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Volví a recordarte como la última vez. Estabas tirado en el suelo, sobre un charco de sangre que brotaba de tu pecho.
Quise correr hacia ti, pero cuando lo hacía no podía alcanzarte. Cuando al fin lo hice, note la herida tan grande en dirección de tu corazón. Intenté sacudirte para ver si reaccionabas; pero no hubo respuesta alguna de tu parte. Rogué por que estuvieras bien.

Te sacudí una vez más. Al igual que antes, no reaccionaste. No podía creer que fueras tú quien yacía tirado, inerte y sin aliento.
Tuve un ataque de pánico; como ese que no me da desde los cinco años.
Comencé a gritar tu nombre. Tome mi cabeza con ambas manos intentando cubrir mis oídos. Cerré mis ojos con fuerza, mientras trataba de contener las lágrimas. Fue ahí cuando todo se volvió gris.

No tenía más fuerzas para contenerme, lo único que pude hacer fue abalanzarme sobre ti. Te tomé en mis brazos y mire tu rostro; ese rostro que tantas veces me sacó sonrisas, suspiros... Y ahora llantos.
Acaricié tus mejillas, y te susurré que tu no debías irte, y si lo hacías, me iría contigo.

Te fuiste. Una vez más desperté gritando tu nombre; sudando de miedo y con lágrimas en mis ojos. Te recordé otra vez. Muerto otra vez.


Otra VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora