Domingo 18 de octubre 2015...
Despierto a la mañana siguiente y escucho sonar el timbre de la casa, me levanto con cuidado para no despertar a Sebastián que esta ronroneando como un oso en la cama y camino hasta la puerta para abrirla. Al hacerlo, me encuentro con los ojos café de mi padre que me miran con preocupación.
- Hola hija- dice tratando de no pisar en falso.
-Hola- espeto fríamente.
-Hija...- respira profundo-. Tienes que entender mi posición, no puedes hacer siempre lo que te da la gana. Si te quedas aquí tienes que olvidarte de que te ayudaré económicamente-. Empieza a hablar con un tono imponente al mismo tiempo que su respiración se va haciendo más fuerte y apoyándose del marco de la puerta aún sin estar completamente dentro de la casa-. No tendré en mi casa a una hija desconsiderada que no entiende que todo lo que me hace sentir es decepción. No eres lo suficientemente buena para nada.
De la rabia quisiera llorar pero no lo hago. Me contengo, alzo la cara y me armo de valor para defenderme con la poca autoestima que me queda, pero al abrir la boca para pronunciar la primera palabra, siento que Esteban rodea mis hombros con sus brazos y habla por mí.
-Creo que no le quedó claro lo que hablamos apenas hace algunas horas, señor Altobelli. ¿Que pasó? ¿Perdió el control?- pregunta en tono sarcástico-. En primer lugar, ella no TIENE que entenderlo, el deber de pagar sus estudios es completamente suyo pero si usted no piensa ayudarla, a mí no me molestaría nada darle todo lo que usted no ha querido- dice arrogante con un aire de superioridad- en segundo lugar, por si no lo recuerda, quedamos en que debía buscarla para resolver las cosas, no para empeorarlas; y en tercer lugar pero no menos importante, no estamos matándonos a golpes por respeto a su hija, y la próxima vez que le vuelva a alzar la voz a Amanda, no va a haber ningún respeto, porque si usted no respeta a su hija, yo no tengo por qué respetarlo a usted.
Esteban habla muy calmado, tan calmado y frío que cada palabra parece un cuchillo afilado.
Mi papá se calma y al parecer se dio cuenta de su descabellada reacción porque baja la cabeza y retrocede un paso.
-Hablamos luego, Amanda- dice en voz baja dándose la vuelta para retirarse y dejándonos solos en el marco de la puerta.
Como siempre, ni una disculpa...
Cierro la puerta desilusionada y Sebastián me mira a los ojos como buscando algo, lo aparto y camino hacia la cocina para preparar el desayuno mientras le respondo a su pregunta no formulada.
-No pasa nada, Sebastián. Estoy acostumbrada a esto, solo que esta vez pensé... -suspiro tratando de encontrar las palabras correctas para no entristecerlo- Pensé que se iba a disculpar- digo mirando hacia la nada, desilusionada.
Termino mi oración cuando estoy en el lavabo cerrando el grifo después de haberme enjuagado las manos.
-¿No quieres hablar de eso?- pregunta.
-No hay nada que ya no sepas, solo quiero que esto acabe de una vez... Estoy cansada de lo mismo- bufo mientras saco la masa de arepas de la nevera-. Ahora estoy mas tranquila porque no dependo de él, pero igual me preocupa que en algún momento tú no estés para mí y yo deba volver con la cabeza abajo a pedir que me acepte de nuevo en su casa.
-Yo no pretendo hacerlo. Pero me gustaría que estuvieras bien con él. Todo tiene solución, Amanda- se sincera viéndome directo a los ojos, los cuales están más azules de lo que son mientras se sienta en uno de los bancos del desayunador sin quitarme la mirada de encima.
Me molesta que me diga que todo tiene solución cuando sabe, que ésta solución la tiene mi papá en las manos. La solución sería que se fuera lejos y dejara de molestarme, pero no, a él le gusta hacerme la vida miserable. ¿Mi papá quiere hacer las cosas bien? Entonces que se quite para que no estorbe.
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No soy suficiente
Fiksi RemajaAmanda tiene 19 años, es una chica que parece segura de si misma, pero la verdad es que, a raíz de los constantes "no sirves para nada" de su padre, se ha creado una imagen de insuficiencia en ella misma. Amanda nunca había tenido un novio, hasta q...