De nuevo, estaba frente a su celda, algo que siempre le disgustaría. Pero, al menos, ahora tenía permiso para salir diariamente de aquel agujero, y eso lo hacía sentir poderoso.
El hombre que lo traía de vuelta, lo sujetó por sus esposas, miró a su alrededor y abrió la celda con prisa. ¿En serio creía que siempre iba a tener la suerte de que nadie lo viese? Sabía los horarios de sus compañeros —cuando salían a almorzar, cuando se escaqueaban de aquel lugar, para tomar el aire...— a la perfección pero eso no significaba que no pudieran pillarlo.
La puerta se corrió hacia la izquierda y Samuel entró antes de que el otro lo empujara hacia el interior. Lo encerró e introdujo la llave, de nuevo, en la cerradura.
Samuel sonreía mientras lo observaba. Miguel se mantenía con el ceño fruncido. Estaba enfadado. Más consigo mismo que por la situación en la que se encontraba. Él se la había ganado.
Echó un vistazo al chico, quién no sólo era más alto que él, sino que lo doblaba en musculatura, y se sintió ridículo al ver diversión en el rostro del contrario.
Se giró sobre sí mismo, no sin antes mirar en el interior de la jaula de Percy. Estaba tumbado en su cama, con los brazos cruzados, de cara a la pared. Parecía tener los ojos cerrados.
Mejor, se dijo. No toleraría otra burla por parte de un preso.
Y aunque eso era lo que decía, no lo ayudaba a sentirse mejor. Porque sabía que tendría que aguantar a esos dos hasta que la palmaran. Y con suerte, esperaba que no tardase mucho en suceder.
El castaño, que estaba de nuevo entre rejas, esperó a que el carcelero desapareciera de allí, mientras lo miraba alejarse.
Soltó los barrotes, a los cuales se había aferrado con fuerza, se dio media vuelta y se quedó quieto. Como pensando qué hacer ahora. Pero no era eso lo que pasaba por su mente, de hecho no había nada. Su cabeza se había quedado en blanco por un momento, algo que agradeció cuando volvió en sí. No tenía demasiadas ganas de pensar, aunque nunca las tenía. La mayoría de las veces, las imágenes que se paseaban por su mente lo incomodaban o intentaban, no siempre en vano, que se sintiese mal consigo mismo. Y siempre hacía todo lo posible por reprimirlas.
Avanzó a pasos lentos hasta el inodoro, apoyando una de sus manos sobre la pared que tenía enfrente, se sacó el miembro del interior de los pantalones y orinó todo lo que había estado aguantando desde el día anterior. Su cara se relajó. En ese momento parecía que nada tuviera importancia. Se sacudió y volvió a guardarlo donde estaba. Tiró de la cadena y se sentó en el borde del colchón.
No había oído a Percy, lo que le pareció extraño. Lo más seguro es que se hubiera dormido en lo que él volvía de su visita al chico. Mejor así, no tenía ganas de hablar con nadie y menos de sacar el tema de Guillermo.
Después de unos segundos, en los que se había quedado embobado mirando sus pies, su cuerpo, automáticamente, se movió para tumbarse sobre la cama.
Había comenzado a pensar y eso no le gustaba nada en absoluto.
Su mente no dejaba de recordarle que volvería a ver al chico al cabo de unas horas. Al menos eso esperaba. Que Miguel cumpliera con su palabra. Más le valía.
Con un poco de suerte, quizás Percy durmiera hasta que se fuese de nuevo. Aunque no lo veía posible.
La imagen de Guillermo alterándose, al mismo tiempo que se alejaba de él, se pasó por su cabeza, haciéndolo sentir orgulloso. No podrías haber escapado aunque lo hubieses intentado de todas las formas posibles, se dijo mientras sonreía.
Lo tenía a su disposición, y más ahora que había aceptado su propuesta de ser su putita. Entendía a la perfección que el chico hubiese accedido. ¿Qué más podría hacer? Estando en esa situación, no tenía más remedio. Pero Samuel se encargaría de enseñarle que debía luchar, incluso sin fuerzas, contra todos los que lo trataran como él lo había hecho. No había duda de ello. Mejor morir de pie, que vivir arrodillado. Esa frase siempre había estado en su pensamiento, y en ningún momento perdía el sentido, por más que se la dijese una y otra vez.
Mientras tanto, el chico seguía tumbado sobre la camilla de la enfermería. Se sentía cansado casi todo el tiempo, pero ahora no conseguía pegar ojo. La visita del castaño le había alterado los nervios.
Le tenía un pánico terrible a ese hombre, y eso era algo más que evidente. Por más que pretendía defenderse, nunca llegaba a conseguirlo por culpa de ese temor.
La enfermera acababa de llegar, lo miró unos instantes, y la desconcertó lo que vio en sus ojos. Era una sensación que jamás podría llegar a describir en su vida, sólo sería capaz de asegurar que la asustó...
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Este capítulo me ha salido demasiado corto, espero que es no me pase de nuevo con el próximo.
Igualmente, espero que lo disfrutéis. <3
Mucho amor para vosotros.
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Prisioneros [Wigetta]
FanfictionSamuel y Guillermo son dos prisioneros que empiezan su relación con mal pie. Uno hará lo posible para encarar al otro, quien, en vez de rendirse y dejar de molestarlo, se hará cada vez más pesado. ¿Qué pasará entre estos dos chicos? ¿Decidirán, alg...