6. Almenos estás tú.

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—No lo entiendo, ¿estás teniendo problemas...? —Interroga él.

—Sí. Muchas cosas, ¿vale?

—Vale, vale. Chica borde. —Al decir esto, sonrío. —Yo creo que deberías pedirle perdón. —Vuelve a darme un beso en la mejilla. —Ya nos veremos por ahí.

Dicho ésto, se alza del banco y se va.

Las luces navideñas adornan la penumbra de la noche. Puedo apreciar cada sonrisa, cada risa, cada parpadeo y cada beso.

Pero hay algo que se ilumina con furor. És un chico. Va andando metido a la pantalla del móvil, sin mirar si quiera a donde va. Es Jay. Sin duda, ese rostro inexpresivo y esa negra ropa no la confundiría con nada.

Decido encontrar el coraje suficiente para gritar su nombre y solucionarlo todo.

Él voltea la vista y me ve. Un ligero nerviosismo se apodera de mí sin piedad, mientras oigo sus leves pasos acercarse y su mirada enfadada. Aprieta sus mandíbulas entre sí y abre la boca para decir algo. No obstante lo interrumpo.

—Lo siento, no debí ponerme así.

Intento abrazarlo pero él lo rechaza.

—Solo déjame. Déjame, ¿vale? —Dice con los puños apretados y se va.

Vuelve a pegar la vista al móvil.

Jay ha sido honesto, y entiendo que necesite su tiempo después de todo. Lo comprendo. Después de lo ocurrido...Mañana en el instituto nos hablaremos normal. O almenos, eso espero.

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¡Dichosos rayos de sol! Intento posar mi mano sobre la mesita de noche pero fracaso en ello. El despertador cae en picado mientras el rayo de luz sigue dándome en la cara. Caigo de la cama violentemente y inconscientemente.

—¡Auch! —Grito.

Procedo a almorzar, lavarme los dientes, y cambiarme. Todo muy rápido. Llego tarde. Cuando piso las baldosas del instituto distingo a mi grupo de frikis. Tobias es el primero en venir a abrazarme.

—¡Am!

Respondo a su abrazo cariñosamente. Puedo oír su sonrisa.

Lleno de besos a Dereck, y él responde borde pero no sin su risita final de afecto. Él odia los besos, y río por ello. Dalas me abraza aunque con más corte que Tobias. Jay no está allí.

Cuando camino por los pasillos, veo a Jay.

—Hey Jay. —Corro a abrazarlo con cariño, pero él lo rechaza.

—Déjame anda. —Responde bordemente.

Hago una mueca de dolor y mi expresión cambia a una molesta. Lo veo salundando a los demás chicos con melancolía disfrazada de alegría.

Pero veo en su rostro una tristeza extraña. ¿Será por mí? ¿O tendrá problemas? Realmente espero que sea por mí, no puedo seguir con esto.

Entro a matemáticas. Jay sale a corregir el primer ejercicio y lo completa con éxito, recibiendo, como premio, unas felicidades por parte de la profesora. Ella me obliga a corregir el siguiente. No logro hacerlo bien. Odio las matemáticas. Año tras año he ido empeorando, y esfrozando más a la vez que fracasando el doble. La señorita Bridgit me trata como la invisible de la clase, y cuando salgo a corregir no logro hacerlo bien, hecho que me provoca un pánico escénico terrible que no logro superar. Lo peor es que ella es mi tutora.

—Hoy —dice, interrumpiendo el silencio. —,recibiremos a un nuevo alumno.

Entra por la puerta un precioso chico vestido en chandal. Volteo la vista para mirar su rostro y lo veo. Es Eidan, aunque él no parece percatarse de mi presencia. Voltea la mirada hacia mí y un extraño revoloteo nace en mí. Se esboza una pequeña sonrisa en su rostro y saluda a la clase con la mano. Más tarde, se coloca delante de la clase, y sin verguenza alguna, habla.

—Hey. Yo soy Eidan.

Toma asiento a mi lado y la profesora sigue con su explicación.

—Y aquí estoy de nuevo. —Susurra. —¿Cómo estás?

—Bien, sí. ¡muy bien! —Miento.

—No, no lo estás. —Dice en voz baja.

—¡Eidan y Amanda! ¡Dejad de hablar u os separaré! —Interviene Bridgit, haciendo voltear la vista a mí, a Eidan y a toda la clase.

Asiento con educación, y mi amigo imita el gesto sin pensárselo dos veces.

Cojo un papel de mi libreta y lo parto en dos. Él me ve y me susurra: —¿Qué haces? —Yo, respondo: —Tendremos que hablar con notas, a lo tradicional. —Él ríe levemente, mirando hacia los lados en caso de alerta. Yo también río.

Amanda: Estoy bien.

Eidan: No, ¡enserio! ¡ya dímelo!

Amanda: No es nada, solo que Jay no me perdona. Está muy, muy borde, no hay manera.

Eidan: Déjalo. Tú ya le has pedido perdón, ¿no? pues no vayas más tras él.

Amanda: Gracias, Ei. Almenos estás tú.

Eidan: No hay de qué, Am.

Y esto, confirma, que me he enamorado, enamorado de verdad. De Eidan.

Equipo de...¿frikis? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora