Capítulo 14- Salvación

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–Vine aquí cuando cumplí el año, mi padre es de aquí y mi madre del norte de España... se conocieron porque mi padre fue de vacaciones allí... se quedó a vivir con mi madre y cuando me tuvieron decidieron mudarse aquí, tardaron un año en encontrar casa y eso... Pero bueno, ¿Qué hay de ti? ¿Recuerdas algo de tus padres?

–Sí, se llamaban John y Sarah.

–¿tu infancia fue muy mala?

–Bastante.

–¿Había algo bueno?

–Mis amigas.

–¿Y tuviste novio? ¿O lo evitabas?

–Cuando estaba con Marcus tuve tres.

–¿Y no lo supo?

–Bueno, uno si, era su hijo.

–¿Saliste con su hijo? ¿Pero no es un asesino también?

–Marcus le obligaba a hacerlo, igual que a mí.

–¿Es mayor que tú?

–Sí, cuatro años mayor.

–¿Cuatro años? Eso es mucho.

–No es tanto.

–Tal vez ahora no, pero antes si tú tenias doce él tenia dieciséis.

–Salimos cuando yo tenía dieciséis y el veinte.

–Aun así, es mucho, y si os llegasteis a acostar ilegal.

–La edad no importa, ¿Sabes? –se encoge de hombros y oímos pasos fuera, por un momento pienso que es el violador, pero en seguida esa idea se va de mi mente, lo han detenido, aunque oír esos pasos ha hecho que Ainhoa se alerte– Han intentado violarte, ¿Verdad?

–¿Cómo sabes eso?

–También lo ha intentado conmigo, pero tranquila, le he denunciado.

–Eso no le parará... no si sigue aquí...

–Tranquila... me siento mejor, no me costará darle una paliza, pero por ninguna razón comas lo que él te sirva.

–Ya comí...

–¿Qué paso?

–No lo sé... no recuerdo nada...

–Te drogó...–veo como sus ojos se llenan de lagrimas, los cierra para que se queden ahí, para retenerlas, para no llorar– Tranquila... ahora estás segura.

–¿Y si me violó...?

–¿Y si no lo hizo?

–No recuerdo nada... seguramente lo hizo...–una lagrima escapa de sus ojos para recorrerle la mejilla, pobrecilla, tiene diecisiete años, no debería preocuparse por eso.

–Tranquila...

–Quiero saber la verdad... quiero saber si me violó... necesito saberlo...

–Si se lo preguntas directamente a él mentirá.

–Pero es que... tapa la cámara cada vez que entra, y ya de por si no tienen sonido...

–Tranquila, lo sabrás, de algún modo. –asiente y se tapa con la sabana, demasiado para ser verano, miro el reloj, las once de la noche.

–Buenas noches...

–Descansa. –me tapo lo justo y cierro los ojos, temerosa de que el violador salga libre por alguna razón y venga a hacernos algo.

Al otro lado de la leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora