Capítulo 49

268 26 5
                                    

El lunes, Micaela todavía estaba fatal. Ya no lloraba tanto, pero la tristeza la estaba consumiendo. Eso de enamorarse era horrible, en todas las novelas que había leído, se suponía que el amor era maravilloso, pero a ella no lo había ido bien. Bueno, sí. Pero
había durado muy poco, y cuando el viernes Lucas la miró a los ojos y le dijo que nunca la había querido, destrozó los recuerdos que ella tenía. No podía ser cierto. Se negaba a creer que él no hubiese sentido nada. Se negaba a creer que fuera capaz de hacer el amor de ese modo con otra mujer, que le sonriera así a nadie más. No, era imposible. Ya estaba, ya volvía a llorar de nuevo. Tenía que hacerse a la idea de que sí, de que él no había sentido nada por ella. De haberlo hecho, no la habría creído culpable de los robos y no la habría echado sin parpadear.

Lucas salió de The Scope y se fue a su casa. Desde allí, llamó a Sam y le contó todo lo que había pasado. No tenía valor de decírselo a la cara y ver cómo él lo miraba con reprobación. Sam lo escuchó con atención y, cuando acabó, no le recriminó nada, sino que se limitó a preguntar:

-¿Qué vas a hacer?

-No lo sé. -Lucas fue sincero-. Pero creo que ya no puedo hacer nada.

-Vamos, no digas tonterías -lo animó Sam-. Micaela te quiere, seguro que te perdona.

Lucas no estaba tan convencido.

-No sé, tal vez sí me quería. Pero después de lo que le dije el viernes no creo que quiera volver a hablar conmigo.

-Ya se te ocurrirá algo. -Sam suspiró hondo-. ¿Por qué no te quedas en casa y descansas? Seguro que no has dormido nada en todo el fin de semana. Ya verás como luego lo ves todo más claro.

-Quizá tengas razón -respondió Lucas-. La verdad es que estoy agotado, casi no puedo tenerme en pie. ¿No te importa?

-No, tranquilo. Nos vemos mañana.

Y, por extraño que fuera, se durmió en el sofá.

No se despertó hasta el martes por la mañana, y lo primero que hizo fue llamar a Micaela. Como era de esperar, tenía el móvil apagado. Lo intentó tres o cuatro veces y ninguna tuvo éxito. Luego llamó a Guillermo. El móvil de Guillermo sí estaba
encendido, pero su amigo no contesto ninguna de sus llamadas. Llamó diez veces. Las
nueve primeras no dejó ningún mensaje. La décima le pidió por favor que lo llamara pero, típico de Guillermo, éste ignoró su petición. Bueno, la verdad era que no le extrañaba. Se había comportado como un cretino.

Esa tarde hizo algo que había estado retrasando: llamar a Nana para contárselo todo. Cuando Nana dejó de reñirlo, le preguntó:

-¿Qué vas a hacer?

Últimamente todo el mundo le preguntaba eso.

-No lo sé -respondió él de nuevo.

-¿Es que eres idiota?

Bueno, en eso, Nana se había diferenciado de Sam.

-Te he preguntado si eres idiota -insistió su abuela-. Dios, no sé quién es peor, si tú o tu padre.

-¿Por qué lo dices? -preguntó Lucas.

-Porque tu padre se empeñó en luchar por una mujer que no lo amaba y tú no eres capaz de hacerlo por una que te quiere con locura.

Lucas no supo qué responder a eso.

-¿De verdad lo crees, Nana?

-¿El qué? -Nana estaba enfadadísima-. ¿Que eres idiota o qué Micaela te quiere?

-Lo de Mica. -Lucas no se veía capaz de pronunciar la pregunta entera-. Lo de que soy idiota ya lo has dejado claro.

-Claro que te quiere, Lucas -respondió Nana ya más cariñosa-. ¿Por qué crees que quiso hacer lo del reportaje de tu padre? ¿O por qué crees que no se defendió de tus estúpidas acusaciones?

Nadie como tú <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora