7: Home Alone

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Es difícil no destruir la carta de inmediato o largarme a llorar. O ambas cosas. Tomo aire varias veces, dejo la pluma y guardo el pergamino bajo mi almohada. Pienso distintos modos de distraerme, pero en una casa vacía hay solamente una cosa que se puede hacer además de tener miedo y bailar sin que nadie te vea, y eso es recorrer. Husmear. Meterme donde no soy bienvenida (lo que abarca una parte muy grande del planeta). Y no hay nada mejor para mi mente en estos momentos que ver lugares prohibidos de la mansión Malfoy... como el baño del Ala Este en el segundo piso. Sí, aquí hay baños prohibidos. Mis tíos son más exagerados que quien decide todas las partes prohibidas de Hogwarts.

Después de una larga caminata por corredores elegantes, y otros un poco oscuros, me detengo frente a las puertas de las cocinas. Mi idea original era ir al baño prohibido, pero la intuición de mi estómago fue más fuerte que mi sentido de la orientación. El olor a comida sale por el espacio debajo de la puerta y pronto no puedo resistirlo más. Una vez dentro, me sorprendo al ver la cantidad de elfos domésticos que trabajan aquí, llevando ollas de aquí para allá, cortando comida, revolviendo sopas, metiendo tartas en el horno. La cocina tiene un techo muy alto y un entrepiso en forma de balcón mirando al centro de la habitación. El balcón me deja ver más y más elfos trabajando.

Si yo no hubiera visto muchas veces a los Malfoy, pensaría que son unos cerditos rechonchos, pero no hay nada más lejos de la verdad. ¿Por qué tanta comida, entonces? No quiero tentarme... Pero...

—¿Esa tarta es de manzana? —pregunto a uno de los elfos. Él hace una mueca y apresura su marcha—. ¡Espera, solo un bocadito...! —Pero el elfo ya desapareció de mi vista—. Qué extraño.

Después de dar un par de vueltas por la cocina y sentir olores deliciosos por todas partes, reconozco al fin a alguien.

—¡Diffy! Hola, Diffy, qué bueno encontrarte acá.

Diffy detiene su trabajo y me mira con sus grandes ojos verdes.

—Señorita Leyla, usted no debe estar aquí. Este lugar es para los elfos. Diffy debe trabajar. No debe parar.

—No, espera, no te pegues con esa cacerola —digo, sacándosela de la mano—. No hace falta que te castigues, ahora soy la única persona en esta casa. O eso espero. ¿Has visto a un tipo que apesta y tiene dientes feos y se transforma en lobo para atacarte y devorarte?

Diffy tiembla.

—N-no, señorita Leyla, Diffy no lo ha visto.

—Mejor. No quería encontrarme con Fenrir Greyback en el baño. Dime, Diffy, ¿por qué tanta comida?

—Diffy debe cocinar. Diffy no debe hacer preguntas.

—¿Pero no sabes qué es lo que hacen mis tíos con todo esto? Tú me trajiste el desayuno varias veces, y también otras comidas. Ustedes mismos reparten, ¿no? ¿A dónde llevan la comida? ¿La come toda mi tía y luego se hace los embrujos adelgazantes?

Diffy se mantiene silenciosa, excepto por sus patitas que hacen ruido contra el piso porque no deja de saltar. Pronto pierdo la paciencia (que nunca tuve, para empezar) y dejo a Diffy saltando en su lugar. Lista para volver a mi recorrida de la casa, doy la media vuelta y encuentro algo inesperado: una tarta con un envoltorio que dice Hogwarts. A la izquierda hay más paquetes con la inscripción. Un elfo se encarga de apilarlas en un rincón y poco a poco van desapareciendo.

¡Estos elfos hacen la comida de Hogwarts!


...


Me echaron cordialmente de la cocina (me empujaron hasta la puerta, quiero decir), pero antes de salir pude apilar tres tartas y llevármelas. En el pasillo, corro balanceando la comida en mis brazos hasta alejarme lo suficiente de allí y freno al llegar a la habitación de Draco. ¡Qué tentación de entrar! Pero hay tantos otros lugares que no conozco... Además, no quisiera abrir la ventana y que una lechuza se comiera mis tartas tan difícilmente robadas.

Leyla y el prisionero de Azkaban | (LEH #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora