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¿Lluvia?

Mi piel sintió las gotas que caían del cielo. Busqué a Caelum con prisa, no estaba. Las pisadas se acercaban y el viento parecía cada vez más frío y despiadado. 

  — Ágatha...— era una voz masculina desconocida— Ágatha...

Mis rodillas me ardían por la caída, no tuve más opción que raptar como todo un animal salvaje. Alguien me buscaba, temía de que fuera Heit o uno de sus sirvientes.

— ¿Qué sucede, niña? 

Llegué a un arbusto, donde me refugié e instintivamente abracé mis rodillas. De vez en cuando volteaba para ver de quién se trataba. Segundo a segundo, latido a latido, paso a paso...

— Sé que estás aquí, pequeña, muéstrate.

Y, finalmente, pude verlo por completo. Era un anciano, su espalda estaba algo curvada, sus cabellos eran blancos y tenía un par de ojos azules profundos.

— ¿Quieres jugar?—soltó una corta risa—Muy bien, muy bien, juguemos a las escondidas.

No me fío de la gente, divisé un pino a una corta distancia, pensé en moverme y ocultarme ahí. Era mejor que seguir en ese arbusto.

Escuché el sonido de las manecillas de un reloj, volteé a ver.

— Te encontré— sonrió mientras me cargaba y yo trataba de escapar.

— ¡Déjeme! ¡Déjeme, señor!— chillaba— ¡Caelum, ayuda!

— ¿Acaso no quieres volver a ver a tus padres?

Me quedé quieta, lo miré fijamente como si en ese instante me hubieran mostrado la solución de un problema de matemáticas.

— Los extrañas mucho, ¿no?

— Sí, mucho, señor.

— Mi nombre es Cheud, nombre extraño, ¿no?— bromeó.

Reí un poco.

  — ¿No es usted malo?

— Tal vez sí, tal vez no. No me gustan las etiquetas, creo que todos buscamos sobrevivir, nada más. 

— ¿Es sirviente de Heit?

— No, pero ahora que lo mencionas él solía ser un buen muchacho...— habló con añoranza.

— ¿Usted lo conoció?

— ¿Conocerlo?— el viejo echó a reír otra vez— ¡Yo lo crié!

Me llené de asombro.

— Oh, vaya que sí, ese pequeñajo hacía las peores travesuras y siempre salía herido, un rasguño, la marca de un golpe y de vez en cuando un hueso roto.

— Parece conocerlo mucho, en verdad.

— No siempre fue malo en realidad, solo fue el mundo lo que lo transformó. Ya lo había dicho: Solo buscamos sobrevivir. El joven Heit siempre estuvo en un ambiente lleno de problemas. ¿Quieres verlo?

— ¿Ve-verlo?— temblé— ¡Ni loca! ¡Él quiere mi sangre! 

— ¿Tu sangre?— dejó la alegría a un lado y prefirió poseer un rosto serio— Ya veo...oh, ese desdichado.

— ¿El desdichado es él? ¡Mentira! ¡Yo soy la víctima aquí!

— No te estoy minimizando, Ágatha. Sin embargo, no puedo evitar que esto me apene. Heit debe estar desesperado. Quiere revivirla.

— ¿A quién? ¡Estoy harta de no saber nada! — renegué mientras me liberé y di dos pasos alejándome, dispuesta a correr.

— A una mujer, tengo la sospecha de que se trata de su madre o de su hermana pequeña. No lo sé muy bien, nunca quiso hablar de eso. A pesar de todo ello, ¿quisieras verlo?

  — ¿A él? Lo siento, pero no.

— ¿Y si eso incluyera ver a tus padres?

Me convenció, sacó de su bolsillo derecho del pantalón, un reloj antiguo. Lo abrió, me recordaba a una pequeña alhaja, y comenzó a hablar en un extraño lenguaje.

Sentí que todo nos daba vueltas, las corrientes de viento habían formado un remolino que nos elevaba poco a poco. Cuando vio la expresión intensa de miedo en mi cara, me tranquilizó:

— Descuida, no nos pasará nada, es solo un poco de turbulencia en este corto trayecto. 

Tenía razón, llegamos pronto y lo primero que hice fue abrazar un árbol, no quisiera volver a volar de esa forma. Después de unos minutos, abrí los ojos y observé a mi alrededor, era todo un bosque. 

Había una cabaña muy cerca, el clima era cálido y el sol estaba por ponerse. Todo parecía estar demasiado bien.

  — Bien, Ágatha, ¿lista para una aventura?— me sujetó de la mano y me llevó caminando hacia la cabaña—  Debes saber algo, Heit, es solo un sobrenombre. Quizá sea algo difícil de comprender, pero a él no le gustaba mucho su propio nombre, tampoco sé el motivo.

— ¿Y esta casa?

— Aquí crié a Heit, él vino casi arrastrándose, estaba muy desnutrido y enfermo. Durmió los dos primeros días, cuando despertó mencionó el nombre de una mujer, supe que no había estado solo. No quiso hablar de su familia, ni de lo que le había pasado.

— Quién lo diría... 

— En fin, ¿no quieres pasar?

Entramos en aquella cabaña y vi a un niño corriendo, mas pasó tan rápido a mi lado que no pude ver su rostro.

  — Ese es Heit. Muy inquieto, ¿no?

 —¿Quién es usted?

  — Solo soy un humano común, aunque sinceramente tengo algo de poder sobre los demás humanos, capaz de hacerlos perder la razón con la grata y desgraciada sorpresa del descubrimiento de su peor yo

Hizo una pausa, sacó su antiguo reloj de bolsillo y lo miró con un sentimiento que no logré descifrar.

  — Soy el ilusionista de este mundo. 

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2016 ⏰

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Mi amiga la Luna #FesBooksAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora