DominGa

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Con las gafas al mejor estilo nerd, su sonrisa era enigmática, poca lucidez, falto de emociones, labios entrecortados, pero...

¡vengan los atributos!

Cuando me miraba no sé lo que pasaba por su cabeza: si ternura o pensamientos lascivos. Sólo entendía una cosa; la tipa era diferente a las demás, ocultaba misticismo asistiendo a las congregaciones de la iglesia.

Un día de tantos me di a la tarea de tomar un plan con suficiente premeditación, la alevosía no la tenía muy clara, tenia pocos recursos; y es que cuando la cara no te ayuda del todo, la lengua debe de ser bella y sincera.

No sabía que excusa inventar para poder llegarle a hablar. Masticaba y masticaba las ideas, pero ninguna era capaz de tomar un sabor, a veces ser introvertido es un papel muy difícil de llevar, ¡maldita timidez!
Lo peor de todo que sólo contaba con dos días a la semana, su padre era un tipo detestable a mi parecer, un seudoaltruista, con más razón tenia que irrumpir en la vida de su hermosa hija.

Con el pasar de los días me iban madurando las ideas, unas buenas y otras excitantes, llegó el momento dije dentro de mí, la vi y me puse algo pendejo, bombeaba saliva de la pura ansiedad, tomé valor y le propuse escaparnos un momento de ése lugar, ella me la estaba poniendo dificil, no se veía por donde me dijera que sí.

Vio que a lo lejos se acercaban personas no gratas, me hizo una señal que no supe interpretar, solamente la veía caminar en sentido de salida, mi plan estaba haciendo el efecto esperado... la seguí a unos pasos de distancia, estaba un poco oscuro, no sabia a donde ir, aceleré el paso y la tomé de la mano, sentí que todo se iluminaba a nuestro alrededor, flechas indicando el lugar, miradas brillosas, manos sudadas y yo, mordiéndole los labios de la ansiedad, una ansiedad que debía de calmar, mi corazón me estaba delantando, mi miembro estaba en estado erecto.

Al fin, encontramos un lugar, iba pensando como poderle hablar, como iniciar, mis lagunas mentales se estaban secando, no era capaz de unir palabras y escupir una buena excusa.
No sé cómo empezó, le tomé la mano, la mire a los ojos, acerque mi cuerpo, sentí que vibraba, ella tan serena, tan pasiva, apenas si pestañeaba. Estamos aquí me dijo, ¿y ahora qué?

Le dije que me gustaba su rostro, era diferente, sentía que debía de besar esos labios, estaban cortados por la falta de uso. Ella no dijo nada, sólo se acerco, me vio más de cerca, sentí que me hizo un close-up, cerró los ojos, era mi oportunidad, la estaba besando, jugábamos con la lengua, era un partido que yo estaba ganando y por goleada...

En un momento dado retiro su rostro y me dijo: ¡besas lindo!, pero me tengo que ir, otro día sera. Ella se fue y me quedé pensando: quiero besos y algo más, un día pasara...

De perro a gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora