Capítulo Cincuenta y seis. Otra razón.

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La situación con Jennifer no mejoraba, cuando estábamos las dos en el apartamento, ella se encerraba en su habitación y no salía, solo para no toparse conmigo, una vez estuvimos a punto de coincidir en horarios, pero ella me evadió por completo, me miró y giró sobre sus talones para después cerrar su puerta de un portazo.

Mi estado de ánimo consistía en dos emociones, tristeza e indiferencia, las demás estaban fuera de servicio, o sinceramente si servían, no quería usarlas, no me sentía con los ánimos de hacerlo.

-Joder, Mariel- Antonio se sentó a mi lado -De saber que tendrías tu cara de sufrimiento toda la semana, te hubiera mandado a lamerle las sombras a esa mujer-

-Antonio, por favor- tapé mi cara con las manos.

-No, Mariel, ya es tiempo que hables, que me digas cómo te sientes-

-De la mierda- lo miré fastidiada
-¿Te sirve?-

-Sí, háblame más sobre eso-

-La echo de menos, Antonio- admití -Me siento fatal y es sumamente frustrante ver cómo me evita y no saber el porqué, dice que es el tema del orden, pero no lo entiendo, ya estábamos bien conforme a eso- hice una pausa -Sé que me quiere, lo siento, por cómo conectamos nuestras miradas, porque conmigo es ella misma, porque cuando estamos juntas, estamos bien, y sé que me echa de menos tanto cómo yo-

-Tal vez haya otra razón- dijo después de varios minutos.

-¿Cuál?- susurré -Ayúdame a entender, por más que busco no encuentro nada-

-No estás buscando bien, o buscas donde no hay nada-

-Ni siquiera sé que busco- dije frustrada.

-Pensemos en algo entonces- se quedó viendo el horizonte -No, no hay nada- me miró -Solo te diré algo- hizo una pausa -Si piensas que esa mujer es la indicada para ti, cambia por ella- puso una mano en mi hombro
-Es una putada cambiar por alguien, pero si es algo malo que perjudica a ambas, es un tanto bueno cambiar, siempre y cuando, quieras hacerlo-

-Quiero hacerlo, si veo que me siento peor al cambiar, yo misma me alejaré de ella-

-Sabias palabras, amiga mía-

-Sí tú lo dices- sonreí levemente.

-Vamos a despejar tu mente- se levantó lentamente -Toca clase de edición- sonrió.

-Excelente, esa profesora es demasiado sexy- imité su gesto.

-Bien, comienzas a regresar a ser tú- comenzó a caminar
-Apresura, o se acaban los lugares en primera fila-

Caminé más rápido y empujé a Antonio -El mejor lugar es de la esquina- comencé a correr.

Una vez en el apartamento, vi a Jennifer caminar a su habitación, corrí a toda hostia y la cogí del brazo -Jennifer- susurré.

-Mariel, sueltame- se safó de mi agarre.

-¿Qué sucede?- pregunté.

-Que no me gustas, eso, déjame en paz-

Me quedé perpleja, reaccioné al escuchar el portazo de la puerta de su habitación, caminé hecha un espectro a mi habitación y me senté en la cama, tal vez, ya tenía la solución.
No me quedaba más remedio, si quería seguir a su lado tenía que cambiar mis defectos, y ser otra persona, una que tal vez pueda gustarle.

POV. Jennifer.
Entré a mi habitación y me recosté en la cama viendo el techo, tapé mi cara con la almohada -Demonios- susurré.

Quité la almohada y giré, viendo hacia la mesita de noche, estiré mi mano y cogí el libro de pasta negra, lo abrí en la parte marcada y pensé en leer, vi las primeras letras, sentí un aire de melancolía y mejor cerré el libro -Otro día será- dije mientras dejaba el libro a un lado.

En la universidad, me gustaba verla de lejos, admirarla cuando leía o fumaba, sentía celos cuando hablaba con alguna chica y un enojo cuando le pedían su número, pero sabía que no podía hacer nada, yo misma la había alejado y ahora tenía que atenerme a las consecuencias.
Lo extraño es que no veía a Tania junto a ella, lo cual no entendía, puesto que me había dicho que me alejara para que ella pudiera hacerla feliz. Llegué al salón y me senté junto a Salma.

-¿Dónde está Tania?-

-No lo sé, tengo días que no la veo- levantó los hombros.

-Maldita- susurré.

-¿Qué?-

-Amiguita- sonreí.

-Sí, claro- soltó una leve risa -Si fuera tú, yo también la detestaría, en verdad, eso no es de amigas, sí se sabe que tratas de la mierda a Mariel y ella es buena persona y la mujer excepcional para muchas, pero no por eso hay que pedir que te alejes de ella para luego desaparecer-

-Trataba, duramos un tiempo estando bien-

-Pero la volviste a cagar, ve su cara cuando la espías a lo lejos, se ve triste-

-No la espío-

-Cómo digas, pero fíjate en eso, verás que en lugar de hacer algo bueno por ella, la estás lastimando más-

-¿Tú creés eso?-

-Es obvio, Jennifer, duraron varios días estando bien, conviviendo en armonía y hasta que la mandaste al diablo por su bien, y la verdad yo la veo peor- hizo una pausa -Deberías dejar de hacer cosas sin antes consultarle, quién mejor para saber de lo que le hace bien que ella misma-

-¿Debería hablar con ella?-

-Sí, lo antes posible, ¿O no la echas de menos?-

-Demasiado, cada mañana me lamento por ser tan cobarde y no luchar por ella-

-Deja de ser tan estúpida y haz algo, antes de que sea tarde- puso una mano en mi hombro y se levantó -Vamos, tienes la clase de redacción para pensar-

-Es en la clase que menos pienso- dije mientras me levantaba.

Pasaron varios días en los que ella había cambiado totalmente, ya no era la misma que conocí, era otra, era lo que siempre quise, lo que tanto imaginé, pero había un problema, ahora lo detestaba. Pero ¿Por qué? ¿Cómo detestar eso que tanto esperaste e imaginaste? Fácil, no era lo que yo quería, era lo que debía aprender a querer, de lo que me debía enamorar, no de una fiel estampa de lo que quise, si no, una leve impresión, solo un poco para así poder amar su todo.
Un todo que siempre estuvo, pero que yo no había podido apreciar, un todo que poco a poco yo misma iba acabando, con mis malos tratos, con mi egoísmo, con todo lo que le hacía daño, había destrozado a una mujer que solo me supo querer y ahora debía reparar cada uno de esos trozos, unirlos nuevamente y rogar para que aún tengan algo de amor por mí.

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora