Coraline despertó conteniendo el aliento; se llevó ambas manos al pecho, y abrió la boca, tratando de aspirar aire suficiente para llenar sus pulmones.
Se sentía asfixiada, y con el pecho oprimido, como si alguien estuviera sobre su delgado cuerpo, tratando de ahogarla. Tanteó con las manos su alrededor, entrando en un estado de auténtico pánico: lo único que veía a su alrededor era luz.
Gritó, sentándose de golpe, y el aire por fin volvió a su cuerpo, haciendo que los latidos de su corazón volvieran a la normalidad, así como la luz fue lentamente atenuándose, mostrándole donde en realidad yacía: tirada en el suelo, justo frente a su casa. El sol estaba ocultó entre nubarrones tristes, y el auto de sus padres se encontraba estacionado a unos metros de ella.
Soltó un quejido entre dientes, poniéndose de pie, y sacudió su ropa con rapidez, maldiciendo por lo bajo. La primer pregunta que asaltó su mente fue la razón por la cual estaba ahí, tirada entre las hierbas, dormida.
Segundos después lo supo; fue como una oleada de recuerdos que golpeó su mente con brutalidad, dejándola nuevamente sin aire. Corrió al interior de su casa, subiendo rápidamente las escaleras de la entrada.
— ¡Papá, mamá! —Chilló, corriendo entre los pasillos, haciendo bastante ruido—. ¡Papá! ¡Mamá! ¡Ya estoy aquí!
Un auténtico miedo la inundó. La última vez que había pasado por aquella situación, sus padres habían terminado en manos de la bruja, encerrados en una esfera de cristal. Siguió gritando su nombre, sin dejar de correr entre los pasillos, hasta que sonaron unos golpes secos en la puerta principal.
— ¡Papá! —Gritó Coraline Jones, saliendo de la cocina para dirigirse a la puerta de entrada—, ¡volvieron!
Abrió de golpe la puerta, el cielo parecía mucho más nublado y triste, y justo en el alféizar, con las manos detrás de la espalda, Wybie le devolvió la mirada. Unos ojos sin botones cocidos en ellos, y sus labios dibujaban una tenue sonrisa avergonzada.
— ¡Tú! —Chilló Coraline, señalándolo y dio traspiés, hasta caer de golpe al suelo.
El Otro Wybie corrió hacia ella, levantando ambas manos al cielo, aunque en el fondo quiso ayudar a la niña a levantarse; Coraline observó con atención sus ojos: se parecían a los de Wybie, el verdadero, el chico que pareció haberle querido besar los labios.
— ¡Pero tú estabas...! —Omitió la palabra "muerto", y trató de levantarse del suelo—. ¡La Otra Madre, ella...!
Él asintió con la cabeza y se encogió de hombros. Sus ojos eran normales, su boca no emitía ningún sonido, pero la niña pudo leer su desconcierto en las facciones de su rostro; si no estaba en casa, ¿a dónde había ido a parar? Sus padres no existían en ese mundo, la Otra Madre había desaparecido y ese minúsculo mundo manufacturado era una copia de la bruja, una copia posiblemente hecha por el monstruo que quiso cazarlos en el bosque.
Bemus.
Se le erizó la piel de sólo pensarlo, y sacudió la cabeza, tratando de alejar el temor que comenzaba a inundar su corazón.
Volvió a mirar al chico, acercándose a él. ¿Cómo podía parecerse tanto a Wybie? ¿Dónde estaría el real? ¿Y los demás? ¿Por qué sólo ella había ido a parar a ese mundo?
— ¿Sabes por qué estoy aquí? —Le preguntó, con gesto desolado—. ¿Lo qué está pasando?
"Wybie" la miró, ladeando la cabeza, y tomó de su mano, guiándola al interior de la casa, y Coraline reconoció inmediatamente la dirección de los pasillos por los que la estaba guiando: al espejo, donde había vislumbrado el cuerpo de sus padres cubiertos de hielo.
El reflejo de todo su cuerpo la recibió, el Otro Wybie se hizo a un lado para que Coraline quedara completamente a la vista; ella recorrió completamente su cuerpo: no había señales de heridas, ni su ropa parecía rasgada. Fue poco a poco subiendo la mirada, hasta colocarla sobre el rostro del muchacho moreno que yacía a su lado.
Después lo dirigió a su rostro.
Y tuvo que contener un grito.
Su ojo derecho estaba completamente libre: el color café era casi puro. Pero el izquierdo hizo que su corazón diera un vuelco. Un botón, esa cosa estaba tejida a su piel, por encima del pómulo, y las costuras parecían hundirse en el cuenco del ojo, sin dolerle ni causarle ninguna molestia.
Wybie se colocó a su lado, mirándola de reojo, dio un suave golpe al cristal, haciendo que éste se empañara, resaltando el ojo de botón que adornaba el rostro de Coraline Jones.
—Él lo hizo —masculló la niña. El terror se iba convirtiendo el cólera—. Utilizó mi mayor miedo para tenerme —frunció los dedos, convirtiéndolos en puños.
Se abstuvo de golpear el cristal, no debía dejar que la desesperación guiara sus actos.
Volvió a mirar el espejo, y el Otro Wybie le señalaba con insistencia un punto indefinido del cristal: una esquina oscura, donde un par de siluetas flotaban entre un frío aterrador. Vio el cuerpo de Mabel de rodillas, parecía estar llorando, y a sus pies estaba Dipper, junto con Neil, enterrados entre la nieve.
—Tengo que ayudarlos —masculló Coraline. Quería echarse a llorar, pero se obligo a ser valiente—. Tienes que ayudarme —le imploró al otro Wybie, quien rodeó sus hombros con un brazo, atrayéndola hacia él.
El ojo de botón de Coraline seguía mirando fijamente el espejo.
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Mystery Kids: Argus
FanficÉl no ha muerto. Sigue respirando. En el fondo del bosque. Ahí en el centro. Escondido entre las entrañas. Observando. Historia original. CANCELADA.