Capítulo 6

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—Ese maldito hijo de... —dejé la frase a medias y miré a Silvia, mientras comíamos en un tranquilo restaurante aquel sábado.

—¿En serio te hizo... eso? —Habló mi amiga por primera vez mientras terminaba con cierta prisa su ensalada. Le había relatado con detalle todo lo que me había ocurrido en el trabajo desde la última vez que la vi, ella sólo escuchó en silencio y con los ojos abiertos como platos.

—Es un auténtico perturbado.

—Deberías demandarle.

—Pero... el contrato... —revolví mi propia ensalada con el tenedor, sin mucho apetito después de la amarga charla—. Estoy atada de pies y manos.

Silvia se mordió el labio inferior, buscando alguna solución.

—No sé, chica... Llama a alguna agencia de protección a la mujer o algo —me comentó y se me iluminaron los ojos.

—¿Eso existe? —Silvia puso una exageradísima mueca que venía a significar "¿me estás tomando el pelo?" y yo asentí asombrada.

—En mi empresa tenemos una, ayudó a la chica del café cuando el inspector comenzó a acosarla. Ese desgraciado no volvió a acercarse jamás a ella. Acude tú a la de tu empresa.

—¿Tenemos un departamento así? —pregunté y Silvia abrió la boca de par en par, supuse que estaría pensando en mi bajo nivel de inteligencia.

—Si tu empresa cumple con todos los requisitos legales deberíais tener una, si no, es perfectamente demandable. Infórmate y acude.

Sonreí de oreja a oreja, por fin alguien que me daba una solución a mi problema del jefe pervertido y perturbado.

Durante un período de tiempo, extremadamente corto para mi gusto, me imaginé trabajando tranquilamente en esa empresa, sin tener que verle, sin tener que hablar con él cara a cara, sin sonrisas diabólicas ni miradas penetrantes, sin momentos incómodos, sin roces en zonas privadas, sin juguetitos extraños...

Aunque por otra parte recordar aquel orgasmo...

Junté mis piernas rápidamente sintiéndome extremadamente incómoda.

—¿Estás bien? —preguntó Silvia al ver mi reacción—. Te has puesto roja.

—Eh... sí, sí —asentí y volví a hacer focus en mi comida—. Es solo que me siento tan... liberada.

Silvia puso una mano en mi hombro y sonrió tiernamente.

Tenía un aura maternal que me encantaba de ella, siempre alegre, mostrando tranquilidad y positividad aun en los peores momentos. Cuánto la envidiaba.

—Te mereces un respiro —miró hacia su izquierda y yo le seguí la mirada hacia la calle.

—¿Qué miras?

—Nada, es solo que estaba pensando en...

—¿En qué?

—Ah, tranquila, no es importante.

—Oh, vamos, ¿qué es?

—Ya te digo que no importa mucho —puso una cara de cordero degollado.

—Cuéntame —insistí y le tiré ligeramente de la tela de la manga de su camisa.

—No sé, es solo una idea perturbada que se me ha pasado por la cabeza, no deberías oírla.

Fruncí el ceño.

—Insisto.

—Bueno —se puso las manos bajo la barbilla y me miró con expresión calmada—. Estaba pensando que si tu jefe no deja de acosarte, tal vez... —levanté una ceja— puede que solo debas relajarte y disfrutar.

Mi mente se quedó unos eternos segundos en blanco después de oír las palabras de Silvia.

—Espera, ¡¿QUÉ?! —Me levanté de mi silla de un salto—. ¿Me estás diciendo que deje que mi jefe me viole tantas veces como él quiera?

—¡No! —Me hizo un gesto para que me sentase—. Por Dios, Laura. Es solo que, hay tantas mujeres desesperadas por hacer cosas como las que él hace... —La miré como si no me pudiese creer nada de lo que me estaba diciendo—. Imagínate lo que puede haber en la cabeza de ese degenerado.

Me llevé las manos a los ojos.

—¡POR DIOS!

—Quizá te ate, te disfrace o te bese en lugares donde nadie te ha besado... —Su tono de voz iba descendiendo a medida que continuaba hablando. Pasó su dedo suavemente por el borde de la copa.

Abrí los ojos como platos. ¡¿Se estaba dando cuenta de lo que me estaba diciendo?!

Me sentí tan mal, tan insultada... era mi amiga y me estaba diciendo que dejase que mi jefe me...

La sola imagen de su rostro sonriéndome maliciosamente pasó por mi cabeza y me revolvió el estómago de tal manera que sentí una tremenda arcada y estuve a punto de vomitar toda mi comida.

Silvia me ofreció una copa con agua, yo la rechacé, la miré con rabia y seguidamente me levanté de la mesa, cogí mi bolso y me puse a caminar dirección norte.

—¿A dónde vas? —preguntó a mi espalda—. ¡Laura!

No la respondí, tan solo me alejé lo más rápido que pude.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2017 ⏰

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El Jefe [8cho] [HOT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora