La luna llena proporcionaba al claro una luz extraña, una luz misteriosa que parecía querer avisar de lo que podía ocurrir una noche como aquella.
Un aullido resonó en todo el bosque y un muchacho apareció en el claro, agotado y sangrando. No pudo avanzar ni tres pasos cuando cayó derrotado al suelo. Su camiseta estaba hecha trizas y en el costado podían apreciarse las marcas de un mordisco, el mordisco de una criatura con colmillos largos y afilados. A la mañana siguiente cuando despertó con los primeros rayos de sol, Zack no recordaba cómo había llegado allí, no era capaz de traer a su memoria los recuerdos de la noche anterior; vio su destrozada camiseta pero la sangre y las marcas ya habían desaparecido por lo que no comprendía que había ocasionado tal desgarre.
Un mes después, esa noche parecía muy lejana, como si solo hubiese sido un sueño. Era primer día de instituto y esa noche había luna llena. No sabía que le preocupaba más, si lo primero o lo segundo. Zack jugaba en el equipo de rugby desde el año pasado, no era el más popular puesto que era su primer año en ese instituto pero cuando consiguió un puesto de titular, se ganó el respeto de muchos de los jugadores, quienes tuvieron que admitir que era bastante bueno en el campo. Zack era rápido y ágil, y poseía una fuerza increíble que a muchos otros chicos con 16 años les hubiera gustado tener. Pero que fuera un prodigio del rugby solo significaba que, si quería mantener su puesto en el equipo, también tenía que ser bueno en los estudios. El año pasado ya había recibido varios avisos del entrenador y sabía que llegar tarde a la primera clase del primer día del curso no ayudaría mucho.
Pero el rugby era el menor de sus problemas. Desde aquella noche, Zack había experimentado cambios extraños en su cuerpo, todos sus sentidos se habían agudizado. Podía oír conversaciones desde la otra punta del pasillo, era capaz de distinguir figuras en la oscuridad e incluso de oler... sentimientos. Suena raro, y lo era, pero él mismo había olido la tristeza que emanaba el cuerpo de su padre el día que habían ido a visitar la tumba de su madre. No sabía que le estaba pasando, pero especialmente ese día se sentía demasiado inquieto, como si supiera que algo estaba a punto de ocurrir pero no tuviera ni idea de qué. Decidió dejar estos presagios a un lado y se puso camino a la parada de autobús. Él tenía una moto, se la había regalado su padre cuando cumplió los 16 pero había quedado con su amigo Derek para ir juntos el primer día y este decía que ir los dos en la moto agarrados por la cintura no iba a causar buena impresión en las chicas. Zack tampoco creía que bajar del autobús escolar fuera a causar una mejor, pero no discutió más.
En la parada de autobús estaba esperándole Derek con cara de sueño:
- Tío, creo que me quiero morir - dijo Derek con un quejido mientras apoyaba la cabeza en el hombro de su amigo.
- ¿Tú te quieres morir? Yo no sé qué me está pasando y ¿tú te quieres morir? Derek, tengo algo importante que contarte.
- No sé si este es el mejor modo de comenzar una conversación con tu mejor amigo después de un verano entero incomunicado -dijo Derek mientras subía al autobús.
- Ya... El caso es que este verano me ha pasado algo extraño. Concretamente hace justo un mes, aunque no me acuerdo mucho de aquella noche. Sólo sé que me desperté en medio del bosque, con la camiseta rota y completamente desorientado.
- ¡Venga ya, hombre! ¿Y qué más? Como era luna llena... ¿te mordió un hombre lobo? - respondió soltando una carcajada.
- No estoy de broma. Desde entonces mi cuerpo ha estado haciendo cosas extrañas. Soy capaz de sentir cosas, de oír cosas que alguien humano no podría - dijo bajando el tono de voz y girándose para mirar la ventana.
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Luna Llena
Short StoryTus sentidos se agudizan. Oído, vista, olfato... Y tu vida cambia por completo. Eso le pasó a Zack, un mordisco y todo lo que te queda es nada. Se vuelve más salvaje y lo único que le queda es nada. Sólo ella. Sólo un intento de protegerla.