Mi decisión se mantuvo firme durante los días que tuve para pensar en la propuesta del capitán de servir al emperador mientras la cuarta división abandonaba la ciudad para irse a la guerra. No me alisté en el ejército para quedarme bajo el manto protector del emperador cuando una guerra ocurriera, ni para ocultarme tras la seguridad de la ciudad cuando estuviera en peligro. A pesar de la insistencia de mi familia y de mis amigos, había tomado una decisión y la mantendría pasara lo que pasara, como si aquello terminaba por costarme la vida.-Han confiado en mí para pertenecer a la cuarta división y no puedo mostrarme cobarde a la primera de cambio-decía siempre que intentaban convencerme de quedarme para servir al emperador.
Entendía tantas preocupaciones, entendía la insistencia y el intentar convencerme, pero había hecho un juramento ante el emperador y no podía romperlo, aun entendiendo también que era más que posible que jamás volviera a la ciudad, al menos, por mis propios medios. Ver a Horval y su único ojo me hacía comprender que la guerra no eran simples cuentos y leyendas que nos contaban de pequeños, y yo había estado ya en dos batallas donde pude comprobar por mis propios ojos que ahí se perdía una gran cantidad de vidas humanas, pero no podía echarme atrás. No era tan fácil como dar media vuelta y descaminar lo andado. Jamás podría cargar con el peso de la cobardía y la traición de romper un juramento.
El día de mi partida le pedí a Kestix que cuidara de mamá, quien lloraba desconsolada al darse cuenta de que me iría sin importar lo que me dijera. Nunca la había visto tan triste y preocupada. Recuerdo que partimos al alba. Lo recuerdo perfectamente porque ella no pudo pegar ojo en toda la noche y me despidió ojerosa. Aquella mañana, todos los soldados fuimos despedidos por nuestros seres queridos entre lágrimas, besos y abrazos.
Los primeros días viajamos hacia el este hasta entrar en territorio enemigo. Pasamos por la ciudad de Kryn, ahora reforzada por algunos soldados que habían dejado sus hogares para salvaguardar aquella posición. Para recompensarles por tal sacrificio, les otorgaron algunas parcelas que estaban libres para que pudieran habitarlas durante su estancia ahí. Aquella noche el ejército acampó junto a la ciudad, donde podíamos disponer de algunos víveres, salvo los capitanes. Ellos se hospedaron en el castillo que antes pertenecía al conde. Kanos nos dijo que aquella sería su última oportunidad de dormir cómodo sobre un lecho antes de tener que acampar al raso y dormir sobre la hierba. Incluso le propuso a Barferin, como su mano derecha y su hombre de confianza, que hiciera lo mismo aprovechando que quedaban algunas alcobas libres. Pero su propuesta fue rechazada.
Una vez atravesamos la frontera de Torval, todos teníamos que estar alerta con cada paso que dábamos y montar guardias cada noche que descansábamos, siendo conscientes de que habíamos dejado atrás la seguridad del imperio y que nos ahora nos hallábamos solos. Aunque poseíamos un número considerable de soldados, no teníamos ninguna información acerca de los movimientos del enemigo y, por tanto, no podíamos prever que nos fuesen a emboscar o con cuántos soldados nos encontraríamos en las ciudades.
No fue hasta el tercer día cuando avistamos la primera ciudad que sitiamos.
Como era lógico y previsible, esperaban que tarde o temprano respondiéramos a la declaración de guerra que nos habían hecho al asesinar mediante un arquero a nuestro príncipe. Habían reforzado las defensas de las ciudades próximas a la frontera, pero nuestro paso no se vio detenido en aquella ocasión. Ofrecieron bastante resistencia aquel día, pero no tuvimos problemas para invadirla. Aprovechando que tenían una buena cantidad aprovisionamientos en aquella ciudad, todo el ejército descansó durante un par de días antes de tener que poner otra vez rumbo hacia la capital.
Desde ese punto nos separamos para desviarnos, yendo la mitad hacia el norte y dejando que el resto siguiera su camino hacia el este. Debido a la falta de soldados y al nulo interés de conservar la ciudad, ninguna unidad se quedó en ella y la cuarta división entró en el primer grupo. Nuestro objetivo era asegurarnos de impedir que el resto de las ciudades pudieran enviar refuerzos que pudiesen frustrar nuestros planes y nuestro avance.
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El precio de la libertad: Sueños de grandeza
Fantasy"Sueños de grandeza" es la primera parte de la trilogía "El precio de la libertad". Celadias es un chico ambicioso cuyo sueño es convertirse en el mejor soldado de toda Antran en un periodo de guerras contra otros imperios y contra los rebeldes. En...