6

6 1 0
                                    

Su madre había ido a hacer sociales, justo como siempre. Regresó a la hora de la casa de los nuevos vecinos, y ya les sabía la vida.
Florencia, la madre, era ama de casa al igual que ella. Juan, el padre, era un contador. La niña tenía 10 años, como su hermana, y se llamaba Felicitas; y el hermano, Sebastián, tenía 19 años, estaba en primer año de abogacía.

***

El cumpleaños de su madre se aproximaba, y no se le ocurrió otra cosa que invitar a los vecinos. A ella ya no le molestaban los vecinos viejos, le molestaban los nuevos; fingir que les agradaban, sonreír a lo que le preguntaban. Odiaba eso. Lo único bueno sería que podría ver un rato las estrellas mientras los invitados celebraban dentro.

El día llegó y si madre estaba como loca, arreglando toda la casa, preparando la comida y pensando cuál de sus regalos iba a lucir esa noche. Se quejaba de todo pero no dejaba que la ayuden en nada.

Cuando por fin llegó la noche y todos estaban vestidos, los invitados comenzaron a llegar. Tíos, abuelos, viejos amigos y, por supuesto, vecinos, los que incluían a los nuevos.

Al terminar la cena, ella se levantó luego de pedir permiso y salió al patio trasero. Se sentó en el césped como solía, y cuando visualizó la primera estrella, se relajó. Ya nadie la molestaría. Pasaban los minutos y nuevas estrellas iban apareciendo.

—¿Puedo? —preguntó una voz masculina que se encontraba de repente al lado de ella.

Sin responder, después de bajar la mirada y volver su vista hacia las estrellas, el joven tomó asiento a su lado. Además de nuevo, entrometido —pensó ella.

—¿Qué haces aquí sola en el cumpleaños de tu madre? —volvió a interrumpir.

Un silencio perduró por unos segundos.

—Miro las estrellas —respondió serena y en voz baja.

"Perdida en las estrellas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora