dos.

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Nunca estamos preparados para que nos dejen. Yo, no lo estaba, el sabía que yo no estaba preparada para casi nada, en cierto modo el me hizo fuerte, el siempre me repetía una y otra vez. "Todo esto lo estas consiguiendo tu sola Ley, por tu parte, yo no soy nada, soy solo como una brizna de aire, no he tenido nunca necesidad de empujarte, y si alguna vez mi locura me a llevado a ello, ya sabes que yo siempre he ido detrás de ti a parar esas caídas. Ley, te estás comiendo el mundo, estas arrasando con ese tu que tanto quería salir de ti pero tenía miedo de mostrarse ante todos, Ley..mi Ley". Sus brazos rozaban mi cuerpo dándome un calor sobrecogedor, un calor lleno de un sentimiento tan fuerte, que este llegaba a mi pecho, y dolía, dolía, ese dolor que tanto sentía pero no entendía, ese dolor que reconocía como reconfortante y increíble. Ese dolor que añoraba. Que se había convertido en una parte más de mi. Lo que más dolía es que sabía que nadie me volvería abrazar nunca más como el, nadie me cogería la mano de la manera que el lo hacía, nadie respiraria hondo al hablarme como si tal vez yo fuera alguien importante como para exhalar un poco de aire para continuar una conversación, nadie me sonreiria con todo el amor ni la sinceridad más grande de el maldito mundo, nadie me miraría a los ojos tan profundamente, que con una sola mirada pudiera hacerme olvidarme de que mi mundo se estaba callando pedazo a pedazo que el solo el sabía unir, uno a uno, sin dejar ni una sola marca, como si tal vez nadie me hubiera echo daño hasta tal punto de romperme. De repente un estruendo me despertó de mis amargos pero buenos y añorados recuerdos. Era Leo que se había levantado tras oír el mismo estruendo que yo oí, ese estruendo que había escuchado provenía de detrás de mi, me gire lentamente mientras mi larga melena de un tono "rubio ceniza" se zarandeaba lentamente sobre el respaldo de la silla de paciente de Leo. Mire bien la escena, una señora de unos cuarenta y tantos años se asomaba por la puerta, la cual era la causante de tal estruendo, ya que desprendía un chirrido muy grave. Esta misma señora era la misma señora que me había traído al mundo diecinueve años atrás. Tenía el pelo corto teñido de un rubio ceniza como el que lucía cuando era más joven, pero este no parecía tan natural como yo había visto en sus fotos de joven. Cuando era más joven tenía el pelo tan largo y sano como yo tengo ahora, pero con los años este se fue estropeando. Sus ojos eran de un marrón oscuro he intenso como el mio. Estos mismo que brillaban al lanzarle una mirada sincera a Leo que se levantaba como hipnotizado ante estos. Teníamos el mismo color de ojos y en cierto modo pensaba que estos se expresaban igual, tal vez como si alguien los hubiera fabricado exactamente con un material único en el mundo y solo mi madre y yo lo compartieramos. Sus labios eran gruesos y firmes como los míos, tenían un color bastante característico pero tal como lo anterior descrito eran igual a los míos. De repente estos se abrieron de forma instantánea mostrando su dentadura blanca, blanca al igual como la mía, bueno la mía lo era. Lo era hasta que comencé a fumar con dieciséis años recién cumplidos tras...De repente empecé a respirar de una manera alterada y incómoda..mi mente intentaba bloquear aquel recuerdo que aunque yo misma me mentalizaba de haber olvidado años atrás el seguía ahí...probocandome pesadillas todas las noches durante más de cuatro años consecutivos todas las noches junto..así junto al recuerdo de el...el..el..el. De repente cuando mi mente iba a seguir en su proceso de tortura diario y simultáneo contra mí, volvi en sí y note que mi madre y Leo me miraban alterados y decian mi nombre al unísono, aunque Leo lo hacía de manera relajada, osea con un tono de persona que a estudiado para comprender a las personas como yo. Aunque yo era un caso difícil. Y se lo haría saber. Los dos me miraban alterados mientras estaban en clucliyas cada uno a mi lado mi madre a mi izquierda y Leo a mi derecha. Los dos se miraban indecisos para saber quien tenía que hablar y esto no me pareció muy profesional se que yo no había estado ni creo estar nunca en lo que me queda de mi corta vida en la universidad de "Harvard", pero cualquier ser humano con dos dedos de frente, pensaría exactamente lo mismo que yo en esta, ridícula situación.
-Leyla, cariño.-mi madre toco mi mano y yo se la aparte inmediatamente mientras la miraba a los ojos he intentaba de alguna manera aunque me dolería mirar si esta acción le había echo daño. De echo tenía razones para hacerlo. Mi madre desde hace como diez años aunque se que no son muchos me abandono, en cierto modo no me abandono pero en cierto modo si. Básicamente lo que llevo a todo este "abandono" fue que decidió separarse de mi padre. Decidió dejarme a cargo de mi padre y solo venir a verme los fines de semana pero no llevarme con ella. Ella solo iba de hombre en hombre, aveces me volví tan loca que llegue a pensar que algunos de ellos serían sus parejas estables ya que muchas veces me llevaba de cena junto a ellos cuando mi padre se mataba a trabajar en la empresa de reparación de máquinas donde le pagan lo mínimo. Pero no se porque razones no duraba un máximo de tres meses con estos hombres. Pero bueno solo tenia once o doce años y era algo se a esa edad no me importaba mucho, pero en cierto modo me dolía ver a mi madre llorando noche tras noche tras el final de sus cortas relaciones. Bueno, aveces en cierto modo no sabía si guardarle rencor. Todos cometemos errores. Y tal vez ella piense al igual que yo sobre todo esto y en cierto modo creo que es así. Porque desde que descubrió mi situación tras lo de...el y...decidió ayudarme.
Intente que mi respiración volviera a la normalidad, como si tal vez nunca se hubiera alterado por cualquier cosa que pudiera sacarla de su "estabilidad", que para mi sinceramente en mi, era algo inexistente.
-Mama, yo me...-me levante sin decir nada, la mire con rencor, me gire rápidamente mientras daba unos pasos, moví la blanca puerta de la consulta de Leo hacía delante, y antes de salir los mire a los dos, mientras mi madre se echo hacía adelante y dejo sus codos apollados sobre la aburrida y incomoda silla de color azul metalico sobre la cual yo, habia estado sentado 3 horas seguidas. Dio un fuerte resoplo. Sentí que podía controlar el tiempo, sentí que yo podía alargarlo o acortarlo a mi antojo para poder ver mas definidamente cada detalle de lo que ocurria en unos cortos e insignificantes segundos. De repente recorde como el viento de aquellas noches, volvía a mi cara, sentí esa energía de correr tras ese viento...tras ese viento que me hacia dueña del tiempo...que me hacia sentir que podía pararlo y podía apreciar cada instante como si tal vez nunca se fuera a terminar...cuando de repente, siempre, lo hacía.

Nigths; njhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora