Capítulo dos. Conversaciones turbulentas.

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—Normal, si te reencuentras conmigo lo tienes que adorar. —Dijo la chica con confianza y seguridad.

—Parece que la seguridad en ti misma la llevas mejor. —Contesté.

No sé que le había pasado a aquella chica que conocí que era totalmente insegura y con mucho miedo a todo, pero sinceramente, esta que tenía delante era mucho mejor. A Ana se la veía cambiada, como si ahora no viese la vida de color negro, ¡ni si quiera parecía que la viese de color rosa! Era más bien como si para ella la vida se le presentase de muchos colores vivos y alegres, como los que hay en un arcoíris. Y eso está bien. Desprendía unas sensaciones increíbles y podía arriesgarme a decir que, si no hubiese pasado página ya, quizás caería de nuevo en sus encantados (ahora muchísimo más mejorados). Su nuevo aspecto, no solo físico, también el psicológico, hacía que cualquier persona se sintiese bien a su lado por la fuerza y energía que irradiaba. Para ella, por lo que se podía apreciar, los años no habían hecho estragos, al revés, estaba mucho mejor que cuando la conocí y eso que cuando lo hice ya era increíble y única.

—Parece que tú sigues viéndome con los mismos ojos. No has cambiado la forma de apreciarme. —Dijo mientras que sonreía.

—¿Por qué iba a hacerlo? Siempre he sabido lo que vales y no voy a cambiar mi opinión de ti aunque pasen cien años.

—Cuando pasen esos cien años, ponte en contacto conmigo y a ver si piensas lo mismo. —Propuso.

—No es por estropear tu gran realidad, pero dudo que vivamos tanto tiempo. —Reí.

—Tú por lo que puedo ver, no. ¿Carrera agotadora? —Dijo burlesca.

—¿Braguetazo con un ricachón? —Dije en su mismo tono. —Ah no, que estás con Álex.

—Te equivocas. —Dijo sentándose frente a mí. —Sorprendentemente nos hemos divorciado.

—Deja de burlarte de mí. —Dije sorprendido.

—Es verdad. Parece que las relaciones en esta familia no funcionan. —Comentó entre divertida y seria. —Pero probablemente lo arreglemos, siempre lo hacemos. —Suspiré. Al haberme perdido tanta relación con ambos no sabía por lo qué pasaban y me daba bastante pena, haya pasado el tiempo que haya pasado, sigo considerando a Ana como una amiga al igual que a Álex, y debería poder estar ahí para apoyarlos y escucharlos.

—¿Qué ha pasado? —Ni si quiera sabía que preguntar.

—No lo sé, el estrés del trabajo supongo. —Alzó sus hombros. —Pero no es nada preocupante, discutimos muchas veces, ya sabes como siempre ha sido nuestra relación o al menos te lo puedes imaginar por lo que ambos te hemos contado. Decimos que lo vamos a dejar y luego a la hora de la verdad ninguno puede estar sin el otro y alguno de los dos acabamos dando nuestro brazo a torcer.

—La cabezonería es parte de vuestro ADN. —Respondí mientras que negaba con la cabeza.

Nunca van a cambiar. Su relación se basa en eso, en pelear y después reconciliarse, digamos que es como una relación de amor- odio y viceversa. Y creo que eso es lo que los mantiene unidos y que la relación nunca muera, al tener tantas riñas, se entretienen al menos y siguen manteniendo la llama vida al hacer las reconciliaciones.

Porque sí, ya me imagino las reconciliaciones que les gusta a Álex...

—Incluso los niños se lo toman a risa. —Sonrió.

—Deberíamos quedar algún día y me vas contando qué tal te va todo ¿no? —Propuse.

—¿Tendrás tiempo para una mujer antigua en tu vida? Seguro que estás desbordado. Y no me refiero solo en el ámbito laboral. —Me lanzó una mirada pícara. De un sorbo me bebí mi bebida y deje el dinero en la mesa, levantándome y cogiendo mis cosas. Ana me siguió hasta la puerta.

Creo que me he enamorado... (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora