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Miré hacia la mesa de noche. Los números rojos de mi viejo reloj despertador indicaban que eran las tres de la mañana. Con un suspiro giré sobre mi misma dándole la espalda a la mesa de noche. Faltaban 3 horas y media para que tuviera que levantarme, sin embargo, la emoción que sentía hacía que me fuera imposible conciliar otra vez el sueño. Con resignación salí de la cama, tomé una pequeña linterna y comencé a caminar por los pasillos de la gran mansión. Por momentos me detenía a observar las delicadas pinturas que se encontraban en cada pared. Las veía todos los días pero nunca dejaban de cautivarme.Mi favorita era la de una joven de cabello azabache que se hallaba de pie en un risco y bajo ella estaba el mar. Había algo que me atraía a esa pintura, tal vez era el hecho de que no se parecía a ninguna otra dela casa. Tal vez era el hecho de que era mucho más oscura que el resto. Luego de unos minutos deambulando decidí ir a la cocina. Abrí el refrigerador,tomé una manzana y me senté aún sin sentir ni un poco de sueño.

La razón por la que estaba tan emocionada era que ese día cumplía 18 años. Para la gente como yo, los 18 años eran más significativos que para el resto de las personas. Era la edad en la que una ceremonia indicaría que que yo, Liana, sabría por fin mi destino. Los ángeles, como los humanos decidieron llamarnos, sabemos que cada uno de nosotros nace con un destino, el cual es revelado durante la ceremonia que tiene lugar cuando un ángel cumple 18 años en el plano humano.

Antes de que me diera cuenta el reloj de la cocina marcó las seis de la mañana. Tras la ventana, el cielo comenzaba a clarear. Me levanté y comencé a caminar hacia el piso de arriba donde se encontraba mi habitación. Estaba a punto de subir las escaleras cuando oí un ruido atrás mío, me di vuelta con lentitud en actitud defensiva. Me relajé en seguida cuando vi al joven de cabello castaño claro con una sonrisa de oreja a oreja―¡Adam!Casi me matas del susto ― le dije al joven que aún no había borrado la sonrisa de su rostro. Adam simplemente me envolvió con sus brazos dejándome casi sin aire -¡Feliz cumpleaños!-dijo con un tono de voz que podría haber despertado a la mansión entera-¿Estás nerviosa?-preguntó con un brillo en sus ojos. Adam tenía 19 años por lo que ya había encontrado su destino. -No, estoy bastante tranquila-mentí pasando una mano por mi cabello. La verdad era que los nervios me estaban comiendo viva. Mi amigo, dándose cuenta que mentía volvió a sonreír para darme ánimos-Tranquila, todo saldrá bien. Ahora vé, que todos llegarán en una hora.

Ya en mi habitación entré al baño y esperé a que la bañera se llenara de agua. Bajo mis ojos se podían apreciar unas sombras moradas que contrastaban con mi piel pálida. Me quité la ropa y me senté en la bañera observando las burbujas. No sabía por qué tenía tanto miedo,después de todo, no había nada malo que pudiese sucederme. Luego de unos treinta minutos salí del baño envuelta en una toalla. En el closet estaba el vestido blanco que iba a usar, era simple, nada de otro mundo. Me miré al espejo por última vez, me veía bastante bien pese a lo poco que había dormido, una cinta blanca adornaba mi rubio cabello y las ojeras,luego de ponerme un poco de maquillaje, no se notaban tanto. Miré el reloj, eran las 7:45. Bajé al mismo tiempo que llegaban todos. Mis amigos me dedicaron rápidos abrazos y sonrisas mientras que los demás ángeles me felicitaban cordialmente. A unos metros de mi se hallaba un hombre de barba y cabello canoso que me dirigía una amigable sonrisa. Me acerqué con los nervios presentes en mis ojos-¿Nerviosa?- preguntó aunque ya sabía la respuesta-Demasiado-Respondí. Hugo era un hombre que aparentaba unos 60 años, aunque nunca me había dicho su verdadera edad. Su barba llena de canas se veía algo desaliñada en comparación a la barba que algún otro ángel podría llegar a tener por lo que a veces recibía varias miradas de desaprobación. Como Adam, Hugo me dijo que todo saldría bien.

Cuando todos se saludaron entre si, nos reunimos en un salón grande y desprovisto de muebles el cual estaba destinado solo para la ceremonia de los 18 años. En una de las paredes había una puerta de color café la cual daba paso a una habitación donde solo el ángel que cumplía años podía pasar. Adam me había contado que al entrarse enciende un fuego en una vasija colocada en el medio de la habitación y que luego de unos minutos de la llama surge un humo cuyo color determinará tu destino.

Una vez que todos entramos en el gran salón la ceremonia empezó. Una mujer alta, huesuda y de cabello gris a la cual nunca había visto. Tenía una expresión severa que te hacia querer huir de ella por miedo a que te eche una reprimenda. Se presentó como Adelaida y a continuación recitó unas palabras en un idioma que, por lo que ví en los rostros de mis amigos, solo los mayores entendían. Adelaida continuó hablando por lo que pareció media hora y cuando terminó me llamó por mi nombre para luego señalar la puerta. Tragando saliva e intentando aplacar los nervios entré lentamente a la pequeña habitación. La puerta se cerró a mis espaldas y el fuego se encendió. Mi mente era un torbellino de nervios. Si el humo era blanco, mi destino sería guiar a los humanos; si era rosado, mi destino sería supervisar al resto de los ángeles (eso le había tocado a Adam), y por ultimo, si el humo era celeste mi destino sería luchar contra los demonios (otro nombre inventado por los humanos). Me senté frente al fuego sin despegar los ojos de él. Casi podía oír los latidos de mi corazón.
Cuando el humo comenzó a salir, sentí como si esos sonoros latidos hubieran cesado. Lo observé con los ojos abiertos de par en par mientras éste llenaba la habitación.






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⏰ Última actualización: Dec 23, 2016 ⏰

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