La Hora Señalada

8 1 0
                                    



Hoy me levanté temprano, para asistir a la Misa de Ramos que se realiza antes de dar comienzo a la Semana Santa. Estando allí, pensé que tardaría unas tres horas en terminar pero apenas tuvo una hora y media de duración. En ese tiempo decidí dedicarme a reflexionar sobre mis actos, pedir perdón por todo lo que hice y despejar mi mente para no tener ningún mal pensamiento, prejuicio, ni comportamiento negativo; quería estar lo más "purificado" posible. Al salir, pude ver grandes concentraciones de personas que agitaban las palmas, hacían cruces con ellas y cantaban alabanzas con un entusiasmo que resultaba contagioso.

Fui a la repostería y compré una caja de bombones para darme un gusto durante mi recorrido. Decidí visitar todos los lugares que conocía en esta ciudad, desde los insalubres puestos de comida hasta aquel lujoso y costoso café en el que descansé después de mi viaje. Todo esto evocó muchas emociones en mí, pasé por el bar en el que ahogué las penas con mis compañeros aquella noche y sentí cierto remordimiento por nunca estrechar lazos con ellos. Me sentí especialmente triste cuando pasé por el edificio de mi fallecida, me detuve allí a reflexionar un poco sobre todo el tiempo que pasamos juntos.

Tras el entristecedor recorrido a casa, llegué y tomé la cámara para subir sus archivos a la computadora. Hecho esto, vi las fotos que tomamos en aquel viaje que dio la compañía, recordé con alegría los carnavales de Barranquilla, que me llenaron de alegría, y aquella velada romántica que llevé a cabo ese día y cuyo recuerdo aún guardo celosamente en mi corazón.

Pero no se me escapa nada, también reflexioné sobre los años que pasé en Argentina, sobre la mujer que casi fue mi esposa y sobre aquel comediante español con el que me engañó. Pero, lejos de recordarlo con desprecio, me resulta irónico pensar que si no hubiera sido por la intervención de este hombre, yo nunca habría venido aquí para pasar tantas experiencias sorprendentes...

Llega el atardecer y voy a la vereda, a un lugar con mesas para contemplar el crepúsculo. Allí escribo una carta inspirándome en los acontecimientos que viví estos últimos meses, las personas que conocí y todo lo que hice, porque quiero tener recuerdos buenos de mi vida aquí.

Reviso minuciosamente la carta para evitar que haya algún error ortográfico, después de todo soy extremadamente perfectionista con eso, a veces a tal punto que la gente me pide que lo tome con calma, pero ¿Qué puedo decir? Es un hábito que tengo desde los 7 años. Me quedo un rato más a ver cómo el sol se oculta y finalmente regreso a casa.

La noche es joven y decido poner música para ambientar un poco el lugar, que resulta lúgubre con mi presencia en él.

Tras poner la música, nuevamente me sumerjo en mis pensamientos para seguir en mi larga reflexión.

Es deprimente pensar en el hecho de que siempre haya tenido aquella onda negativa sobre mí, es decir, nunca tenía experiencias buenas que contar. Era joven y siempre me quedaba solo, buscaba gente con la que encajar pero era difícil. Siempre me he jactado de ser diferente con respecto a la manera de pensar de los demás, pero siempre me esmeraba en tener amigos con quien pasar esos días tristes.

Cuando no tenía amigos en la escuela, los buscaba en el internet, suena como algo muy infantil pero lo cierto es que esa era la manera en la que yo pasé mi juventud.

Hoy en día he aprendido a valorar más el trabajo, porque es lo único que me queda, pero incluso así, siempre siento un espacio vacío. Una vacuidad que he tratado de encontrar en la gente a mi alrededor, pero hay poca gente buena en este mundo y yo cometí muchas veces el mismo error, hasta podría decir que todo lo que me ha pasado es mi culpa.

¿En verdad he atraído todo esto? La gente me decía de joven que pensara positivo y eso traería cosas buenas, pero yo no les hacía caso y siempre pensaba lo mismo, que todo estaba mal y nunca pasaba nada bueno, hasta parece que me convencí de esto a tal grado que definió mi vida, así pasaron mis años, en soledad y encierro. Las buenas experiencias que tuve me fueron arrebatadas de manera tan trágica que de verdad he llegado a cuestionarme si yo he hecho algo tan malo para merecerme llevar una vida así.

Aunque tenga un arcoíris, siempre veo el cielo gris; aunque tenga oro en mis manos, siempre pienso que me falta algo y ,sobre todo, cuando tengo personas que me quieran, no lo veo así, no con amor sino con odio. Muchas personas se cansaron de ayudarme y simplemente se fueron, sin decir por qué, sin decir adiós.

No puedo contener más las lágrimas y me desahogó silenciosamente. Entonces recuerdo que una amiga me dijo una vez que yo no era una mala persona, sólo un ser destrozado que se corta cada vez que trata de reunir sus pedazos. Siempre me gustó esa metáfora, porque ¿qué mejor manera de definirme a mí mismo? Pero, pese a lo buena que sea, no puedo evitar llorar cada vez que interpreto su significado...

 El reloj marca las 8:00 P.M. y en ese preciso momento comienzo a pensar en la maldad, en todas esas injusticias que se cometieron sobre mí. Es algo que me molesta bastante, pensar en el hecho de que la gente pueda salirse con la suya sin más, es algo terrible que ha ido evolucionando dentro de nosotros hasta que ha pasado a formar parte de nuestra psique, del pensamiento humano.

Mientras entristezco cada vez más, el reloj avanza lentamente, como si me hubiese subido a una estrella fugaz y el tiempo se hubiese dilatado frente a mí, o al menos eso dice la teoría de Einstein.

Son las 8:15 ¿Dónde está la gente buena? No sé si en verdad exista el bien o el mal, pero lo que yo considero bueno es algo prácticamente inexistente hoy en día.

Si de verdad hay gente buena ¿dónde están? ¿por qué me han abandonado? ¿no son capaces de ver que sufro? No se necesitan lágrimas para ver que alguien no está bien. Muchas veces escondemos nuestros sentimientos por miedo a que seamos juzgados, pero esa falsa idea nos destruye, nos va quitando la felicidad poco a poco hasta que quedamos tan vacíos que nos volvemos agujeros sin fondo deambulando por el mundo.

8:30 dice el reloj y ahora pienso sobre cómo se ha denigrado tanto la imagen de mis amigos, si vieran esto, yo les mostraría cómo me siento en verdad.

Yo te recibí en mi vida con los brazos abiertos, porque del rechazo aprendí la aceptación. ¿Por qué me dieron la espalda? En cierto punto llegué a considerarlos verdaderos amigos, personas en quienes confiar, por quienes luchar y apoyar. Pero la misma historia se repitió una y otra vez, me dejaron por personas viles, se alejaron por falsos rumores, escucharon a las sombras y abandonaron la luz. Si pudieras verme a los ojos en este momento ¿serías capaz de reflexionar sobre lo que hemos hecho el uno por el otro? ¿en verdad podría llamarte amigo? ¿o sólo eres otra persona que vino a aprovecharse de mí?

Todo esto que pienso consume más tiempo y ya son las 8:45, entonces voy a mi cama, y tomo el arma de la gaveta en la que la guardé.

Dios ¿por qué me la quitaste? ¿Qué te hice yo? Hay personas ahí afuera cometiendo verdaderos actos de mal y a mí me quitas el único ser que me ayudó aquí. No me quitaste a otra persona, me quitaste a alguien que amaba, alguien con quien formé un lazo muy fuerte.

Yo prometí que no cometería los mismo errores de los demás ¿Así me lo agradecen? Pues estoy harto de ser un objeto, si tanto me querían entonces les digo que nunca me lo demostraron.

Son las 9:00...

Se escuchan las campanadas del reloj.

Primera campanada, respiro.

Segunda campanada exhalo.

 Tercera campanada, respiro con dificultad por el llanto.

 Cuarta campanada, exhalo; quinta campanada, respiro.

 Quinta campanada,exhalo.

Sexta campanada, respiro.

 Séptima campanada, tomo el arma.

Octava campanada, pongo el cañón en mi cien.

Novena campanada y...


La Culpa es del EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora