamos un lio que nunca tuvo que haber existido, no es vivir la vida sin preocupaciones, no, porque si no hay preocupaciones, no hay motivo para vivir. Es solo ver la vida desde otra perspectiva, diferente, alegre y positiva. Federico me enseñó que durante toda nuestra vida siempre hay tristezas y alegrías, es obvio ¿no?, ya que no todo puede ser tan perfecto, ni tan horrendo, solo algo que esté en equilibrio.

Extraño a Amelia y a mi madre (nunca pensé que podría extrañarla) a veces pienso en lo mal que la deben estar pasando, quizás tienes hambre o frio, quizás Peter no quiere tomar la responsabilidad de una familia que ni siquiera es parte de la suya (excepto Amelia). Sé que está esa posibilidad, pero no tengo cómo saberla. Me aferro a la esperanza de que Peter se hace cargo de lo básico que necesita mi familia y, de paso, lo que necesita el padre de Raimundo.

Aun que sé que estoy muy lejos de casa, no lo siento así. Está la posibilidad que en estos momentos mi madre y mi hermana estén sumergidas en un mar de lágrimas por mi culpa, pero también está la posibilidad de que estén disfrutando de una rica comida como de las que Peter come. Raimundo me recuerda a casa; sus movimientos, su aroma, su forma sencilla de adaptarse a lo nuevo sin olvidar lo viejo, sus pisadas silenciosas casi imperceptibles, entre otras cosas, hacen que sienta que casa no está tan lejos, hace que sienta la necesidad de volver, de sentir el olor a leña de las casa, de sentir el sonido del rio  las hojas cada mañana y, de sentir los primeros rayos del sol que me acariciaban la cara cada mañana, señalándome que era momento de comenzar el día.

Mia y Federico no comen ningún tipo de carne, pero yo y Raimundo si la comemos, es más, nos encanta. Federico y Mia querían hacernos algo muy especial, ya que hoy se cumple una semana desde que llegamos a su casa.

-Ustedes comerán carne y nosotros…, bueno nosotros comeremos otra cosa-dijo Mia-después, ¿Podemos ir a un pub, o podemos ir a bailar? Si ustedes quieren, por supuesto.

-Mia, la verdad no queremos causarles molestias con el tema de la carne. Sabemos que ustedes no pasan nada, ni el olor…-dijo Raimundo hasta que Mia lo interrumpió.

-No es una molestia, de verdad. Ahora ustedes son parte de nuestra familia, y en las familias hay distintos justos, y todos respetan eso- dijo Mia.

Raimundo y Federico salieron a comprar la carne para nosotros y  pastas para ellos. Yo y Mia nos quedamos arreglando la casa. Ella es muy perfeccionista y quiere que cada momento que pasamos sea único, perfecto y sobre todo inolvidable. Mia y Federico, creen en la vida después de la muerte y creen que los recuerdo que vivimos en la tierra los recreamos en el cielo, la verdad es que no sé si es creíble o no, pero algo es seguro: si los recuerdos que vivimos en la tierra se recrean en el cielo, Federico y Mia tienen los mejores recuerdos.

En un lugar muy lejano.Where stories live. Discover now