CAPÍTULO 18: Guerra de sentimientos

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Diego, esta plantado al frente mío, mirandome con preocupación. Me había seguido, no me había abandonado.
No se cuanto tiempo nos quedamos mirándonos, pero me sentía muy abatida, finalmente liberando mi cuerpo del shock corro, corro hasta el, corro para llegar con el, cuando llego lo abrazo y liberó todas mis dudas, rabias, tristezas y enojó que tenía guardados, haciéndome una promesa interna, susurrada pero profunda: Nunca vuelvas a desconfiar de el, no puedes desconfiar del amor...
¿Que cabo de decir? ¿Amor? NO. Es imposible, lo conosco desde hace muy poco, el no puede...yo no puedo...
Cuando intentó alejarme después de esa azotada de sentimientos encontrados, Diego me sostiene y no me permite separarme, estamos muy cerca, peligrosamente cerca.

Me mira fijamente a los ojos, quiero decir algo pero me callo, su mirada, mi mirada...Ya estamos diciéndonos todo. Veo la culpa, el remordieminto y el perdón en sus ojos. Espero que los míos expresen agradecimiento, Ojalá no se de cueta de mis sentimientos que luchan por salir a flote.
¿Y si no le gustó como el me gusta a mi? Creo que le atraigo, pero enamorado...No, es demasiado.
Bajo la mirada para que no vea mi guerra de sentimientos, su mano se posa en mi barbilla, cuando me alza la cara ya no me mira los ojos, me está...Me está mirando los labios.
O POR DIOS, me está mirando los labios, ¿me besara?
Institivamente mi mirada también baja a sus labios, sus deliciosos y un poco carnosos labios, ¿Que se sentira besarlo? ¿Besara bien? ¿Yo besare bien?
Cuando devuelvo la mirada a sus ojos, me la devuelve, también paro de mirarme los labios, <<Mierda>> Debió de haberse dado cuenta de mi deseo por besarlo, porque su mirada expresa mis sentimientos. Diego se va acercando sin dejar de mirarme, abro un poco los labios y hasta ahora me doy cuenta que los estaba mordiendo. Ya está, sólo falta un poco, cierto los ojos y... se escucha un sollozo.

Diego y yo nos separamos más rápido y brusco de lo que quería, como si estuviéramos haciendo algo malo. Volteamos, la realidad nos llega como una cachetada, bueno, varias cachetada. Había un niño muerto...y los cuatro oficiales.

Cuando nos acercamos al niño habían dos pequeñas abrazandolo, ¿serían sus hermanas?. Se parecían.

-El era mi primo.-Responde la mayor.-Pero vivimos juntos era...era como mi hermano.

Cuando se le rompe la voz al desirnos esto también se me rompe el corazón.
¡¿Que hago ahora?! Son 22 niños, ¡22!.
¡¿Donde carajo los vamos a meter?!, dentro de poco anocheceria. Miro a Diego y veo que las mismas dudas y preocupaciones lo invaden. Derrepente recuerdo...

-¡A 20 minutos esta el pueblo más cercano!.-Digo recordando.

Diego entiende mi idea.

-¿cuantos viven en ese pueblo?.-Le pregunta Diego a los niños con amabilidad, se ve tan lindo siendo...¡NO!.

Incapaces de hablar los niños alzan la mano, 2,4,6,8...9, sólo nueve niños.

-¿Y los otros 13 que?.-les pregunto suavemente.

Se miran entre sí, hasta que uno de los más mayores se acerca.

-Ocho vivimos en un pueblo que está...mmm... a una hora y media a pie y los otros cinco...ellos si viven aún más lejos, creo que son 3 horas.

-¿A pie?.-Le pregunto esperanzada.

-En carro.

-Mierda...ups, perdón.-Le digo avergonzada a los niños.

Me impresiona que en medio de todo oiga unas debiles risas.

-Tenemos que llevarlos al pueblo.-Dice Diego acercadose a mi.

-¿Y en donde dejamos a tantos niños?

-Hay 9 niños que tiene casas allá, o...¿Hay alguno que...que este huérfano?.-Pregunta Diego en un susurro.

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