Capítulo uno. El día nefasto.

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Todo comenzó el lunes por la mañana, pero no era cualquiera, era el primer lunes de mi último año en Preston High. Tenía todas las intenciones de que este año fuera el mejor de todos, todo estaría perfecto y bajo control.  Esa mañana algo de unos sesenta y cinco kilos, me cayó en la espalda impidiéndome respirar.

—¡Au! —grité tan fuerte como pude, ni siquiera podía hablar por el peso sobre mí.

—¡Hora de levantarse, chica! —Exclamó Adam, mientras rodaba en la cama para acomodarse a mi lado. Me senté en el colchón y tomé la almohada de un extremo para luego calcular el rostro de mi hermano y darle el golpe que se merecía por levantarme tan dulcemente—¡Oye! —Renegó cuando le di justo en la cabeza.

—Genial, ni siquiera se puede dormir en paz en esta casa —dije con tono dramático poniéndome de pie y buscando una toalla para luego entrar en el baño.

—Uy, parece que alguien está a punto de entrar en el período —cantó Adam ridículamente.

—Cierra la boca —respondí y me encerré en el baño para darme una ducha.

Salí de mi habitación acomodándome la chaqueta negra y guindándome la mochila en el hombro.

Bajé las escaleras de dos  en dos y caminé hasta el comedor para encontrarme con la mesa ya servida y tres hombres alrededor que no paraban de hablar.

Presidiendo el desayuno como siempre, estaba Alexander Williams, metido en un saco color azul que le quedaba perfecto, su cabello de tono grisáceo estaba cuidadosamente peinado hacia atrás y luego a un lado, como siempre desde que tengo memoria.

Al lado izquierdo de mi padre estaba sentado Allan Williams, mi hermano mayor; tiene el cabello castaño oscuro idéntico al de mamá, mientras que la nariz recta y los labios pequeños los ha heredado de nuestro padre, los ojos color miel resaltan en su cara y el traje gris que lleva puesto hace resaltar su figura masculina y desarrollada, es guapo. Él trabaja en la empresa familiar, que se dedica al mercado de telecomunicaciones. Allan es el director de producción, un trabajo demasiado complicado como para tomarme la molestia de entender. Muchos papeles, aburrimiento absoluto.

Luego ocupando la otra silla, está Adam, quién es un año menor que yo, tiene el cabello castaño claro y los ojos cafés, la mandíbula recta y las cejas gruesas. Su estilo es completamente opuesto al de Allan, va siempre desaliñado y es mujeriego hasta decir basta. A pesar de que el gusano apenas está por cumplir los diecisiete, las chicas le llegan por doquier y el cabeza de chorlito tiene una vida mucho más interesante que la mía.

Me senté en la silla vacía junto a papá sin decir nada.

—¡Eh, cállense, viejas de patio! —Exigió papá con su ceño fruncido—. Vamos a dar gracias a Dios—anunció y cerró sus ojos para decir algunas palabras en agradecimiento por la comida, salud, bla, bla, bla y con un “amén” coreado por los cuatro comenzamos el desayuno.

Cuando finalizamos cada uno se preparó para su jornada laboral, incluyéndome.

—¡Adam! —Grité hacia las escaleras, esperando a que mi hermano bajara para irnos de una vez. Tres minutos después, el muchacho corría escaleras abajo.

Caminé hasta la puerta del estudio dónde mi padre estaba recogiendo algunas cosas y me despedí de él.

—Nos vemos papá —dijo Adam secundando mi acción.

—Hasta luego mis polluelos, estudien mucho. Buena suerte hoy —polluelos, muy original.

Salimos corriendo por la puerta principal y rápidamente me subí en el BMW negro que fue obsequio el cumpleaños pasado.

El rey de los idiotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora