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Llegaba el invierno y las noches frías se acercaban, pero eso no impediría que esta vea las estrellas.

Ya no sólo lo hacía por gusto; ahora significaba algo. Cada vez que veía las estrellas, estaba viendo a su abuela. La extrañaba; el no ser unidas por hablar, si no por compartir una pasión, pasatiempo o como quieran llamarlo, era único.

***

Vacaciones de invierno y ella festejaba. Podría ver sus estrellas sin preocupación alguna. Ya no había horario para irse a dormir, ni horario para levantarse. Eran dos semanas de relajación, ya que en esas vacaciones su familia no se iría de viaje.

Estaban viendo una película, una comedia familiar. Su madre había preparado pochoclos junto a su hermana menor y ella con su padre y hermano buscaron las bebidas y las llevaron a la mesa.

Luego de risas y un buen momento familiar, ella se fue a ver las estrellas.

Un buzo de lana y sus pijamas de invierno la acompañaban escaleras abajo hacia el fondo de su casa. Caminó hacia el césped, aún húmedo por el rocío. Su reloj de mano marcaba las 11:43. Se sentó en posición de indio y apoyó sus manos en el césped detrás de su espalda, reposando su torso en ambos brazos.

Con su cabeza hacia arriba, comenzó a observar las estrellas. Aquella noche no había muchas; estaba nublado. Entre pocos pares de estrellas, aún notaba la más brillante. Un destello entre violeta y anaranjado que resaltaba en la oscuridad entre las demás, esa era la estrella de su abuela.

Los minutos corrían y ella seguía mirando las estrellas, y de un momento a otro, su cuerpo posaba sobre el césped, y sus ojos iban cerrándose. Pero antes de cerrarlos por completo, la jovencita visualizó la estrella que deslumbraba y finalmente se durmió.

No se despertó sólo por la luz del día, sino también por ruidos de la casa de la par y las voces de muchas personas que retumbaban en sus oídos. La casa del lado derecho de la suya, iba a ser habitada después de tanto, así es, aquella familia se estaba mudando. Lo que quería decir, vecinos; una idea que a ella no le agradaba mucho.

Eran una familia de cuatro integrantes, padre, madre, una niña de alrededor de los 10 años y joven que parecía tener entre 17 y 20 años. Era extraño, su familia era la única con hijos adolescentes, como la de ella.

Su hermano mayor pensó Sí, alguien con quién hablar y salir, mientras que la niña pequeña pensó en que tendría con quien jugar a las muñecas. Lo que ella pensó fue negativo, algo que interrumpiría mis momentos a solas.

"Perdida en las estrellas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora