Un Placer Conocerte [OS Destiel]

Un placer conocerte

Dean estaba jugando poker en ese bar de mal agüero.
Hacía ya poco mas de año y medio que estaba tan sumergido en ese lugar con intenciones de no salir de ahí jamás, o por lo que le restaba de vida.

Ahí, un mesero en particular comenzó a atenderle, pues desde el principio —y desde siempre— nadie mas que él lo aguantaba.

Generalmente ese mesero le pedía que dejara de lado esos vicios que lo estaban llevando a la perdición pero, generalmente, era ignorado y a veces tratado mal.

—¡Sírvame otra, dije!— Gritó exasperado ante la negativa de aquel mesero.
—Está demasiado ebrio— contestó en su defensa el mesero—. A la larga te harás daño.
—¡Cass, no pierdas tu tiempo, nunca hará caso ese cascarrabias amargado!— exclamó Ellen en voz alta desde la barra.
—¡Aun soy joven como para que me llames cascarrabias!— Señaló Dean en dirección hacia la barra—. Sabes, mejor me largo.

Acto seguido, se levantó tambaleante y se encaminó a la salida de dicho lugar, pero en un mal paso cayó al suelo.

De inmediato y como reflejo, Castiel fue a socorrerlo levantándolo para sentarlo en una silla cercana.
Dean no dijo más, sólo se quedó ahí sentado. Sus compañeros de juego recogieron las cartas y se dirigieron hacia el castaño para devolverle el dinero apostado —incluyendo el de ellos—.

—Lo necesitas mas tú que yo, Dean— dijo Bobby.
—No me tengas lástima— Renegó en respuesta el joven Winchester, arrojando el dinero al suelo.
—Cuídalo, Cass— Le encargó Bobby al mesero y se marchó junto con Rufus y Benny.

Noches como esas frecuentemente pasaban. Era difícil mantener sobrio al hombre. Sino estaba tomando y jugando, estaba durmiendo dentro de su auto. Sólo pocas veces Castiel lo encontraba sobrio y no era tan malhumorado como solía ser cuando estaba borracho. Era mas serio y callado.

Después de la pérdida de su padre, después de que Samuel, su hermano menor, se fuera con Jessica a formar su vida sin decir mas, fue difícil para Dean asimilar su nueva situación.
He ahí la razón por la cual ese apuesto hombre de ojos verdes se hundió en el mundo de la promiscuidad, alcohol y juegos.

Pasaron algunos días en los que Dean no se apareció en los alrededores del bar. Era extraño pues hasta tenía una hora exacta para llegar a hacer su desastre.

Una de esas noches donde Dean seguía ausente, Cass tocaría la delgada línea entre la vida y la muerte al defender a la persona que más ha querido en ese último año y medio: Dean Winchester.

—Entienda que Dean no está— Reafirmó Castiel a Uriel, quien buscaba encarecidamente al joven Winchester.
—Te conviene mejor decirme la verdad, Castiel.
—Pero en ser...
—¡Deja de defender a tu amante y dime dónde carajos está!
Al pronunciar esas palabras Uriel, muchos ojos curiosos voltearon a verlos.
—Todos en el bar sabemos que andas colgadito por el estafador Winchester, Castiel— Alardeo el trajeado.
—No, se equivoca— Negó Castiel en su defensa, mas sus palabras quedaron atoradas después de pronunciar solo esas tres. No era bueno mintiendo.

Algunos clientes de ahí se pusieron de pie —aprovechando la ausencia de la dueña— y posaron a lado de aquel iracundo hombre, todos listos para lo que él sentenciara.
—Mándale este mensaje a tu querido Dean.
—¿Mensaje?— Inquirió Castiel, confundido.
Uriel tomó la silla aledaña a él y la aventó hacia el ojizarco, dejándolo semiinconsciente en el suelo, dando pie a que los demás lo golpearan sin piedad.
Golpe tras golpe, gota a gota de sangre, Cass perdía el conocimiento, la esperanza de que alguien lo socorriera.

Ante todo ese disturbio, Ellen llegó con una pistola en mano. Tiro del gatillo, disparando en dirección al techo.

—¡Largo de mi bar, idiotas!— Impuso la señora Harvelle.
Lamentablemente para Castiel, Ellen no llegó lo suficientemente rápido.
—Gracias.
Fue lo único que el joven Novak pudo exclamar antes de perder totalmente la conciencia y dejarse anestesiar por el dolor.