Todo empezó un soleado día de marzo. Yo me dirigía a las clases de natación. Me encontraba esperando en la parada del autobús mientras escuchaba música. De repente se me acercó un chico de pelo castaño rizado, ojazos verdes y una sonrisa deslumbrante. Iba acompañado de otro chico rubio, de ojazos azules y cálida sonrisa. El rubio sacó una guitarra de la funda que llevaba a la espalda y el moreno comenzó a cantar. Me quité los cascos para poder escuchar mejor y me quedé embelesada con la música. Cuando terminó la canción, repartieron unos folletos y se marcharon. Cuando por fin desperté de mi encanto, cogí un folleto del suelo y lo leí. En él había una foto de cinco chicos, entre ellos los dos que habían cantado, junto con una dirección de un bar, una fecha y una hora. O sea ser, los chicos cantaban en un bar. Terminé de leer el folleto justo cuando el autobús llegó. Lo metí en mi bolso y entré. Pagué y seguidamente tomé asiento. La actuación de los chicos era aquella noche, y yo estaba dispuesta a ir.