Tres meses después ...
Tres meses habían pasado desde que ella había despertado tras el accidente. Días incontables sin hablarle sin poder estar con ella. Sólo la veía en algunas ocasiones en la farmacéutica púes ya no trabajaba a mi lado en el laboratorio. Adams la había tranferido a otro puesto, uno que me tenía loco de celos, uno cerca de él, su amigo Nicolás. En ocasiones se les veía salir juntos de la farmacéutica. Ella se mostraba o al menos parecía feliz. Ya habían comenzado a circular comentarios de su famosa relación. Intentaba no pensar en esos dos aunque en ello se me fuera la vida.
Continuó leyendo algunos datos importantes sobre unos medicamentos cuando escuchó a Teresa hablarle.
-Debe ir a buscarla -afirmó convencida.
Esa misma idea rondaba en su cabeza desde hacía algunos días, pero no sabía cómo acercarse a ella.
-¿Y si no me quiere? -preguntó igual que un niño que desea que le digan que todo va a salir bien. Teresa frunció el ceño una vez más, impaciente.
-Nadie tiene la seguridad pero si no lo intenta, nunca lo sabrá.
-Está bien. -decidió convencido y se levantó del sillón-. Iré a verla. Quiero saber si está bien. -fingió no darse cuenta de la expresión burlona de Teresa.
-Pero ire sin avisar. - "Así sabría por fin si de verdad no quería estar más con el", pensó para sí.
-!Excelente! -Teresa aplaudió con alegría-. En vista de que ya comenzó a ser más inteligente lo mejor es que se vaya a duchar mientras yo continúo con la limpieza.
Grace...
Desde que había conocido a Nicolás enseguida se habían hecho inseparables. Pero siempre le dejó claro que no debía hacerse de ilusiones; su corazón ya tenía dueño.
Durante aquellos meses, a pesar de los esfuerzos que hacía para no pensar en él, Sebastián se había colado en sus pensamientos; sus ojos grises , sus manos y aquella sonrisa sexy que la tenía totalmente enamorada... No, no había podido olvidarlo, aunque en los últimos tiempos casi había perdido la esperanza de que algún día volvieran a estar juntos.
La luz de la entrada de su apartamento parpadeó anunciando la llegada de alguien a la puerta. Desde que Sebastián le había enviado aquel magnífico aparato auditivo ya no necesitaba tanto estar pendiente de algunas cosas. No era que escuchaba perfectamente pero se podía defender y escuchar al menos en un sonido vago, muchas cosas.
Abrió la puerta, alzó la mirada y, como si sus pensamientos lo hubieran atraído a su puerta, lo vio ahí mismo parado frente a ella. Primero pensó que era una ilusión, pero en cuanto sus miradas se cruzaron, supo que era real.
-Grace... -el nombre en sus labios sonó como una caricia. -Estás... Te ves bien -dijo al fin.
Ella, sin embargo, percibió al instante las marcadas ojeras y notó que estaba más delgado; aunque en ocasiones lo veía en la farmacéutica, de cerca lo podía apreciar mejor. Apesar de todo, su camisa blanca y sus pantalones de algodón resaltaban su encanto varonil, para ella continuaba siendo el hombre más atractivo del mundo.
-Gracias. -musitó.
Sacó de su bolsillo su móvil y le escribió.
-Verás -tardó un poco en escribir- quería asegurarme de que te encontrabas bien.
-Podías haberme enviado un mensaje o hablarme en el trabajo. -le devolvió el mensaje.
-Necesitaba verte a la cara. -ya estaba. Por fin lo había dicho. Pero ella no mostró la menor emoción al leer sus palabras.
-Y ¿por qué ahora? Han pasado más de tres meses. -volvió a escribir.
-Porque durante todo este tiempo no he dejado de pensar en ti. -al leer, notó un vacío en su estómago. Deseaba arrojarse en sus brazos y que la besara como nunca.
-Esperé por ti, Sebastián, pero tú no hiciste nada por acercarte. -volvió a escribir.
Sebastián se pasó la mano por el cabello nervioso.
-Ahora estoy aquí, Grace. He sido un estúpido, lo reconozco. Pensé que estarías mejor sin mí. Pero yo no puedo estar sin ti. Te necesito, Grace.
Ella pareció meditar sus palabras.
--Pensé que iba a ser más fácil olvidarme de ti. Pensé que simplemente te iba a odiar, me has lastimado mucho, ¿sabes? Pero no puedo sacarte de mi cabeza.
--Yo supe que jamás te iba a olvidar. Ni siquiera intenté sacarte de mi mente ni de mis pensamientos ni de mi corazón. -le escribió.
Comenzó acercarse.
--Te amo, Grace Sullivan. -se detuvo un poco antes de seguir. --Hoy vengo aquí a suplicarte que vuelvas conmigo...
Espero que ella le contestara pero al no ver respuesta por su parte , continuó.
--Es demasiado tarde, ¿no? Nicolás parece un tipo decente, y te quiere, puedo entender que te hayas enamorado de él. -vuelve a escribirle.
--No estoy enamorada de él. -afirmó mirándole a los ojos.
-Puede que todavía no, pero lo estarás. Seguro que te hará la vida agradable y no te hará sufrir como yo le hecho. -le escribió
-¿Eres sordo, Sebastián? Te he dicho que no estoy enamorada de él. -colocó las puntas de sus dedos sobre sus labios para que se callara.
--Te aseguro que no amo a Nicolás. -esta vez puso la mano en su corazón y acercándose a su oido dijo: --Mi corazón es tuyo...
Esa declaración lo llenó de júbilo. No podía esperar a que ella se arrepintiera de sus palabras.
--Está no es la manera convencional, pero no puedo esperar. Vuelvo a preguntarte, ¿Grace Sullivan quieres ser mi esposa?
-Casarnos....-musitó. ¡Quería casarse con ella!, se dijo sin poder creerlo aún. ¡Sebastián, acababa de pedirle nuevamente matrimonio! ¡La amaba!
-Claro que quiero que te cases conmigo. -Quiero que seas mi mujer, ¿entiendes? No pienso permitir que nadie te toque ni se haga ilusiones contigo. Por que tú eres mía al igual que yo te pertenezco. -vuelve a escribirle.
Eso demostraba que seguía amándola.
--¿Aceptas?
--Siii. Quiero volver a ti. -dijo dándole un beso lleno de todo el amor que sentían uno por el otro.
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Susurros del corazón
RomantikSebastián Valenzuela, a punto de cumplir sus 24 años. Tiene dos cosas importantes en su vida; su hermana Gabriela y su trabajo como biólogo en un laboratorio de una farmacéutica de prestigio. Puede tener la mujer que quiera, es guapo y a pesar de q...